Cuando el miércoles 19 de julio a las 12.30 horas la secretaria general del PP de Canarias, María Australia Navarro, daba por rotas las negociaciones con Coalición Canaria y renunciaba a entrar en el Gobierno de Fernando Clavijo, definía los dos próximos años que quedan de legislatura, pero, además, daba un paso más para consumar el proceso de desgaste de la formación nacionalista, un proyecto que puede acabar en la oposición o en la cuneta de la historia del archipiélago después de 35 años ininterrumpidos de hegemonía.
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Por primera vez en la historia reciente de la democracia en Canarias, un partido político, el PP, renuncia a entrar o apoyar a un Gobierno de Coalición Canaria y prepara, con toda la oposición, una estrategia de desgaste que se suma al deterioro que sufre desde hace años la formación que ahora lidera Fernando Clavijo. ¿Por qué el PP no ha querido salvar a CC en un momento delicado de su historia reciente? ¿Considera que ha llegado la hora de pasar página en Canarias? El PP está en una operación de cambio de régimen político que consumará propiciando una nueva ley electoral que acabe con la triple paridad que sustenta una situación anómala: que un partido que ha perdido las elecciones gobierne Canarias con 18 diputados.
Son variados y distintos los factores que están haciendo mella en CC, entre otros la crisis de ATI, la formación creada por un grupo sólido de empresarios de Tenerife a los que la acción de la justicia y la perseverancia de algunos políticos de la oposición, especialmente un sector del PSC-PSOE, ha colocado al borde de la más cruda crisis de su historia. Se podría decir, sin miedo a equivocarnos, que gran parte del viejo régimen de ATI y sus líderes, han caído, presos de sus propios negocios hechos al calor de la protección gubernamental y en la más absoluta ilegalidad. Nombres como el de Antonio Plasencia o Ignacio González, unidos al destino de ATI junto al de una élite de políticos y altos funcionarios, lloran ante las cenizas de su imperio.
Otros, que han logrado salvarse de la acción de la justicia, han quedado muy tocados en su prestigio y se agarran a la nueva ATI, la de Fernando Clavijo, Carlos Alonso y Rosa Dávila, el núcleo duro que manda en CC y desde el que tratan de salvar los restos del naufragio con una vuelta a las esencias, al insularismo puro, ese que, paradojas del destino, se ha descontrolado, se ha impuesto a la debilitada ATI y ha dado un sonoro revolcón al presidente del Gobierno de Canarias obligándolo a vivir en soledad y vapuleado por todos en la última etapa de su primera, y quizás última, legislatura.
En medio, entre la vieja ATI y la nueva, hay que destacar la figura de Paulino Rivero. Su nombre resuena en la cabeza de todos como traidor de sus esencias. El expresidente del Gobierno, durante ocho largos años, laminó lentamente a los creadores y señores de ATI, a los guardianes de las esencias del chicharrerismo y desmontó alguno de sus más significados chiringuitos, entre ellos Cajacanarias, el emporio desde el que se ha desarrollado y sostenido gran parte del régimen y cuyos máximos exponentes se han ido de rositas en asuntos como el de Las Teresitas, gracias a la benevolencia o a la caridad de parte de ese mismo régimen de funcionarios que ha colaborado con ellos. Desde aquí es desde donde hay que entender el desprecio más absoluto que la cúpula de ATI siente hacia Rivero, al que han mandado al ostracismo más absoluto negándole cualquier puesto como expresidente del Gobierno, público y privado, y con todo tipo de presiones.
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La figura de Paulino Rivero es clave para entender la crisis de ATI, pero también para comprender parte de la reciente historia de CC. Rivero, desde la Presidencia, quiso hacer un auténtico partido nacionalista, en el que sus ideales y sus órganos centrales tuviesen la suficiente fuerza para contrarrestar el insularismo, consciente del declive de su formación en las urnas. Conviene recordar estos datos para entender la preocupación de CC ante su caída. En las elecciones de 1995 obtuvo 261.402 votos, el 32,85%; en las de 1999, 306.658 votos, el 36,93%; en 2003 obtuvo 304.413 votos, el 32,9%; en 2007 bajó a los 225.878 votos, el 24.14%. En 2011 se mantuvo con 225.948 y el 24,94% pero en 2015 obtiene la cifra más baja de su historia con 165.446 votos, el 18,02%. Es decir desde las elecciones de 1999, en las que obtuvo el máximo de su representación en la serie histórica, a las últimas, CC ha perdido la friolera de 141.222 votos. Exactamente lo mismo ha ocurrido con las elecciones nacionales, donde mantiene una sola diputada con escasos sesenta mil votos obtenidos en su reducto, Tenerife.
