Juan Guerra: Su apellido le define
Reina Mercedes tiene en este antiguo portuario un baluarte de su eterna lucha ante las inundaciones en sus calles cada vez que llueve en Las Palmas de Gran Canaria | Un hombre que se une a cualquier batalla por mejorar la ciudad
Juan Guerra no tiene un apellido sino una carta de presentación. Porque este belicoso líder vecinal de Reina Mercedes no afloja ante ninguna injusticia, mostrando su coraje dónde y por quién sea necesario. Aunque el foco del conflicto no afecte directamente a los suyos y tenga que desplazar su carácter emocional fuera de su radio de acción. «Sin la empatía y lo solidaridad no somos nada», afirma.
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Reina Mercedes no es propiamente un barrio, es una urbanización a la que sus vecinos, como el propio Guerra, llegaron en 1988. No es un barrio, pero allí viven más de 200 familias, muchas más que en otros lugares de Las Palmas de Gran Canaria que sí lo son. Geográficamente pertenece a ese conglomerado que es el Barrio Atlántico, a la vera de la Pantera Rosa en El Pilar.
Allí llegó Juan Guerra desde la plaza Alfredo Kraus de Las Chumberas y desde entonces oficia como portavoz de sus problemas ante el foro público. «Amo este lugar. Aquí he hecho mi vida.En estas calles se ha criado mi hija y aquí seguiré siempre peleando porque no se me quitan las ganas», indica.
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Juan es un antiguo portuario. Que alumbró una vida de trabajo en los muelles de Las Palmas en la década de 1980, en lo que considera la verdadera escuela de la reivindicación ciudadana en su vida. «De allí me viene esta venilla peleona que tengo. Fue una época intensa de la que tengo muchísimos recuerdos de las movilizaciones; de aquellos tiempos en los que éramos muy solidarios y tuvimos muchos conflictos laborales que superamos peleando juntos», manifiesta.
Tras aquellos tiempos tempestuosos no perdió la fibra necesaria para pelear por los derechos de los vecinos, con un conflicto central en su vida y la de los residentes de Reina Mercedes: la mala canalización de la zona residencial, la eterna pelea por un colector que no llega, que hace que la urbanización se inunde cada vez que la lluvia descarga en la ciudad, cada vez, eso sí, de manera más intermitente.
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Guerra es un hombre rotundo. Con una de esas corporalidades que provocan un eclipse cuando se planta delante y una voz profunda que cuando enciende su timbre hace temblar las rodillas. Contrasta con esa bonhomía que despacha en posición de descanso. Cuando aparece su hija Sara paseando a su perro Gofio y se desvive en carantoñas y risas como haces de luz. «Tiene seis añitos ya pero me da muchas alegrías», celebra.
Voz de los vecinos
Hablar con Guerra a pie de calle en Reina Mercedes es un ejercicio que impone paciencia. Primero por su verbo incontenible, tenso y claro cuando denuncia el abandono del lugar en el que vive. Entre frase y frase todo vuelve a pasar en algún momento por el colector, un tema que le preocupa hasta robarle el sueño. «Hace unos meses volví de una reunión con las concejalas Inma Medina y Betsaida González y Medina me dijo que ya estaba, que la obra se haría antes de final de año. Meses después pasó por aquí para una visita y me dijo que no podría ser, que no había dinero. Y luego lees que el carnaval tendrá un millón de euros más de presupuesto y te come la rabia. Y quedo yo como un mentiroso ante los vecinos, porque les había dicho que por fin estaba solucionado», relata.
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Porque ese es otro punto de los que impone paciencia. Si Juan Guerra aparece por las calles de Reina Mercedes siempre hay un vecino que viene a hablar con él. A trasladarle un duda sobre una obra, a preguntarle si de una vez por todas se van a arreglar los socavones que convierten en una prueba del Dakar el aparcamiento en la calle, si ese pequeño trazado de vías volverá a sumergirse bajo las aguas cuando vuelva a llover, cubriendo todo de fango y coraje.
A él no le importa. Y repite su axioma. «Tenemos que estar siempre dispuestos a escuchar y a trabajar por los demás. Sin la empatía y la solidaridad creo que somos peores personas, que estamos más vacíos. Y aunque parezca lo contrario estoy convencido de que somos más los que pensamos así que los que no», argumenta con un optimismo que podría haberse desvanecido tras años de recibir tantas promesas incumplidas.
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Unir los barrios
Guerra no tiene ningún problema en salir de Reina Mercedes para pelear por una Las Palmas de Gran Canaria que mejore la vida de sus barrios. En septiembre cruzó Juan Carlos I en dirección a Las Torres para apoyar a los vecinos en su lucha contra la posible pérdida de sus casas. Allí, tras aguantar en pie el amago de revuelta durante toda una tarde, tomó la palabra para dirigirse a Carolina Darias y rompió a llorar por la frustración contenida. Allí se le volvió a prometer la obra del colector. «Sigo esperando», añade.
Juan Guerra pasea por Reina Mercedes por con la camiseta marcada por las manchas de polvo y cemento de una puerta de garaje que se remienda. O de ayudar en mover unos sacos de una reforma, casi en una autogestión cooperativa con la colaboración de otros vecinos del lugar. Allí imagina una ciudad mejor, ilusionado con el frente vecinal dl que forma parte y que con la fuerza de 40 asociaciones pelea por construir esa ciudad que no imagina su Ayuntamiento.
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