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Estebana Cabrera Torres cultiva la variedad Gold en sus invernaderos situados en La Calabaza, en el municipio de Tuineje. Javier Melián / Acfi Press

A la rica y dulce piña tropical de Fuerteventura

Agricultura ·

Estebana Cabrera Torres cultiva en la finca La Calabaza, en el municipio de Tuineje, esta fruta tropical que se ha adaptado a Fuerteventura por, sobre todo, el tipo de suelo y las horas de luz

Catalina García

La Calabaza

Sábado, 25 de octubre 2025, 23:41

El olor dulzón da la bienvenida al entrar en los invernaderos de la finca La Calabaza, en el municipio de Tuineje, y confirma el cultivo de la piña tropical. Bajo la malla, no hace ni frío, ni tampoco calor, «es la claridad de Fuerteventura la que da el sabor a nuestras piñas tropicales», no duda Estebana Cabrera Torres al buscar la razón del sabor de su cosecha estrella.

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Entre las hileras de piñas tropicales del primer invernadero, se maneja Estebana (La Calabaza, 1977) dando detalles del suelo, salinidad del agua, horas de sol, tipo de abono, color de la fruta. Viéndola en su papel de agricultora, cuesta creer que, en realidad, su trabajo fue de asesora contable durante 22 años.

La muerta trágica de su progenitor, el empresario agrícola Paco Cabrera Cabrera, en 2018, le hizo dar un giro a su vida. «Desde luego no entraba en mis planes ocuparme de la finca de frutas y verduras de mi padre, pero me decidí a hacerlo por él».

La plantación de piñas tropicales se divide entre dos invernaderos. Javier Melián / Acfi Press

Estebana tenía 41 años cuando dejó de lado los números y se pasó de lleno a la agricultura. Y no de una finca cualquiera: la empresa agrícola se divide en tres suelos situados en La Calabaza, Tirba y Montaña Hendida. «Veinte y ocho hectáreas» -resucita la asesora contable que lleva dentro-, de las cuales la mayor extensión corresponde a La Calabaza, cruzada por el barranco del mismo nombre, cerca de Tesejerague, en Tuineje.

Una vez tomada la decisión de seguir adelante con la finca La Calabaza, a Estebana no le costó tanto. «Sigo manteniendo más o menos los mismos trabajadores y los cultivos también son los mismos de mi padre: varias variedades de tomate, papas, melón, sandía y piña tropical».

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Además, y muy importante en la agricultura de Fuerteventura, La Calabaza no sabe de cortes de agua. «Mi padre siempre fue muy precavido con el agua de riego y construyó unos buenos depósitos y presas de reserva hídrica».

David Castillo, marido de Estebana, que comenzó a trabajar en la finca de La Calabaza en 2012. Javier Melián / Acfi Press

Al gasto energético de la empresa agrícola le tocó a ella hacerle frente. En 2024, se pasó a la energía fotovoltaica, que es la que mueve la plantación a través de 110 placas solares. «La factura de la luz me bajó casi al 100%».

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De entre todas las frutas y verduras de la finca La Calabaza, el tomate de ensalada es el más rentable, por lo menos en kilos, como matiza esta empresaria agrícola. «Si la piña tropical diera todo el año, sin duda sería el cultivo más rentable, pero la cosecha se limita a unos pocos meses, de junio a octubre».

Su padre Paco trajo hace años unas piñas tropicales de Tenerife. Lo hizo de prueba, pero el cultivo se adaptó tan bien a Fuerteventura que, hasta el ingeniero agrícola que se lo recomendó, se quedó con la boca abierta.

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La razón de la adaptación de la piña tropical a la Maxorata reside en el tipo de suelo. «Esta tierra tiene el tipo de nutrientes apropiado, siempre bajo invernadero, sin sol directo, y con la claridad de Fuerteventura».

Esta fruta tropical lleva agua, no tanta como otros cultivos de La Calabaza. «Pero sobre todo requiere menos mano de obra, menos cuidados, que otros. Sólo hay que quitarle la hierba, que sale mucha en torno a las matas».

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Las piñas tropicales tardan de nueve meses a un año en salir, «que ya es tiempo, pero el precio final de la fruta en el mercado vale la pena». Es a razón de dos piñas por planta «y al tercer año hay que renovar las matas».

Ls piñas tropicales de Fuerteventura se consumen en Alemania. Javier Melián / Acfi Press

Los clientes sí que son iguales para las frutas y verduras de la finca: hoteles, supermercado Padilla y algunos particulares. «Salvo cuando empiezan a madurar las piñas, que la gente se entera y viene aquí a comprarlas. Hasta a Alemania llegan, que un cliente las envía tras pedirlas verdes para comerlas allí con todo su sabor».

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A estas alturas de su cambio de trabajo, Estebana ya le ve las ventajas a la agricultura. «Tengo mi propio horario, mis propias vacaciones, mayor flexibilidad a la hora de ocuparme de mis hijos. Alguna que otra cosa me quita el sueño, sí, pero como en cualquier otra profesión».

Para que el olor dulzón de la piña tropical se propague por el invernadero una mañana de jueves, hay que esperar a que la fruta empiece a amarillear. «Cuando comienza a madurar es cuando el aire huele a piña».

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