Conviene hacer un poco de historia. Para Coalición Canaria Fernando Clavijo era un desconocido que despuntaba a la sombra de Ana Oramas. Cuando en el otoño de 2014 su nombre saltó como candidato a la presidencia del Gobierno era una auténtica incógnita, un mal menor con el que había que lidiar para cumplir el único objetivo político de ATI, esto es, desalojar al que consideraban un traidor de los intereses chicharreros de la presidencia del Gobierno . Echar a Paulino Rivero era un objetivo que unificaba a muchos, también en la periferia y entre los sectores más progresistas dispuestos a echarse de nuevo en las manos de la derecha de su partido y, al mismo tiempo, quedar bien con la progresía.
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La candidata era Ana Oramas. Le tocaba, como representante de las esencias de ATI y de esa parte del tinerfeñísmo más troglodita, además de ser nexo entre las nuevas generaciones, algunos de cuyos destacados miembros provienen de la derecha más conservadora. Ella, Ana Oramas, piensa que aún le toca, que su ciclo vital no está agotado. En Coalición ya observan y comentan sin disimulo el desembarco de la diputada en la política local. Están todos atentos a sus movimientos y a los de Clavijo, que ya adelantó que, a lo mejor, no vuelve a ser candidato.
Clavijo, que en política sólo tiene un titulo de primaria, además del de económicas de La Laguna y un currículum laboral labrado en las grandes superficies, estaba allí, al lado de Ana Oramascuando a ésta le dijeron que no le prestarían apoyos para la candidatura, que existían otros nombres y otras condiciones. De hecho la periferia tenía a sus propios candidatos, pero la condición de ATI erainsalvable: «Uno de los nuestros o ninguno», además de mil promesas de protección de las islas, de cargos en el Gobierno, de leyes y lluvia de millones para hacer política local. Pesadas hipotecas que carga Clavijo a los Presupuestos de la Comunidad. Cuando se plantea su candidatura de C en realidad no había nadie más, quiero decir, más guapo y con cierto estilo, heredero del independentismo filiar que lo conectaba con las esencias, esas que no existen pero que quedan bien sobre el papel, aunque la verdadera razón de la construcción de su liderazgo no era otra que ser el hombre de confianza de Ana Oramas, el hijo predilecto, su pupilo. No sería ella la candidata. Tenía que aplazar su sueño de ser la primera mujer presidenta de Canarias, pero sí alguien de su entorno.
La cuestión era vestir el titulo con dos clases de política nacional, otra de local y buenos asesores que controlarían todo. No saber era una ventaja para la vieja guardia de ATI si el «chico se porta bien», comentaban en su momento. La renovación, una de las nefastas reflexiones de la crisis con desastrosas consecuencias, fue la percha perfecta para dar lustro a Clavijo. Evidentemente de todo lo que se dijo en aquel momento no queda nada, salvo algunos políticos en la cuneta y graves deficiencias en los que llegaron como rostros nuevos de la política.
Es así como quedó investido candidato Fernando Clavijo, un título que sólo está en los estatutos de Coalición Canaria, pero que todos interpretan como la investidura del presidente del Gobierno, una máxima que podría haber quedado rota tras el rosario de errores del propio Clavijo en su gestión política y los dos hechos más significativos de esta legislatura, el «no» del PP a entrar en el Gobierno y el especial valor del voto de Nueva Canarias en Madrid.
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Clavijo ganó, como estaba previsto, no en votos. Ahí llevan muchas legislaturas sin hacerlo, pero sí en diputados gracias a esa Ley Electoral que convierte a la periferia en el centro de la política canaria. Y gobernó con el PSOE «renovado» en una gresca interna que pronto se hizo pública para escarnio de un Gobierno y de un presidente que se ocupaba personalmente de tender la ropa sucia cada vez que quería castigar a alguien, o colocarlo en su sitio, o sacarlo del Gobierno. Aquello terminó como terminó, como el rosario de la aurora y en un error monumental. Clavijo echó del Gobierno a los socialistas ( Diciembre 2016) en la confianza de que sería apoyado por el PP y por Casimiro Curbelo, el ex socialista gomero entregado a la causa de sostener el estatus de CC después de descubrir que con cinco mil votos es el hombre con más poder de la región. Sobre lo que iba a hacer Casimiro no había ninguna duda. No hay un solo tema en el que discrepe con Clavijo después que éste le llene las arcas de su cabildo para pagar hasta los entierros a los gomeros.
