Carolina Darias, durante su pregón. cober

Darias lanza un mensaje de esperanza en el pregón del Pino

La pandemia, muy presente en su intervención este viernes en Teror

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Teror

Viernes, 27 de agosto 2021

La ministra de Sanidad, la grancanaria Carolina Darias, ha leído en la noche de este viernes el pregón de las fiestas del Pino de este año, un texto en el que ha lanzado un mensaje de esperanza ante la pandemia por el coronavirus covid-19.

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Darias ha hecho un recorrido por las experiencias vividas en la pandemia, incluido su contagio y confinamiento, y ha puesto en valor los resultados de la estrategia de vacunación:

A continuación se reproduce el texto íntegro del pregón:

«Y de pronto, rasgando la calma, sosegado,

un cantar marinero, monótono y cansado,

vierte en la noche el dejo de su melancolía»

«Y algo que es como un sueño, que con el aire viene

a buscar nuestras almas. Que acaso es comprensivo

solo para nosotros, esta noche que tiene

la quietud oportuna que hace el recuerdo vivo»

Estos versos del gran poeta grancanario, Tomás Morales, envuelven el cometido de la pregonera de esta noche que viene, agradecida y emocionada, a compartir la tradición, el fervor, las buenas vibraciones de la fiesta, pero, sobre todo, esperanza y vida.

En esta noche mariana, intentaré que el sosiego del canto, en el que no faltan aires marineros, no canse y supere los riesgos de la monotonía. Y más allá del dejo melancólico, entre la nostalgia y la historia, la pasión y la emoción, espero que las reflexiones del presente sean también ideas o sugerencias para que la noche, en definitiva, resulte amena y gratificante.

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Toda historia tiene un comienzo. Este pregón también. Recuerdo a comienzos del año pasado, cuando el anterior alcalde, Gonzalo Rosario me llamó, en nombre de la Corporación para ofrecerme ser la pregonera de la fiesta. Eran días de mucho bullicio, Madrid tiene eso, un ministerio, más. Sorprendida y emocionada le dije que estaría encantada de responder al honor de anunciar la llegada de la fiesta de Gran Canaria, la fiesta de la patrona. Mi agradecimiento por siempre.

También a quien me ha introducido ante todos ustedes, al Alcalde de mi ciudad, Augusto Hidalgo. Gracias por tus palabras, pero, sobre todo, por el tiempo compartido, por el compromiso permanente y por la amistad infinita.

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Buenas noches: afectuosos saludos para el pueblo de Teror, para quienes nos acompañan esta noche, para el alcalde y su corporación, para las autoridades que han querido estar presentes y para todas las personas en el arranque de unas fiestas entrañables y tradicionales, también, para quien pregona, pues forman parte de mi trayectoria vital.

Desde que tengo uso de razón, cada 7 de septiembre todos los caminos me han llevado a esta villa mariana, a este cruce de caminos, a este encuentro con los sentimientos, el fervor, la tradición, la canariedad, pero, sobre todo, a un encuentro con la vida.

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Y de eso les quiero hablar de vida. Del pregón que no fue hace un año, al pregón que hoy doy. Empecé a escribir estas palabras en mi aislamiento en Madrid, en marzo de 2020, con motivo una de las mayores pandemias de la humanidad, cuando mi cabeza ya podía dejar de ocuparse de mi cuerpo, dejar la angustia del presente y comenzar a dejarse llevar por la esperanza del futuro.

Fueron muchos días con sus correspondientes noches, donde cualquier cosa cotidiana se volvía casi un imposible. Una guerra, física con el virus y psicológica con una misma, donde el tiempo no pasaba, se detenía, permanecía inmóvil. Ya sabemos lo caprichoso del tiempo. Unas veces corre tanto que se nos escapa, otras se vuelve perozoso y no avanza.

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Se podrán imaginar todo lo que pude pensar en tantos días. Les aseguro que mucho. Y en ese pensamiento no faltó un solo día mi tierra, su cielo y su mar, sus medianías, sus cumbres y sus barrancos, pero sobre todo sus gentes y nuestra Virgen del Pino. Fue un acompañamiento que me daba fuerzas, me ayudaba en la batalla diaria, como ha ayudado a tantos canarios a lo largo de la historia.

