Todo resulta medible. Incluso, por lo que parece, la felicidad. Hay hasta ranking por países elaborados por distintas instituciones. En el último informe, presentado este año 2017, de La Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible (Sustainable Development Solutions Network, SDSN) de las Naciones Unidas, el listado lo encabeza Noruega (con 7.537 puntos), seguida de Dinamarca (7.522), Islandia (7.504), Suiza (7.494) y Finlandia (7.469). Me deja helado. Parece que hay una correlación entre el frío y la felicidad que me cuesta trabajo asimilar. Pero es que, hasta completar los diez primeros, a continuación aparecen Holanda, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Suecia, la mayoría de ellos también agraciados por el buen tiempo.
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Pero se le puede buscar otras caras. Por ejemplo, la relación con la educación. Y entre los diez estados con una población con mayor nivel educativo aparecen Canadá, Nueva Zelanda, Finlandia y Australia. Y, enredando más el asunto, incluso la fiscalidad. Entre los países con mayor presión fiscal de la Unión Europea se encuentran Dinamarca (12 puntos más de presión fiscal en porcentaje del PIB que España), Suecia y Finlandia, los tres en la lista de los más felices.
Por lo tanto, se puede tener un alto nivel educativo y pagar una media del 47% de impuestos y ser plenamente felices. Aspecto este, el de la responsabilidad fiscal, que habrá que explicárselo de forma muy detallada a defraudadores y evasores varios. En España y en Canarias, sin ir más lejos.
De los diez países más felices del mundo, seis son europeos. Y ninguno africano ni asiático. Estados Unidos ocupa la decimocuarta plaza. Y entre los puestos 16 y 19 se encuentran, por este orden, Alemania, Bélgica (eligió bien, por tanto, Carles Puigdemont), Luxemburgo y Reino Unido.
Con relación a América Latina, el mejor situado, en un brillante duodécimo lugar es Costa Rica (esa rara nación centroamericana sin ejército y que cuenta con una de la mayor biodiversidad del mundo), por delante de Chile (20) y Brasil (22); y a la cola, Honduras (94) y Haití (145).
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Corrupción.
Seis factores son analizados para elaborar el curioso ranking, a saber: ingreso per cápita, salud y expectativa de vida, la libertad de tomar decisiones en la vida, la generosidad (donaciones a ONGs), el apoyo social (oportunidad de recibir ayuda de familiares o amigos en caso de tener problemas) y la percepción de la corrupción de administraciones y empresas por parte de los ciudadanos. Último aspecto este, el de la corrupción, que hace imposible que España se sitúe en los lugares de cabeza del listado, pese a tener, sobre todo en algunas zonas, un clima agradable y elevada esperanza de vida. Los Bárcenas, la Gürtel, los sobresueldos y los tres por ciento españoles y catalanes arruinan cualquier expectativa.
De hecho, España aparece en el puesto 34 (6.403 puntos), por detrás de Francia (31) pero por delante de Italia (48). También nos superan en felicidad varios países latinoamericanos, como Argentina, México (pese a ser uno de los estados más violentos el mundo), Uruguay, Guatemala o Panamá.
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La calificación de más infelices del planeta se la llevan Ruanda, Siria, Tanzania, Burundi y, el más infeliz de los infelices, la República Centroafricana, en el puesto 155.
Sus autores señalan que este ranking sirve como «medida adecuada del progreso social». Y aseguran que cada vez más gobiernos, tanto estatales como locales, «utiliza los datos y análisis sobre la felicidad en la búsqueda de políticas que puedan ayudar a mejorar la vida de las personas. Los gobiernos miden el bienestar subjetivo y utilizan las investigaciones realizadas sobre el tema como guía para diseñar los espacios y servicios públicos».
CIS.
Junto a los estudios, como el de SDSN, que analizan distintos datos objetivos para tratar de medir la felicidad de un país, se encuentran otras investigaciones que preguntan directamente a la gente sobre su grado de felicidad. Esto es lo que hace periódicamente el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), con una escala de 0 a 10, en la que 0 sería sentirse «completamente infeliz» y diez mantener los máximos niveles de felicidad.
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Y, si hacemos caso a lo que los españoles y españolas encuestados afirman, el grado de felicidad es muy alto. En el último informe, el del pasado octubre se sitúa en una media del 7,73. Y solo el 10,9% se sitúa por debajo del 5. Son datos superiores a los de los anteriores informes realizados en el mismo mes de los tres años anteriores: 2016 (7,56), 2015 (7,47) y 2014 (7,18). Cabe concluir que la felicidad va en progresivo aumento. No sé si por la percepción de salida de la crisis económica, aunque luego, en los mismos estudios, la gente de la muestra se manifiesta especialmente crítica con las expectativas económicas y políticas.
Por posición social, dicen sentirse más felices los que se reconocen como integrantes de las clases más altas; y menos los que forman parte del grupo de obreros no cualificados. Las diferencias son pequeñas entre mujeres (7,71) y hombres (7,76) y los grupos de edad que afirman ser más felices son los de 25-34 años y 35-44 años, ambos con un 8, y el más infeliz, el de 65 y más años (7,5). Respecto al nivel formativo, los más infelices son los que carecen de estudios (7,33) seguidos de los que solo tienen Primaria (7,57). Los más felices, los que tienen la segunda etapa de la Secundaria.
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Por último, si nos fijamos en la adscripción ideológica de los entrevistados, los que se consideran de extrema derecha son los que, según el informe del CIS de octubre de 2017, reconocen un mayor grado de felicidad en sus vidas, con puntuaciones por encima del 8. Es verdad que son muy pocos, apenas un 3% por ciento, los que se sitúan en este lugar del espectro ideológico. Por partidos, los votantes más felices son los de CC (8,56), Bildu (8,10) y Ciudadanos (8,07); los menos, los de En Comú Podem (7,28) y CDC (PdCAT), con 7,53.
Claro que habría que preguntar a cada uno de los encuestados cuál es su particular visión, qué entiende por felicidad. Para unos será compartir tiempo con amigos y familia, para otros poseer bienes materiales. Tener salud. Poder viajar. Disfrutar de un buen entorno laboral. O una combinación de muchos factores y situaciones.
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Respecto a la felicidad, no sé si alguno se atrevería a responder como lo hizo en su momento Fernando Fernán Gómez. Según el periodista Jesús Quintero ha contado en varias ocasiones, tras preguntarle alguien si era feliz, el actor y director contestó: «¿Feliz yo? ¿pero por quién me ha tomado usted?».
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