Vea la portada de CANARIAS7 de este sábado 6 de diciembre de 2025

Desidia municipal

Hace cosa de tres años en la misma avenida de Las Canteras, a la altura de la plaza de Saulo Torón, escenario de decenas de actos, las más de las veces con más sonoridad de la aconsejable para la vecindad, instalaron un punto de comunicación para situaciones de emergencia que jamás ha sido puesto en uso. Envuelto en plásticos permanece, entre el trajín de miles de paseantes diarios, como testigo de una actuación inútil.

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Esta semana un escandalizado ciudadano tuvo a bien verbalizar el sinsentido y pegó un cartel en el poste en el que se lee: «¡Vecinos, ayuda, por favor! Llevo cerca de tres años haciendo de papagüevo robot en Las Canteras, ni con las fiestas de la Virgen de La Luz (alcaldesa) me sacan de aquí (coño) Todos se burlan de mi». Sonroja, además, que el mamotreto en cuestión esté a unos pocos metros de la sede de la Concejalía de Ciudad de Mar.

La iniciativa ciudadana, aun siendo anónima, bien merece un reconocimiento en tanto en cuanto ha de ser escuchada porque denuncia una desidia municipal que no es de recibo y manifiesta un malestar que se toma la molestia de llevarlo a cartel. Es un simple ejemplo, pero también una demostración de un estado de opinión que puede revertirse en un sonoro bofetón electoral. Los descuidos con el mobiliario, ornato y limpieza de la ciudad se castigan y ya han provocado, en anteriores convocatorias a urnas, algún que otro revés. Bueno es no olvidarlo y, sobre todo, corregirlos.

Sabido es que los políticos hablan mucho y escuchan poco. Acostumbran a jactarse con los parabienes y a desautorizar las críticas. Viven en realidades paralelas, construidas por cortes de aduladores y estómagos agradecidos. Presumen de informes que avalan su actuación y niegan con vehemencia la disidencia. Sin embargo, el sentir ciudadano, el que dicen atender y servir, en no pocas veces no coincide con lo que ellos proclaman. Y les guste o no, la gestión política también se evalúa en función de las percepciones, y una de ellas es que la ciudad está sucia. Así que, miren a ver.

El poder, nunca lo confesará, pero solo desea halagos, jamás se saciará de ellos y es incapaz de entender que la noticia no pide permiso, guste o no. Como ejemplo clamoroso ahí tenemos a Donald Trump descalificando a cuanto ose preguntarle por algo que le disguste, y también a la portavoz del Gobierno de España, Isabel Celaá, incómoda por algunas cuestiones que le trasladan tras los Consejos de Ministros.

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Por higiene democrática, bueno es recordar la máxima que sentencia que, cuando de asuntos públicos se trata, no hay pregunta impertinente, sino respuesta. ¿O es que estos responsables políticos piensan como el dramaturgo inglés Tom Stoppard, partidario de la libertad de expresión siempre que antes hayan sido fusilados todos los periodistas?

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