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Nacionalismo útil

Hoy perviven cuatro nacionalismos con cierta fuerza en las comunidades autónomas: el catalán, en primer plano en los últimos años, y en vísperas de unas relevantes elecciones en diciembre en las que aparece con expectativas de mayor apoyo, según todos los sondeos, la ERC de Junqueras. El vasco, aliviado con el fin de ETA, con un PNV reforzado y capaz de enfrentarse pero también de llegar a acuerdos con el Gobierno central, como vimos en los PGE para 2017 y veremos, muy probablemente, en las cuentas públicas estatales para 2018; y con EH Bildu manteniendo las posiciones más radicales. El gallego, debilitado y que se mueve entre el BNG, que resucita tras su hundimiento en 2015 y 2016, y las fuertes contradicciones internas de las Mareas. Y, en fin, el canario, también con diversas tendencias y que ha ido retrocediendo en apoyo en las urnas.

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Pero el nacionalismo también ha crecido en el período reciente en la Comunidad de Navarra (fuertemente fraccionada en dos grandes identidades colectivas). El periodista Javier Ortiz dijo en una ocasión que no había «una sola Navarra. Hay, por lo menos, dos. Hay una Navarra que es íntegramente vasca, hasta la caricatura... Pero hay otra Navarra. U otras. Abajo, en la Ribera, hay momentos en los que uno se siente en Álava. En otros crees estar en La Rioja. Y pegando al este, en Aragón. También por paisaje, por arquitectura, por población y por idioma».

Y, asimismo, según distintos estudios sociológicos, el nacionalismo cuenta también con presencia, aunque en mucho menor medida, en Baleares o en la Comunidad de Valencia.

En 1999, el nacionalismo canario, agrupado en Coalición Canaria, llegó a alcanzar el 36% de los votos en las autonómicas. Luego vendría la ruptura, con el nacimiento de Nueva Canarias en 2005; y, años más tarde, la desaparición del CCN. En 2015, entre CC y NC sumaron el 28,44%. CC perdió entonces un 26% respecto a 2011, mientras que NC subió más de un 13%.

Durante ese período, entre 1999 y 2015, el sentimiento identitario ha retrocedido unos quince puntos en las Islas; bajando en seis puntos porcentuales los que se consideran solo canarios y reduciéndose en nueve los que afirman ser más canarios que españoles.

Luego, junto a CC y NC, hay otras formaciones en ese mismo espacio canarista. Como Somos Lanzarote, con un gran componente joven y que se abre paso en el complicado panorama político conejero. O Sí Se Puede, que recientemente ha dado el salto fuera de Tenerife, pero que, en medio de contradicciones, continúa formando parte, al menos en las instituciones, de un proyecto político estatalista como Podemos.

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¿Y el independentismo canario? Nunca ha tenido peso político ni apoyo social ni electoral. Ni en los momentos más rupturistas, en el final del franquismo y la transición, ni en la actualidad. No le ha ayudado, sin duda, su intento de emulación de procesos de liberación nacional que se produjeron en el cercano continente africano y que poco o nada tenían que ver con la sociedad canaria de la segunda mitad del siglo XX. Ni, tampoco, liderazgos mesiánicos.

Autodeterminismo

Tras un primer nacionalismo fuertemente vinculado a la izquierda y con reivindicaciones autodeterministas a finales de los años setenta y principios de los ochenta, con UPC como expresión más acabada, la unidad de sectores de la izquierda canaria con otros procedentes de la debacle de UCD da origen a CC, que comienza a gobernar en el año 1993; y hasta la fecha. Y que llega, también, a tener un grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados.

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El nacionalismo ha sido útil para Canarias. Ha logrado arrancar al Estado reivindicaciones significativas. Desde la participación estatal en la financiación de las carreteras canarias – a lo que los gobiernos españoles se negaban- hasta los planes de empleo, de infraestructuras educativas o el correspondiente a las turísticas, constituyen éxitos de CC, sin duda. Como ahora sucede con el logro de Nueva Canarias con relación al abaratamiento de los viajes aéreos y marítimos entre las Islas.

Cierto que arrancar exigencias al poder central ha sido más fácil cuando en Madrid no había mayorías absolutas y se precisaba de una amplia variedad de apoyos parlamentarios para garantizar la gobernabilidad. O para evitar prorrogar, con los daños que ello supone, las cuentas públicas. Como ha ocurrido con los Presupuestos Generales del Estado para 2017, sin ir más lejos. O con distintos momentos de entendimientos puntuales anteriores con gobiernos socialistas o conservadores.

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Y, ayer y hoy, cuatro, tres, dos o un diputado han sido más influyentes, más determinantes para conseguir recursos para el Archipiélago, que los mucho más numerosos que se sentaban en las bancadas de sus respectivos partidos estatales, fueran PSOE y PP, hasta los comicios generales de 2015, o ahora también Ciudadanos o Podemos.

En alguna ocasión he intentado definir al nacionalismo canario que, en mi opinión, se precisa en este siglo XXI. Un nacionalismo moderno, acogedor, social, medioambiental, democratizador, participativo, impulsor de la igualdad, europeísta, abierto al mundo, mestizo y autonomista radical.

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autocrítico. Un nacionalismo más autocrítico y exigente en su tarea de gobernar Canarias. No es de recibo que nuestra Comunidad tenga tan altos niveles de desigualdad, elevado paro y pobreza, así como insuficientes niveles educativos tras 34 años de autonomía y 24 de ejecutivos nacionalistas. El maltrato de Madrid no puede esconder las a menudo malas decisiones propias, las incorrectas gestiones, las políticas erráticas.

Sinceramente, yo no sueño con unidades nacionalistas, como las que siempre propone de forma bien intencionada, estoy seguro, el profesor Juan Manuel García Ramos. Creo que es un planteamiento forzado. Hay diferencias notables entre las dos grandes fuerzas nacionalistas canarias en temas tan sensibles como el territorio y el medio, los impuestos, las energías renovables, la ley electoral o los servicios públicos. Basta con hacer un seguimiento del Parlamento canario para visualizarlas.

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Pero, eso sí, me planteo si una Comunidad pequeña, alejada, fragmentada y débil como la nuestra, que no tiene ni de lejos el peso político de Cataluña o Euskadi, no precisa de una acción consensuada y conjunta de sus organizaciones nacionalistas en los ámbitos estatal y europeo. ¿Es factible y/o necesario ese nivel básico de entendimiento?

«El nacionalismo ha sido útil para Canarias. Ha logrado arrancar al Estado reivindicaciones significativas»

«Hay diferencias notables entre las dos grandes fuerzas nacionalistas canarias en temas tan sensibles como el territorio y el medio, los impuestos, las energías renovables, la ley electoral o los servicios públicos».

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