San Bartolomé retoma el desalojo del palmeral del Oasis
sinhogarismo ·
Al menos tres de los sintechos allí alojados han salido ya del paraje. Los que quedan insisten en protestar por las formas. Otro grupo inició este martes la mudanza. No quieren que les saquen a rastras, pero se duelen de un trato injustoSegundo día de la operación desalojo de los sintechos que habitan en el palmeral del Oasis, en Maspalomas. El Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana retomó este martes los trabajos y montó un dispositivo policial y de operarios municipales de limpieza aún más numeroso que el del pasado 30 de diciembre de 2022.
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Al menos tres de los que allí residían en chamizos bajo palmeras y tarajales salieron estos días del paraje y dejaron libres sus infraviviendas. El resto se resistía este martes a primera hora a marcharse. Insistían en pedir más tiempo para llevarse sus pertenencias.
«Nos dicen que este sitio está protegido y eso está bien, pero ¿quién nos protege a nosotros?». Martin Horatiu intentó dialogar con los agentes, aunque sin demasiado éxito. La orden del Ayuntamiento es clara. Este espacio, situado junto a la Charca de Maspalomas y detrás del hotel Residencia, no puede estar habitado. «¿Cómo puede ser que un lagarto tiene más derechos que un ser humano?», se queja este rumano afincado en las islas desde hace años.
«Nunca pido limosna»
«No quiero que me den un piso social, eso es para un matrimonio joven que esté empezando a vivir y precise de ayuda, pero sí necesito al menos que me dejen un margen de tiempo», se lamentaba. No en vano, estaba molesto porque mientras permanecía vigilante junto a su 'casa', a la espera de si el operativo de limpieza montado llegaba o no hasta la zona en la que se halla, no podía irse a vender sus piedras decoradas. «Nunca pido limosna».
Tres italianos también residentes en el palmeral observaban el dispositivo desde sus infraviviendas. Sarah seguía sin entender lo que está pasando. Ella y su pareja tenían todas sus cosas dentro del reducto cercado por hojas de palma que les sirve de hogar y no estaba dispuesta a que se lo llevasen así como así. No le cabe en la cabeza que estas cosas «pasen en la Unión Europea».
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«No quiero que me saquen, me voy yo»
Sin embargo, conforme avanzó la mañana fue tomando conciencia de que no quería vivir un desalojo violento. «Lo hago por mi salud, no quiero que me saquen, me voy yo, nos buscaremos otro lugar». Consciente de que la Policía Local y los trabajadores de limpieza volverían al día siguiente, optó por recoger sus cosas y mudarse. Pasadas las doce del mediodía Sarah ya tenía fuera colchones y otros enseres.
Los operarios lograron desmantelar este martes el chamizo en el que vivían el joven marroquí Hicham y su pareja, que habían decidido desocuparlo el día anterior. Este martes ya no estaban allí. Tampoco estaba Otto Bomberg, que cogió otro rumbo tras 11 años bajo uno de estos tarajales.
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«Me van a dejar en la exclusión social»
Cambiaron de morada, pero no de vida. Estos desalojados ya no estarán en el paso de los turistas. Sin embargo, la solución, como ellos mismos se quejan, solo empeora aún más sus situaciones. «Aquí tengo algo de seguridad y de dignidad, me van a dejar en la exclusión social, valemos menos que unos conejos», se quejó Martin. No quiere irse.
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