Sigue Pedro Sánchez con su particular geometría variable, ese eufemismo que se ha puesto de moda para explicar a lo que no estábamos habituados en este país: cuando gobierna un Ejecutivo sin mayoría clara, pues quienes contribuyeron a la investidura unas veces y otras no, lo que toca es buscar acuerdos a diestra y siniestra. Que es exactamente lo que está haciendo el presidente, con la aquiescencia, dicho sea de paso, de Unidas Podemos. Después de todo, con lo mucho que le costó a Pablo Iglesias y los suyos llegar al poder, está claro que no lo van a dejar escapar a las primeras de cambio, incluso si el precio para ello es aceptar a Ciudadanos como animal de compañía.
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En ese singular juego de hoy soy de izquierdas, mañana me congracio con los centristas y pasado hago guiños al nacionalismo más soberanista, Pedro Sánchez se puso el traje de izquierdas y anunció una subida de impuestos. No concretó más allá, más el habitual compromiso de que pagarán más lo que más tienen, pero lo hizo a modo de refrendo de que la hoja de ruta del pacto PSOE-Unidas Podemos sigue intacta. Claro que habrá que ver si consigue mayoría para sacar adelante esas medidas, con el añadido de que, además de las reformas fiscales, Sánchez tiene que superar la prueba de unos presupuestos estatales, y ahí solo le quedan dos opciones: o lo saca adelante con Ciudadanos y el PNV, más Podemos, lo cual es complicado pero posible, o lo hace sin Ciudadanos y recuperando a ERC como aliado preferente. ¿Qué elegirá? Seguramente ni él lo sabe a fecha de hoy, de manera que habrá que esperar a los acontecimientos en Cataluña, donde se barrunta elecciones tras el verano. Antes de eso tocan los comicios en Euskadi, una partida donde lo interesante no es quién gana, pues se da por hecho que será el PNV, sino si el partido de Urkullu elige a los socialistas como aliado para la gobernabilidad o se embarca en un experimento con Bildu, con quien compite por el voto nacionalista. Si a Urkullu le da también por la geometría variable, entonces todo se puede complicar bastante para Sánchez.
Y en ese juego de hoy soy esto y mañana parezco lo contrario, Sánchez va recuperando los puentes rotos con los empresarios. A fin de cuentas, tiene en su mano las ayudas para compensar el desbarajuste económico por la covid y atesora, sobre todo, una especie de bomba atómica para la patronal: una posible reforma laboral. Y ya se sabe que el valor del arsenal nuclear no reside en utilizarlo, sino que el otro sepa que el contrario lo tiene.
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