El PP lo venía dudando. Tenían un debate interno y una corriente de presión de intereses privados. Quizás porque desde el principio el nuevo líder del PP, Asier Antona, no lo veía o porque se les llenó el cachorro con la prepotencia y las deslealtades de CC, lo cierto es que, tras muchos avatares, el pasado mes, el PP decide no entrar en el Gobierno, asestando uno de los golpes más duros a la línea de flotación de Fernando Clavijo en su necesidad de estabilidad gubernamental.
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Este hecho es sin duda el elemento diferenciador de la política canaria en los últimos 30 años. CC siempre pierde las elecciones y siempre obtiene la presidencia del Gobierno gracias a los apoyos del PP y del PSOE. Hoy, por primera vez gobierna, pero lo hace en minoría frente a toda la oposición. Gobernar así no es una victoria, como nos lo quieren presentar, más bien un doloroso lastre que tendrá duras consecuencias.
Si el PP ha decidido no entrar en el Gobierno es que tiene la intención de hacer oposición y sostener el gobierno. Parece contradictorio, pero no lo es, y de hecho es la política que practica Ciudadanos con Mariano Rajoy sin que sepamos que le vaya mal. Los compromisos entre CC y PP están claros, afectan a la estabilidad, es decir a la aprobación de los presupuestos y poco más, mientras que el margen para hacer oposición es amplio, tan amplio que el PP, con el apoyo del PSC, NC y Podemos podrán convertir los dos años que quedan en un auténtico potro de tortura para CC.
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Los que proclamaron que la victoria de Ángel Víctor Torres en la secretaria general del Partido Socialista Canario suponía un espaldarazo para Coalición Canaria, que apoyarían a Clavijo en el Gobierno, deben estar preocupados después delapoyo explicito y cerrado del nuevo líder del PSOE a la moción de censura contra CC en Icod de los Vinos, esa que Clavijo convirtió en cuestión de Estado. Me imagino que alguna llamada recibió sobre este asunto Pedro Sánchez, cuya amistad con Fernando Clavijo han exaltado desde CC en su clásica pero fracasada estrategia del medianero. Si Pedro Sánchez intervino, que no me consta, no lo hizo para disuadir a Ángel Víctor Torres sobre la decisión de presentar una moción de censura en Icod. La misma preocupación deben sentir aquellos que llamaron, sin éxito alguno, a Rajoy y a Cospedal para desarticular esa moción de censura. El PSC-PSOE y el PP, en contra de lo que se dice desde CC, tienen las manos libres para hacer oposición. «Ya lo veremos», dicen en CC, y «ya lo veremos», dicen en el PP.
En este nuevo panorama del poder en Canariashay otro factor determinante, fruto de las casualidades, de la aritmética parlamentaria, pero que está siendo aprovechado de forma inteligente por NC para hacer política y de palanca en el cambio de algunas cuestiones enquistadas en Canarias. Pedro Quevedo es en Madrid el contrapoder de Coalición Canaria, y así ha decidido hacerlo valer ante Rajoy en diversas circunstancias.
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Pero más allá del día a día, la coyuntura propiciada por los errores de Clavijo, la decisión del PP de no entrar en su Gobierno y el nuevo papel de Nueva Canarias en Madrid, podría llevar a superar situaciones estancadas desde hace años y a cambiar el rumbo de esta comunidad. Son asuntos estancados desde hace años por la centralidad del poder que ejerce CC, como la tan ansiada reforma electoral que acabe con la triple paridad, es decir con el modelo que permite que un partido que pierde las elecciones siempre gobierne, o que otro con cincuenta mil votos no logre un puesto en el Parlamento. Esta nueva coyuntura, única en 35 años de autonomía, podría convertirse en clave para la reforma del Estatuto de Autonomía o para el nuevo modelo de financiación (si se abre ese melón) , o para resolver, de forma definitiva, la interinidad y la inestabilidad de algunos órganos del Parlamento que vienen funcionado al borde de la legalidad.
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