Un día de la pasada semana mientras caminaba, cerca de la orilla, por la zona de la Cícer, observé a un surfero que apuraba sus últimas caladas a un cigarro antes de lanzarse con su tabla al agua. Me sorprendió por la contradictoria combinación joven deportista-fumador que no suele ver entre las varias decenas de practicantes de este deporte que pueblan todo el año esta zona de Las Canteras. Y me llamó la atención, también, por pensar qué iba a hacer con la colilla, ¿tirarla al mar?, ¿enterrarla en la arena? ¿ponerla provisionalmente en algún lugar bien visible para luego, tras la salida del agua, recogerla y depositarla en el lugar adecuado?
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Es verdad que Las Canteras está más limpia que en el pasado. Que los distintos grupos de gobierno municipales se han esforzado por conseguir la mejor imagen de esta emblemática zona de la ciudad. Que muchas personas fumadoras recogen sus colillas antes de abandonar la playa. Que la conciencia cívica es mucho mayor. Y que ya no se da el espectáculo lamentable de botellas, envases de yogur, bolsas de plástico... habituales en un pasado no tan lejano.
Es justo recordar el importante papel jugado por el doctor y senador Gregorio Toledo. Sus campañas de concienciación (Canario, cuida tus playas), desarrolladas a finales de los años setenta y comienzos de los ochenta del pasado siglo, significaron una importante movilización social y un enorme salto adelante en este sentido de asunción de responsabilidades, de civismo, no sé si suficientemente reconocido. Pacuco Bello, un gran enamorado, un enorme defensor de Las Canteras, que también formó parte de aquel proyecto de generación de conciencia, lo señalaba en una entrevista hace unos años en miplayadelascanteras.com - miplaya
Pero sigue habiendo gente que no aprecia los espacios públicos, que se olvida de llevarse la basura generada. No solo en la playa. También en parques y calles. Entre ellos, fumadores varios.
opiniones. Ahora, el Ayuntamiento capitalino pregunta a la ciudadanía si se debe acotar o no lugares de la playa, liberándolos de los humos del tabaco. Supongo que, como en casi todo, habrá opiniones para todos los gustos. Y que nos encontraremos, incluso, con los que esgriman su sagrado derecho a la libertad de fumar, aunque el resto inhalemos parte del producto y, además, y en muchos casos, tengamos que soportar las colillas abandonadas en la arena.
Me acordé de la, a mi juicio, tan enorme como artificial polémica que se planteó cuando el entonces presidente Zapatero endureció sustancialmente la ley contra el tabaco. Impidiendo que se fumara en los locales que no estuvieran al aire libre. Lo que ha mejorado mucho la habitabilidad de restaurantes y bares, donde hasta entonces se convertía en obligados fumadores a todos los que accedían a los mismos, incluidos niños y niñas.
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Escuché entonces apocalípticos discursos sobre las terribles consecuencias económicas de la medida, el inmediato hundimiento del sector de la hostelería, las decenas de miles de personas que irían directamente a engrosar la cifra de desempleados, el brutal ataque que suponía a las libertades individuales... cosa que por lo visto no pasaba cuando un fumador ahumaba al resto en el ejercicio de su libertad frente a la de los demás. Incluso alguno trasladó el asunto a las normas de tráfico y mostró su indignación por el uso obligatorio del casco o del cinturón, que también menguaba, al parecer, su sacrosanta libertad.
marías. El líder de la oposición de entonces y hoy presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, fue, como no, crítico con los, en su opinión, excesos de la ley; y planteó la necesidad de suavizarla, permitiendo fumar en algunos establecimientos. «La nueva ley antitabaco me parece fascistoide en sí misma y atentoria contra las libertades» llegó a afirmar Javier Marías, tan impertinente como seguro de poseer la verdad verdadera; entonces contra la legislación anti tabaco, hoy contra las feministas y otros movimientos progresistas, siempre agrio, agresivo y malhumorado.
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Estudios posteriores han confirmado que la referida ley ha impactado, especialmente, en primer lugar, en la salud de los trabajadores y las trabajadoras de hostelería, así como en la de los clientes no fumadores que se han librado de inhalar humo obligatoriamente por gentileza de quienes adoran el tabaco. Y, por cierto, ni el mundo ni el sector hostelero español se hundieron. Al contrario, hoy goza de una excelente salud. También financiera.
Jaime Pinilla, profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, señala en ¿Cómo legislar para promover la salud pública? Los casos del tabaco y los accidentes de tráfico, que «la regulación de espacios libres de humo sin excepciones consiguió que muchos fumadores encontraran un aliciente para reducir o abandonar su consumo de cigarrillos, ya que la existencia de entornos libres de humo contribuye notablemente al proceso de abandono. Además, en la medida en que disminuye el número de adultos fumadores y se amplían los espacios sin humo de tabaco, también cambia la percepción social del tabaquismo en los menores».
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Apunta, asimismo, a que tanto en el caso del tabaco como en el de los accidentes de tráfico no es muy útil aplicar solo medidas disuasorias. Hay que acompañarlas de medidas de penalización real. «Las leyes parciales tuvieron un efecto débil, solo la restricción total funcionó», concluye Pinilla.
Creo que entre más espacios rescatemos para vivir sin humos, en este caso los procedentes del tabaco, mejor viviremos. Con las medidas restrictivas nos beneficiamos todos los seres humanos. También los propios fumadores que por un rato se ven obligados a dejar de lado su peligroso hábito. Lo que hoy nos parece raro, termina por ser normalizado. ¿Se acuerdan ustedes cuando se podía fumar en los centros de trabajo, en las aulas escolares, en los aviones, en los cines y hasta en los hospitales?
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Afortunadamente todo eso es ya pasado. Y se puede y se debe seguir avanzando. Por eso, voy a opinar en el proceso participativo impulsado por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para decidir si se establecen zonas libres de humo en la playa de Las Canteras. El sentido de mi voto está muy claro.
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