El negocio es el negocio. Y más si hablamos de fútbol, uno de los pocos ámbitos laborales donde sus trabajadores pueden cotizarse en un mercado de competencia perfecta. Cada temporada, en función de su juego, revalorizan su caché o se van a la calle. No todos los sectores permiten esa eficacia en tu valor. Pero el balompié sí. Y la globalización hace el resto. Jonathan Viera tiene la mente puesta ya en China y a tenor de los datos de la operación tanto para él como para el club, se antoja irresistible. Pero la reflexión es obligada: ¿hasta qué punto no se ha perdido el aroma clásico del deporte?, ¿cuándo se ha desmadrado el mundo de los fichajes? Se compra y se vende con una facilidad pasmosa. Y la cantera del equipo de turno, si es que la cuida, se convierte en una factoría de inversiones. Es lo que hay.
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A buen seguro, aquí nadie puede competir con la tentadora oferta del fútbol chino. Y Viera pensará que por irse unos años y luego volver a su tierra con los bolsillos llenos, hace que merezca la pena el viaje y la estancia de lujo en tierras asiáticas. La marcha de Viera supondría, junto a la de Roque Mesa el pasado verano, el cierre de una etapa.
Con todo, si se pagan esas cantidades (lo digo por el dilema ético que otros, por supuesto, no verán) es porque alguien quiere darlas. Creo que hay una burbuja del fútbol, como la hubo con las viviendas en la España del crédito fácil, y que antes o después tendrá que estallar por mucho que los derechos de televisión permita semejante toma y daca. Si de algo puede presumir por último en su gestión Miguel Ángel Ramírez en la entidad amarilla es de tener las cuentas saneadas. Un tema impensable no hace mucho. Que la plantilla, especialmente tras este pasado mes de enero, esté irreconocible es otro cantar. Viera se irá porque las reglas son las que son. Y el dinero prima. Lo que no quita un cierto desencanto con un fútbol, reinante hasta la década de los ochenta y apurando los noventa, que ya no existe. Cuando todo era más local, más manejable, más romántico si lo prefieren decir de otra manera. Ahora es Viera y China, dentro de un tiempo serán otros nombres isleños los que partirán tan lejos para engrosar ligas que nada tienen que ver con las estampas que coleccionábamos siendo niños. Otra era. Más sofisticada, más cara. Y muy remota, por cierto, a los cursos vividos en el Estadio Insular. Aquello era de andar por casa, nunca mejor dicho.
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