Hay que tener en cuenta en este proceso de deterioro que la ruptura de Román Rodríguez en 2005 fue un duro golpe que privó a CC de los votos de Gran Canaria, isla en la que Nueva Canarias ha mantenido la hegemonía.
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Tras el descalabro de la últimas elecciones autonómicas (mayo 2015) el partido se plantea una renovación en profundidad sustentada en la renovación, que estaba de moda en ese momento, y «más nacionalismo», para recuperar electorado. De hecho, su secretario general, José Miguel Barragán, lanza una reflexión interna en este sentido que queda en nada. Era imposible la renovación y el cambio en una organización en crisis, decidida a replegarse sobre sí misma, a afrontar el desgaste volviendo a los cuarteles de invierno, a los viejos mecanismos que habían funcionado perfectamente en el pasado. En momentos de crisis no hay que arriesgar. ATI vuelve a imponer su voluntad y lo que surge de su seno para toda la organización, es un rearme del viejo inusularismo, ahora disfrazado de neoinsularimo, dotado hasta de un cuerpo doctrinal que se encarga de engordar el exsocialista Casimiro Curbelo, ahora al servicio de ATI.
El presidente del Gobierno, a su vez presidente de CC en Tenerife, lo pone en marcha desde la presidencia del Gobierno sin esperar a que se decida en su congreso el destino del partido. El pacto en muy simple y vuelve a las esencias. Los presidentes insulares mandan en su isla. El presidente del Gobierno se pone a sus órdenes y distribuye el poder y los fondos autonómicos en función de las cuotas internas. Es así como Fernando Clavijo busca fondos e instrumentos legales para el rearme.
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El Fdcan, los 160 millones de la extinta ITE, sirven para repartir a la vieja usanza, pero también se tira mano del dinero de los planes de empleo, de las inversiones y de los fondos sociales. La triple paridad, el viejo modelo electoral que ha mantenido a CC en el poder a pesar de ser la tercera fuerza política en votos, se impone como modelo de reparto de los fondos de todos los canarios beneficiando a los caciques isleños y en contra de la gran población asentada en las islas mayores. Paralelamente, desde las entrañas del Gobierno y con dinero público, se articula un plan de comunicación que, básicamente, consiste en disfrazar con el interés general la desviación de recursos hacia lasislas menores para pagar la cohesión y fidelidad. La RTVC, se pone al servicio del Gobierno mientras se entretiene con lisonjas y promesas al resto del personal.
Con lo que no contaban los socios insularistas de CC era con los errores de estrategia política de Fernando Clavijo, los que lo han llevado a la situación de minoría y debilidad política con la que afronta los dos próximos años. Clavijo firmó un pacto con el PSOE que no le gustaba, forzado por la aritmética parlamentaria. Con José Manuel Soria pululando en su entorno e influyendo como todopoderoso ministro en sus decisiones, todo apuntaba a un pacto rápido y seguro con el PP, sin calcular la variabilidad diaria y la inestabilidad constante del escenario político. Clavijo se quedó sin Soria, ocupó su lugar rápidamente entre el empresariado, sobre todo el de Gran Canaria, avergonzó a los socialistas en su Gobierno y los echó sin repuesto previsto, sin calcular que el nuevo PP podría tener intereses distintos, y sobre todo, que el valor de su voto en Madrid disminuía al echarse en manos del PP canario, mientras que el de Nueva Canarias tenía cada día más relevancia y poder y estaban dispuestos a explotarlo.
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Clavijo también pudo sentir en sus carnes las consecuencias del insularismo desde el que trató de salvar a su partido. Quiso un pacto de estabilidad, pero sus hienas, de las que es rehén, querían su parte de la presa. Ahora está solo, ante su partido, al que tendrá que seguir alimentando para sostener el delicado equilibrio en el que se sustenta. También está solo para defenderse ante todos y tendrá que soportar una dura etapa con reiterados ataques, porque él es la cabeza visible de un régimen que se desmorona, si no ponen remedio.
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