Porque estas fiestas tienen también su historia, una historia ligada a lo que nos da la vida. La fiesta es la expresión de los pueblos de su manera de ser y de entender la vida. La fiesta es el aire que insufla alegría, la música que resuena en las cuerdas y rasgan las gargantas. La música que mueven los pies de los bailarines que ofrecen sus movimientos por la villa, a los que se asoman para verlos, pero, especialmente a la Virgen que los espera. La fiesta es muchas cosas, pero sobre todo es la expresión de los pueblos de permanecer a lo largo del tiempo, de seguir viviendo la vida. Y de eso se trata, de vivir la vida.

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Me gusta decir que las ciudades y los pueblos son reflejo de la vida de las personas que los habitan y de algún modo expresan los sentimientos de su gente. Y es así, porque a pesar del paso del tiempo, de la velocidad o del vértigo que marca los ritmos de comportamiento y que nos encaminan hacia ciudades y pueblos deshumanizados -y por qué no decirlo: al olvido- hay días, hay momentos, como ahora, en que casi todo permanece inmutable.

La tradición se adueña de nuestro tiempo, de nuestra vida y el recuerdo y la añoranza del ayer se nos presenta vivamente en el presente. Decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano, en su obra Días y noches de amor y de guerra, que «la memoria guardará lo que valga la pena. La memoria sabe de mí más que yo; y ella no pierde lo que merece ser salvado»

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Y así es, la vida es recuerdo y memoria, presente y pasado, pero, sobre todo, la vida es esperanza y futuro.

Cada vez que el verano va llegando a su fin, nos preparamos para estar aquí, para de alguna manera reemprender un nuevo comienzo y aprender de lo vivido. De eso se trata, de reemprender y de aprender.

Sí, aquí aprendí a volver a empezar, a hacerme más fuerte. A pedir para el año que empieza cada 7 de septiembre, sí porque aquí en Teror y en Gran Canaria, el año también empieza ese día. A ver a la Virgen salir con su manto colorado, a esperar las carretas de los municipios de la isla cargadas de ofrendas, a sentir lo nuestro.

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A seguir aprendiendo lo que es mi tierra, de sudor y lágrima, de zurrón y campo, de redes y mar, de dolor y alegría, de risa y amanecida en el puente, de fe y oración, de coplas y parrandas.

A sentir la emoción de un año más, a llorar a quien ya no está, a extrañar a quien no puede venir, a esperar a quien viene caminando, a compartir las tradiciones, a abrazar a quien hace tiempo que no ves, a pedir a la Virgen, a llegar más lejos a través de los medios de comunicación. A sentir el soplo de vida que es Teror, que mide el tiempo del último Pino al siguiente.

Coincidirán conmigo que este tiempo ha sido diferente. La pandemia lo cambió todo, algo del Pino, también. Como hace 170 años en Gran Canaria, cuando otra epidemia asoló nuestra isla. Los contagios y las muertes, por aquel entonces, se extendieron en todos los municipios. En Teror, unas 337 personas, algo más de 10% de sus habitantes, según un recuento de la época que se conserva en los archivos del Museo Canario. Entre los ecos que dejaron las palabras de quienes vivían entonces, encontramos unas frases estremecedoras del que fuera alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Antonio López Botas:

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«Que sea tan eterna en los corazones sensibles, como en la memoria de lo que en esos días pasó en esta ciudad y poco después en la isla entera: memoria cruel y desgarradora, que no mata porque de vez en cuando se presenta sólo como un ensueño doloroso, como una angustiosa pesadilla y entonces respiramos un momento y recobramos un tanto nuestro agotado sufrimiento, porque llegó el caso en que no había por todas partes más que enfermos, moribundos y cadáveres; en las chozas, en las casas, en los hospitales, en los caminos y cementerios; enfermos a los que no había quien pudiera socorrer,…»

Más de un siglo y medio después, estas palabras del pasado se nos agolpan en nuestro presente ante la mayor crisis sanitaria desde hace más de un siglo. Una maldita pandemia que irrumpió en nuestras vidas y nos golpeó en lo aquello nos hace más humanos, nuestras relaciones familiares y sociales, en los abrazos.

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Como saben todos ustedes me ha tocado vivir todo esto, desde la responsabilidad, como miembro del Gobierno de España.

Las puedo asegurar que desde el primer momento, la prioridad de todas las administraciones sanitarias del país, representadas en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, fue la de salvar vidas y recuperar, cuanto antes, la normalidad arrebatada.

No ha sido nada fácil. Entramos en la pandemia sin cartas de navegación y tuvimos que ir adoptando medidas ante un virus desconocido que colapsó nuestros hospitales y desbordó nuestro Sistema Nacional de Salud y al de todo el mundo.

Hoy, año y medio después, estamos más cerca de alcanzar el final de esta pesadilla. Y eso es gracias a nuestra mejor y mayor herramienta, para librar esta batalla, la Estrategia Estatal de Vacunación, pero sin olvidar el resto de las herramientas disponibles que hemos elaborado durante este tiempo, para detectar los contagios, para secuenciar las variantes que van surgiendo y para articular marcos comunes que nos permiten ir adoptando medidas en cada territorio en función de la situación pandémica en cada uno de ellos.

No me quiero olvidar de las medidas que han hecho posible que los centros educativos se mantuvieran abiertos. Un éxito de país, sin duda alguna.

Y, tantas y tantas otras que seguirán con nosotros hasta que podamos controlar los efectos de esta maldita pandemia sobre nuestro país, alcanzando un nivel suficiente de inmunidad colectiva.

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Es verdad que en España somos muy dados a la crítica fácil, al encono y al ruido, pero les aseguro que ha habido más consenso que disenso. Y si, además, echamos una vista atrás y levantamos la mirada hacia otros países, en España hemos alcanzado un difícil equilibrio entre la protección de la salud y la garantía de los derechos que, como saben, no es sencillo de lograr.

Creo que es necesario subrayar que todos los poderes públicos sin excepción, han intentado estar a la altura del sacrificio y del civismo que ha demostrado la ciudadanía.

Desgraciadamente, esta pandemia, al igual que en 1851 en nuestra isla, como antes les relaté, deja un rastro de dolor y sufrimiento que será imposible de olvidar. Por esta razón, me parece necesario recordar a todas las personas que ya no están con nosotros, y transmitir todo el afecto y apoyo a sus seres queridos. Permítanme que lo haga, singularmente, a los vecinos de esta villa, a Gran Canaria y a todo el archipiélago.

También quiero trasladar un mensaje de ánimo a todas las personas afectadas por la enfermedad en estos momentos. A todas ellas les deseo una pronta mejoría.

Hoy, más que nunca, quiero volver a expresar mi agradecimiento y todo mi reconocimiento a los profesionales del Sistema Nacional de Salud, así como al conjunto de los empleados y empleadas públicos. Entenderán las razones por las que este pregón va dedicado a todas las personas que, en este tiempo de dificultad, nos han ayudado a seguir haciendo camino.

Su papel ha sido fundamental siempre y ahora, para doblegar una curva, demasiado rebelde en varias ocasiones, pero, especialmente ahora, para lograr el mayor objetivo común que nos hemos propuesto en los últimos tiempos: vacunar al 70% de la población de nuestro país. Ya hemos conseguido con la población diana, esto es, las personas mayores de 12 años. Ahora a alcanzar ese objetivo respecto a toda la población, para ir alcanzando esa inmunidad colectiva, tan deseada.

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Hace más de un siglo cuando la epidemia desgarró nuestra isla, no había nada para asirse a la vida. Hoy tenemos a nuestro Sistema Nacional de Salud y a todos los profesionales que lo conforman y el arma más poderosa para la vida, las vacunas. Porque hablar de vacunas, siempre, pero singularmente en el momento actual, es hablar de salvar vidas. Todo el talento de la humanidad se puso a trabajar para encontrar una vacuna para acabar con el virus.

De ahí mi interés en compartir en este Pregón de la Esperanza, todos los esfuerzos realizados para llevar a cabo la mayor campaña de vacunación de la historia de nuestro país. Una misión colectiva, una misión de país orientada y dirigida a contener la mayor crisis sanitaria, ocasionada por la COVID, desde hace más de un siglo.

Nadie podrá negar que esta misión que nos ha situado como líderes a nivel mundial en la vacunación contra la COVID. Sí, digo bien, España está entre los primeros países del mundo, en vacunación contra la COVID.

