«El Juzgado de Paz me ha dado más de lo que yo nunca podré darle»
Casimiro Navarro Ojeda lleva 20 años siendo juez en Santa Brígida | Empezó siendo panadero y hoy, es Doctor en Derecho | Ha oficiado más de 2.000 bodas
Casimiro Navarro Ojeda es toda una autoridad en el municipio satauteño. Dos décadas haciendo de puente entre sus vecinos, le ha permitido formar parte de grandes historias de conciliación entre hermanos, de amor, de mediación vecinal, de bodas, defunciones, nacimientos... Su señoría el juez de paz de Santa Brígida llegó al juzgado por casualidad. En 2003 quedó vacante la plaza y salió elegido entre seis candidaturas.
Publicidad
Desde entonces, ha sido toda una vida al servicio de sus vecinos, y cientos de anécdotas que darían para escribir un libro, aunque de la que más se acuerda es de la boda de una pareja, con un hijo de ocho años, que trabajaba en el mundo del circo y quería casarse antes de salir de gira por Europa. ¡Y, sorpresa!. «Aparecieron novios e invitados vestidos de payasos, malabaristas, acróbatas con monociclos. La familia circense entera en la puerta del juzgado celebrando. Fue increíble», comenta rememorando el momento con una sonrisa.
A Casimiro su oficio le apasiona. «El juzgado de paz me ha dado mucho más de lo que yo nunca podré darle», señala. «El relacionarme con la gente del pueblo, que me paren para pedirme ayuda, me llena mucho más de satisfacción que luego lo que yo pueda hacer. Hay que tener afinidad con el pueblo», agrega. De él, se dice en el pueblo, que tiene una clara habilidad para lograr reconciliaciones y alcanzar acuerdos.
Recuerdo a cinco hermanos que querían dividir un piso heredado y llevaban 16 años sin hablarse. «Vinieron a verme porque me conocían. Los senté a todos, abogados incluidos aunque no hace falta en este órgano, y les puse una solución sobre la mesa. Y la aceptaron», cuenta. Como este caso, «muchos y, a menudo»: el perro que ladra y molesta a los vecinos; los niños que juegan a la pelota y hacen ruido; el paso por unos terrenos...».
Antes de ser juez de paz, se licenció y doctoró en Derecho. Y mucho antes, de chiquillo, fue panadero. Le encantaba estudiar aunque lo dejó para trabajar. Pero, un día «ya mayorcito -como dice Casimiro- me propuse se licenciado antes de los 40 y compaginé mis estudios en Radio Ecca para sacar el graduado escolar y después, el curso de acceso a la universidad y Derecho. En 2003 presentó su tesis doctoral, como no podía ser de otra manera sobre el Juzgado de Paz donde lleva 20 años ejerciendo. Y en 2015 comenzó a dar clases de Constitucional en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria.
Publicidad
El Juzgado de Paz de Santa Brígida a lo que más tiempo dedican -juez, secretario, un cuerpo de auxilio y oficial de cuerpo de gestión- es a oficiar bodas civiles. «Miles de bodas, no las tenemos contabilizadas. pero seguro más de 2.000. Hemos llegado a tener 25 en un mes. Una locura. En una mañana hemos llegado a celebrar seis bodas aunque lo normal son tres. Desde 2005 hemos oficiado 80 matrimonios entre personas del mismo sexo», señala.
«Es un trabajo gratificante porque son cosas relacionadas con el derecho pero que, también, están muy relacionadas con las personas», confiesa Casimiro, que agradece poder continuar cuatro año más como juez de paz en el municipio satauteño.
Publicidad
El Juzgado de Paz es un órgano «muy activo e importante de servicio público en el día a día de los ciudadanos», a los que se facilita muchos trámites, todos ellos «gratuitos», explica. «Tenemos competencia en registro civil, en actos de conciliación, mediar entre vecinos; antes teníamos competencia en juicios de faltas. Ser juez de paz es una labor altruista que tiene un sueldo «simbólico», que varía dependiendo de la población que tenga el municipio, lo que imprime al oficio un carácter especial, confiesa.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión