Para mayor regocijo del respetable madrileño, las campanadas de fin de año en la Puerta del Sol van a repetirse una hora más tarde cuando termine el mes de diciembre. El público local ultramarino no notará vibración distinta a la de ediciones anteriores, porque se verá sometido al efecto de la retroactividad inversa. Esto es, un sonido emitido a tres mil kilómetros de distancia se oirá en el Archipiélago cuando en realidad se ha producido una hora después.
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Será una especie de vengancita, después de tanto tiempo viendo por adelantado cómo los años escapan antes por la meseta. Ahí ha estado fino el presidente del Gobierno canario, noches en vela urdiendo el modo de conseguir que le hagan caso en los asuntos capitales.
Clavijo debe entender que la estrategia del campanazo no es nueva, ni lo hace distinto al resto de actuales gestores públicos. En política se puede ser gracioso si el chiste, la broma o la alegría es rentable para el votante medio. Por ejemplo, ahí está el gran Ángel Víctor Torres haciendo prácticas de estadista en los pasillos de los ministerios. será bueno que lo vayan conociendo, porque cuando llegue, si es que algún día llega, se van a enterar en Madrid. Lo de menos, por ahora, es que lo ignoren.
En este caso, antes de echar las campanas al vuelo deben ordernarse una serie de premisas capaces de enmendar el atraso acumulado en las Islas. No es sólo cuestión de dinero. Respetarse un poco más entre canarios ayudaría sin duda a ser respetados también por esos mares de afuera.
Cataluña, y el País Vasco son las únicas comunidades donde los nacionalismos regionales mandan tanto como en Canarias, con una sola diferencia. A ellos les atienden en los despachos del Estado sin necesidad de tocar badajos en la plaza mayor
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