Para alcanzar este logro, el trabajo realizado ha sido inmenso y lo quiero significar ante todos ustedes. Por primera vez, en su historia, la UE entendió que solo actuando de manera conjunta podríamos vencer al virus, interactuando conjuntamente, la acción de los gobiernos, la ciencia, la industria farmacéutica y la ciudadanía.

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Desde el inicio de la pandemia estuvo claro que una de las acciones sobre las que habría que poner el énfasis era la consecución de una vacuna eficaz y segura. Nuestra convicción era que necesitaríamos más de una vacuna, más de una plataforma y más de un único fabricante. Por eso, promovimos y participamos activamente y desde el principio en la Estrategia Europea de Vacunas desde junio del año pasado. El tiempo y los acontecimientos nos han dado la razón. Era la estrategia correcta.

Para ello, pusimos en marcha un sistema de compra anticipada de vacunas a riesgo que no fueran aprobadas por la Agencia Europea del Medicamento, tras sus ensayos correspondientes. De hecho, de los seis contratos inicialmente suscritos, sólo se han autorizado hasta ahora cuatro vacunas.

Un año más tarde podemos decir que tenemos acceso no a una, sino a varias vacunas, que la campaña de vacunación en España es un éxito. Sí, un éxito colectivo, un éxito de país, que nos sitúa como referencia. Pero sabemos que siendo esto importante, no es suficiente, queremos más, por eso, seguimos trabajando, para asegurar el futuro de las vacunas en nuestro país y en otros países del mundo. Se lo debemos a nuestra ciudadanía, primero a las personas más vulnerables y, especialmente, a nuestra gente joven. Pero, también, se lo debemos a la humanidad y en ese objetivo ya estamos inmersos con la donación de vacunas a otros países. Porque nadie estará a salvo hasta que toda la humanidad lo esté.

España está demostrando tener una gran capacidad para administrar las vacunas al ritmo que van llegando, Canarias, también, gracias a la buena coordinación entre el Gobierno y las CCAA y al excelente desempeño del Sistema Nacional de Salud y de sus profesionales. Y la gran concienciación ciudadana, porque cada uno de nosotros que ha ido a vacunarse no solo ha sido responsable con su propia salud, también con la salud de los demás. Un ejercicio de responsabilidad y solidaridad del que nos debemos sentir muy orgullosos.

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La Estrategia ha sido desde el primer momento la hoja de ruta en la vacunación en nuestro país, basada una sólida base técnica y en unos rigurosos principios éticos.

Vecinas, vecinos, las vacunas, en general, y las vacunas contra la covid en particular, representan muchas cosas, pero, sobre todo, en este momento de nuestras vidas y en nuestro país, representan el horizonte de esperanza, son nuestra oportunidad de futuro, al igual que lo son los Fondos de Recuperación, Transformación Resiliencia de la Unión Europea. Unos Fondos que suponen una inyección para España de unos 140 mil millones de euros, para promover la cohesión económica, social y territorial, la transición ecológica, la transformación digital y la igualdad de género.

Sí desarrollar la cohesión en nuestro país, para que todos tengan las mismas oportunidades vivan donde vivan; impulsar la transición ecológica, porque solo tenemos un planeta en el que vivir nuestras vidas, pero sobre todo las vidas de quienes nos sucederán, que estarán en peligro si no actuamos ya. Canarias tiene las condiciones y la determinación para ser un referente en sostenibilidad.

A la transformación digital, como vector de cambio de un país que avanza y progresa y, singularmente, el compromiso y la determinación de hacer de la igualdad de género el motor que impulsa todas y cada una de las acciones llevadas a cabo, porque, amigos, amigas, los avances en igualdad son avances de la humanidad, así pues, no hay marcha atrás posible, solo asumir el timón de nuestro destino a favor del bien común. Estamos convencidas de que a la sociedad y al mundo les irá mucho mejor.

Nunca antes, habíamos tenido una salida de una crisis, como ahora. Ni con la epidemia que asoló Gran Canaria en 1851 ni con la crisis económica de 2008. Nuestro horizonte es dejar un mejor país para toda la ciudadanía y sobre todo, para la juventud, que necesita de más y mejores oportunidades de presente y de futuro.

