Del puerta a puerta a los podcast
Las formas de pedir el voto han dado un salto abismal tras el aterrizaje de las redes sociales en la vida de los partidos políticos
Una tensión arterial estable de los candidatos es la primera ventaja de la evolución de las maneras de solicitar el voto: del reparto de programas ... electorales puerta por puerta -que requería sentarse ante una taza de café hasta seis veces en la mañana- se ha dado el salto a los post en Facebook, los códigos QR para acceder a las promesas políticas, los hashtags del lema del partido en Instagram y los vídeos que 'llueven' en el móvil al menor despiste. Claro que los partidos políticos optan por mezclar las formas tradicionales con las de las redes sociales ante la duda de que es más eficaz, si una foto de toda la vida con las cabras en Feaga, si el podcast sobre el futuro del sector agrícola, ganadero y pesquero. O ambas, que apostaría hasta el director de campaña menos lúcido.
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Hoy, primer día de campaña oficial, los carteles de los candidatos sonreirán, con más o menos photoshop (qué rabia me doy que la primera opción que se me ocurre sea esa y no el simple y de toda la vida 'retoques'). ¿Se fija realmente alguien en ellos? que, por supuesto, es pregunta retórica. ¿O es más eficaz la misma sonrisa del político desde el Facebook?
La misma duda planea sobre el alcance real del método de reparto de los programas electorales: ¿código QR o el tríptico en papel? Esa disyuntiva es más fácil de resolver por que, primero, sólo activamos el QR del menú de los restaurantes; y, segundo, a ver si me encuentran al guapo o guapa que se lee el programa.
También habría que medir el poder de un mitin frente a los podcast: a ver quién va a Tindaya un sábado a mediodía a un mitin teniendo al lado la playa de Jarugo para el chapuzón, pues sólo se sabe yendo y contando (y no contabiliza el resto de la lista electoral que no sube al escenario). Sí es cierto que los posibles electores que oyen los podcast son fácilmente medibles -como todas las herramientas que confieren las redes sociales- por el poder de hacer un clic, pero le entra a una la duda metafísica de si oírlos conlleva votar a favor.
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Sin el barómetro del CIS que pueda alumbrar nada sobre la evolución de las maneras de pedir el voto y el impacto de la globalización y las redes sociales en ello, vaya por delante que se me saltan las lágrimas (políticas, claro) cuando veo la tradicional pegatina de un candidato en el cristal de un coche, cuando oigo bullir el café.
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