Esperando a Araujo

Dicen algunos que hubo pitos. Yo solo escuché aplausos desde el sector de la grada en la que estaba. Entró Sergio Araujo al campo e ilusionó a la afición, hacía tiempo que se le esperaba. Es uno de esos nombres que están lindados a la historia más reciente de la Unión Deportiva Las Palmas: un equipo ascensor que la temporada pasada protagonizó una opereta. Para mí Araujo es más un mediapunta que un delantero centro, si acaso vale de nueve si se está en Segunda División pero en la máxima categoría no funciona en esa posición. No todos valen para la soledad del atacante. En cierta medida, me recuerda a Toni Robaina que hizo de estandarte del público amarillo cuando el equipo transitaba por aquellos duros años de la Segunda División B.

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A Araujo se le quiere siempre y cuando sea consciente de la situación. A estas alturas, lo suyo es que haya aprendido la lección y madurado tras el incidente de la farra nocturna junto a Nauzet Alemán que acabó en pelea. Este último no ejerció de protector del primero cuando era su deber por edad y veteranía, y lo metió en un tinglado que acabó en cita judicial con paseíllo para Alemán. Por cierto, de los provocadores en la discoteca nada se sabe ni nadie los recuerda pero el manchón que desde entonces acarrea ambos todavía sigue latente. La popularidad (y un futbolista la pasea por la calle allá donde vaya y a toda hora) conlleva un precio. Es lo que tiene ser famoso ante las masas. Y, en congruencia, el club exige respeto a la entidad en el cuidado del civismo. De ahí, que las influencias de los familiares y personas cercanas a Araujo u otros sean decisivas. Hay deportistas que se echan a perder o financieramente se arruinan con el tiempo porque algunos en el camino los han desplumado entre cariñitos y falsos sentimientos. Una tónica que se repite a modo de clásico y, de hecho, conocemos casos de sobra que por intimidad y respeto mejor no retratar.

Lo único a reseñar del encuentro el sábado ante el Alcorcón es el regreso al campo de Araujo. De momento, la Unión Deportiva no arranca y no consigue el ritmo que se le espera a una entidad que anhela competir por el ascenso directo. La temporada es larga y todavía queda mucho. Y en este engranaje Araujo está llamado a ser una pieza clave en los planes de Manolo Jiménez. Eso sí, que sea otro y con una versión mejorada. De nada sirve ir a las aulas de los colegios o a habitaciones de los hospitales de visita si después la noche le confunde. No es consecuente. Y Araujo lo sabe. Otra cosa es que cumpla. Depende de él.

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