‘Me casé con un boludo’
A veces viene bien desconectar de una realidad que nos ofrece a diario mareas de sangre inocente y regalarnos un descanso momentáneo. Ese es, sin duda, el principal valor de Me casé con un boludo, una comedia romántica que, como gran parte del cine argentino, busca nuevos caminos para géneros tan transitados como este.
La película que nos ocupa es tremendamente boluda, tan simplona en apariencia como tremendamente divertida. Quizá por eso, por su capacidad de hacernos pasar un buen rato, arrasó en las taquillas de un país tan castigado como Argentina.
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La historia la firma Pablo Solarz, guionista de la deliciosa Historias mínimas y director de la película El último traje, rodada parcialmente en la capital grancanaria y aún pendiente de estrenar.
Una fantástica Valeria Bertuccelli da vida a Flor, una actriz nefasta que se ve envuelta en un romance con un galán de cine egocéntrico y narcisista, interpretado por Adrián Suar.
Con este punto de arranque, la comedia se interna en una disparatada historia de amor y odio, en la que se plantea nuestra capacidad innata para ponernos determinadas máscaras con las que adaptarnos a los distintos ámbitos de la vida. Porque ¿acaso nos comportamos igual en el trabajo, que cuando estamos con nuestros amigos o en la consulta del médico? Quizás todos seamos mejores actores de lo que nos pensamos, sobre todo en esa fase del enamoramiento en la que nos convertimos en auténticos boludos.
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