Los camellos no se quieren marchar de las dunas
Riesgo de desalojo. Costas busca recuperar el suelo donde están. Para sus gestores, en cambio, es una actividad sostenible y emblemática del sur
Es media mañana y un grupo de familias, en su mayoría extranjeros, se hace fotos con los camellos (aunque en realidad son dromedarios) que esperan su habitual ruta por las dunas. En unos minutos arrancará la caravana. La escena se repite en Maspalomas (San Bartolomé de Tirajana) desde hace casi 60 años. Pero puede que tenga los días contados. La Demarcación de Costas tramita un expediente de recuperación posesoria del suelo donde está el Camello Safari Dunas.
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El motivo? La actividad ocupa 3.327 metros cuadrados dentro de la zona de servidumbre del Dominio Público Marítimo-Terrestre, en función de una revisión del deslinde que data de 1995. Los terrenos siempre han tenido dueños, pero la Ley de Costas, que data de 1988, declaró zona de dominio público todo ese espacio. Estar ahí requeriría de un título concesional y no lo tiene. La empresa, en cambio, cree que su uso lo permite la propia Ley de Costas en tanto que uso tradicional.
No le permiten remozar las instalaciones
El litigio se halla todavía en fase administrativa, pero a punto de culminarse. El propietario de las instalaciones, Caballerizas de Maspalomas, llevaba años pidiendo que le dejaran adecentar un poco el recinto, pero ante la reiterada negativa de Costas, solicitó autorización para trasladar el centro de recepción y los establos al lugar que le había fijado la normativa de la Reserva Natural Especial de las Dunas, 200 metros más hacia el interior. Esta legislación, muy restrictiva, mantiene la actividad de los camellos. Solo propone mudar sus dependencias.
La propiedad ajustó el proyecto a lo que pedía Costas, pero se lo acabó denegando porque en ese nuevo lugar seguiría en dominio público e inició el expediente de recuperación, ya en fase de recurso de alzada. Después solo quedará la vía judicial.
El camello forma parte de la historia de Canarias
«Se le quitan a uno las ganas», se queja Francisco Jiménez, socio de Caballerizas. No entiende por qué molestan tanto los camellos cuando forman parte de la historia de Canarias, a donde recuerda que llegaron en 1405 para labores agrícolas. Luego se vincularon al turismo. «Yo empecé aquí en 1977 y ya se ofertaban estos paseos; pero es que desde mucho antes, desde se convocó el concurso Maspalomas Costa Canaria, en 1961, que dio pie a todo lo que hoy existe, se usó un camello como emblema». Explica que llevan más años que los del Parque Nacional de Timanfaya (Lanzarote).
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Es por eso por lo que Jiménez y su abogado discrepan de Costas, que circunscribe esta actividad a los intereses de una mercantil más. Desde Caballerizas se quejan de que, primero, obvia no solo que el camello en las dunas está vinculado a la imagen turística de la isla y que, por tanto, genera sinergias económicas con todo el sector, desde el alojamiento al transporte o el merchandising, sino que estos animales forman parte de este ecosistema dunar. Su arraigo se refleja en la toponimia del lugar, con sitios como Hoya de la Camella o Altos del Camello.
Las rutas están acotadas y no llegan a los tres kilómetros
El camello es una especie ligada al paisaje desértico, es su territorio histórico, de ahí que, según advierte Jiménez, su impacto en este espacio es mínimo. Y se explica. De entrada, advierte de que el recorrido de las caravanas, de menos de 3 kilómetros, está acotado y definido. «Jamás se salen de las rutas ni dejamos que se bajen los turistas». No suben ni bajan dunas, siempre es en llano.
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Y en segundo lugar, la fisiología de este animal hace que apenas se note su presencia. «No tiene casco como los caballos, sino una almohadilla dura, pero plana, que apenas deja huellas ni erosiona». Además, prácticamente no orina. «Solo genera 180 mililitros al día, porque estos animales casi no beben agua». Su único rastro es el excremento, pero, aclara Jiménez, «es pequeño y seco, no tiene casi humedad, por lo que no atrae ni a las moscas».
Jiménez ha recurrido a un experto para que le haga un informe y defina, desde un punto de vista más técnico e imparcial, si estos paseos en camello encajarían o no en ese turismo sostenible que defiende Gran Canaria. Se lo ha encargado al doctor en Gestión Costera Manuel Viera, graduado en Ingeniería Geomática y Topografía que hizo su tesis sobre la duna costera de Playa del Inglés.
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Impacto bastante menos significativo que otras actividades
Consultado por este periódico, Viera, que ante todo subraya que su prioridad es velar por la conservación de este paraje único, apunta que esta actividad sí tendría encaje siempre que se adopten varias medidas, todas ellas encaminadas a la protección del medio. Entre otras, cita, por ejemplo, la recogida regular de los excrementos.
Además, entiende que sería también compatible por las propias características del lugar en el que se desarrolla esta actividad, tratándose de una zona de la reserva natural especial que se encuentra prácticamente estabilizada. Explica que al estar en la zona de sombra eólica que dejó la construcción de la urbanización de Playa del Inglés más próxima al mar, ya no recibe aportes de arenas y las dunas que existen casi no se mueven.
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También ve esencial, por un lado, que los camellos sigan unas rutas definidas y acotadas, y, por el otro, la propia fisiología del animal, muy ligada a este tipo de paisajes desérticos, lo que reduce sus afecciones. «Si lo comparamos con otras actividades que se hacen en este espacio, el impacto que provocan los camellos es bastante menos significativo».
«Más impacto provoca el paso de cientos de personas»
Viera cita, por ejemplo, el paso de cientos de personas por las dunas y los residuos que producen, la construcción no permitida de goros (estructuras para protegerse del viento y la arena) o la alteración de los balancones, especie vegetal clave para la formación de las dunas.
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Con todo, lo que teme Jiménez es que si al final Costas no le deja seguir y los camellos han de salir de Maspalomas, no le quedaría otra salida que desprenderse de esta cabaña ganadera, con más de 140 ejemplares. De paso, añade, se contribuiría a la extinción de un animal que, por contradictorio que parezca dadas las dificultades que le ponen en esta tierra, es considerado autóctono por el Gobierno de Canarias. «Solo que como ya no se usa en el campo, sino en el turismo; si no, ya no existiría en estas islas».
Es, de hecho, la única especie de camélido autóctono de la UE, se ha exportado a Australia, a América Latina o a la Europa continental, y hasta es investigado para el uso de su sangre y de su orina para la cura del cáncer, o para la utilización de su leche como alternativa a la leche materna. Sin embargo, se queja, en Gran Canaria es casi un animal proscrito.
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