Leo que la prensa iraní no publica nunca fotos de mujeres iraníes sin velo. Lo leo, y lo vuelvo a leer, porque no lo había pensado nunca. Pero es así de simple. De normal. Allí. En un país donde las mujeres tienen prohibido mostrarse como son, vivir sin el sometimiento de las normas que dictan los hombres, la muerte de la científica Maryam Mirzakhani ha sido noticia más allá de la tragedia que supone el fallecimiento, a los 40 años, de cualquier ser humano, en este caso una brillantísima matemática, reconocida a nivel mundial, premiada, exiliada en Estados Unidos. Hasta el presidente iraní le ha rendido homenaje en su cuenta de Instagram a Mirzakhani y utilizado una fotografía de la fallecido sin la prenda obligatoria para las iraníes.
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No sé si este gesto supone algo. Si es solo eso, un gesto, o el comienzo de algo. Pero lo cierto es que Irán, un país donde las mujeres apenas tienen derechos, ha mostrado públicamente su reconocimiento a una mujer que no portaba velo, independiente, trabajadora, exitosa, a Maryam Mirzakhani, iraní y primera y única mujer en recibir la Medalla Fields –equivalente al Nobel–.
Vuelvo a leer en la prensa que se definía como una «matemática lenta», lo que iba unido a su perseverancia y tenacidad, a su capacidad para darle la vuelta una y miles veces, las que hiciera falta, a un problema. Pero en realidad eso contrasta con el otro adjetivo que las crónicas le endosan una y otra vez, la rapidez. Y es que su carrera, su vida, fue fulgurante. Muy joven comenzó a destacar en su Irán natal, hasta recalara en Estados Unidos y hacer carrera en la prestigiosa Universidad de Stanford.
¿Y por qué cuento todo esto? Pues porque esta mujer iraní alguna vez afirmó que aceptaba los premios, los reconocimientos de los que era tan merecedora, solo pro si podía servir de ejemplo a alguien, a otras mujeres. Pero a a veces, la mayoría, no hace falta pregonarse para ser modelo para otros, puede que incluso lo sea, en silencio, para buena parte de su pueblo, o de las millones de mujeres oprimidas cuyo talento nunca conoceremos pero que, sin duda, lo tienen. El rector de la Universidad de Stanford, Marc Tessier-Lavigne, lo ha expresado mejor que yo. «Maryam se fue demasiado pronto, pero su legado permanecerá en las miles de mujeres a las que inspiró. Era una brillante teórica y también una persona humilde que aceptó honores solo en la esperanza de que podrían animar a otros a seguir su camino».
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