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Somos muy conscientes de que la vacunación y esta inversión sin precedentes constituyen la mayor oportunidad de país que hemos tenido, por eso hemos hecho de esta esperanza colectiva, el motor más poderoso para impulsar su avance y alcanzar la normalidad, cuanto antes.

Y eso es lo que hacemos, también con la lectura de este pregón, que nos devuelve a la fiesta. Es verdad, que será un Pino especial. Un Pino para el reencuentro, para los abrazos. Un Pino para la esperanza, como reza este Pregón.

Y a eso me encomiendo esta noche. Así pues, vecinas, vecinos de Teror, como pregonera me corresponde anunciar la llegada de la fiesta, de la fiesta responsable, como ya hice en el Pregón de las Fiestas de la Naval en honor de la Virgen de la Luz en 2007 y en el Pregón de las Fiestas de Cantabria, por la Virgen la Bien Aparecida, en 2016. De pregón en pregón, haciendo camino y compartiendo camino.

Las fiestas del Pino se remontan a mucho tiempo atrás. En los orígenes de la fiesta, primero fue la peregrinación, si acaso como una forma de dar continuidad a las costumbres aborígenes en su encuentro con las costumbres cristianas y las imágenes marianas que llegaron para quedarse como parte de nuestra idiosincrasia canaria, de nuestras costumbres paganas y religiosas, todo en uno, sin distinción de creencias ni de credos. Porque aquí al Pino, venimos todos porque cabemos todos. Esta es una de sus grandezas, de esta madre que nos acoge, de esta villa que nos recibe con los brazos abiertos y de su gente que nos envuelve en su encanto cotidiano.

Con el paso del tiempo, las visiones se suceden entre el camino, las carretas, la romería, los cánticos y la devoción. Cada año tiene su aquel y cada momento es una vivencia diferenciada, conformando una amalgama de miradas y sentimientos que han ido adquiriendo nuestro sentir en la ciudadanía isleña.

Para esta pregonera la romería, es el epicentro de la fiesta, de la tradición y de la alegría. Como nos dejó escrito uno de sus ilustres cronistas, Vicente Hernández, «carretas, comidas y ventorrillos, parrandas, jolgorio definían la alegría del pueblo canario al festejar a su Patrona… De todas las laderas y caminos que rodeaban a Teror, decía el cronista, descendía una gran concurrencia el siete de septiembre; los romeros salían de sus casas caminando a través de las montañas, cantando, divirtiéndose con sus timples, sus guitarras y sus bailes, para en la mañana del ocho pagar la promesa y esperar la salida de la procesión»

Tras la primera Romeria-Ofrenda, aquel 7 de septiembre de 1952, con el impulso del gobierno de la isla, nuestro Cabildo de Gran Canaria, la fiesta va consolidándose. El fervor y la devoción se une con la tradición y ésta con las coplas, en décimas o en cuartetas.

Qué importante es la música en nuestras vidas. En estas fiestas más. Las isas, las folias, las malagueñas, inundan las calles de esta villa. En cada rincón suena una copla, en cada esquina surge una parranda que invita al encuentro. Tambores y chácaras marcan el ritmo del baile a la patrona. Timples y guitarras, con sus cuerdas afinadas, dan la melodía para que las voces entonen los cánticos a la «Madrita mía del Pino.»

Así año tras año. De un pregón a otro pregón. De un Pino al siguiente. Cruzando toda la isla, por septiembre, siempre al Pino.

Para esta pregonera, que va poniendo fin a este pregón, la vida es muchas cosas, pero, especialmente, es seguir haciendo camino. Estaré donde el camino me lleve. Como dije en el Pregón de la Bien Aparecida, el camino, después de tantos años de mar y costa, me llevó al valle y la montaña y luego a la meseta, sin saber por qué o quizás sí. No sabía qué buscaba, pero lo cierto es que la vida vuelve, casi siempre, donde empieza.

Hoy, el camino por el que transitamos, en el que vivimos y sentimos, es el camino que nos va abriendo a la vida. En este pino de la esperanza, sigamos haciendo camino, sigamos abrazando la vida siempre.

Porque, la esperanza está donde la vista no alcanza, donde la mirada nos lleva, donde el corazón no duele, solo vuela alto.

¡Qué comience la fiesta, qué siga la vida!

Muchas gracias«.

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