70 sueños amarillos

Hace unos días la Unión Deportiva Las Palmas conmemoró su setenta aniversario. Lo hizo con la celebración de un acto institucional llevado a cabo en el Estadio de Gran Canaria con participación de autoridades locales, insulares y autonómicas que destacaron el simbolismo y el arraigo social del club. Un acto -culminado con una emotiva actuación de Los Gofiones- que se convirtió, también, en una muestra de solidaridad, en un homenaje a las personas que lucharon contra los incendios que han asolado a Gran Canaria.

En el mismo encuentro se presentó una publicación, Siempre Avante, del que es autor Ignacio Sánchez Acedo, que recoge cumplidamente su historia, con gran profusión de datos y un acercamiento a sus figuras más relevantes en el césped, en el banquillo y en los presidenciales despachos. Enormemente atractivo y que engancha desde la primera página. Una obra imprescindible para todos los hombres y mujeres que amamos al equipillo.

Nacida de una inteligente y generosa propuesta de unidad de distintos clubes locales en el año 1949, la creación de la Unión Deportiva posibilitó que los jugadores de las Islas, que ya exhibían su calidad en algunos de los grandes equipos de la Liga española, encontraran una oportunidad en su tierra. Y que nuestro fútbol, el fútbol canario, se codeara con los grandes de la competición.

Una trayectoria tan prolongada en el tiempo incluye circunstancias de todo tipo. Hermosas victorias y dolorosas derrotas. Campañas exitosas y otras que acabaron con rotundos fracasos muy lejos de las expectativas iniciales. Ilusionantes ascensos de categorías y desmoralizadores descensos a los infiernos, con unos cuantos años peleando en la segunda B.

A su lado hemos vivido momentos de gran fútbol y etapas manifiestamente olvidables. Fichajes que cuajaron y otros que pasaron por la cancha sin pena ni gloria. Elevada presencia de la cantera y práctica desaparición de los jugadores de origen local. Entrenadores que dejaron una profunda huella y otros de los que mejor no hablar. Esperanza y decepción.

He podido seguirla, reconozco que, de forma apasionada, con sonrisas y lágrimas, desde muy niño, a finales de los años sesenta del pasado siglo. Y entonces, con un equipo canterano, alcanzó sus mejores clasificaciones, tercero y segundo puesto en Primera. Muchos de lo jugadores de entonces, lo he podido comprobar estos días en las redes sociales, forman parte en opinión de muchos aficionados del equipo ideal de todos los tiempos de la Unión Deportiva: Tonono, Castellano, Guedes, Martín, Germán...

La UD practicaba entonces, además, un fútbol de muchos quilates que fue en numerosas ocasiones aplaudido por los aficionados de los equipos rivales en todos los estadios españoles, que reconocían un fútbol distinto, de toque. Menos físico, pero de enorme calidad. Más tarde, fue capaz de mantener esa calidad futbolística complementando la plantilla, de base fundamentalmente isleña, con jugadores argentinos de primer nivel -Carnevali, Wolff, Morete, Brindisi...- que encajaron perfectamente en el fútbol que practicaba el equipo.

Un equipo que llegó a participar en competiciones internacionales con históricos momentos, como la eliminación del Torino en el Insular o la gesta en Bratislava. Y que,

asimismo, de forma meritoria accedió a la final de la Copa del Rey, frente al Barcelona de Cruyff, en la segunda mitad de los setenta.

Luego, en los años noventa y a comienzos de este siglo XXI, vendrían tiempos peores, con una situación económica dramática, que, en más de una ocasión, colocó al club al borde de la desaparición. Circunstancias que produjeron una reacción colectiva, institucional, empresarial y social, que evitó la disolución del equipo y abrió puertas a un futuro más equilibrado.

En mi libro Fútbol canario. Identidad, Valerón y otros desmarques, editado por Tamaimos, el escritor Santiago Gil afirma: «Si no dijera fútbol canario, no sabría explicar qué es lo que realmente me atrae de ese deporte. Hay una pausa, un escorzo, un regate o un pase inesperado que forma parte de nuestra manera de entender el fútbol y la propia vida. No tiene nada que ver con el desparpajo brasileño o la gambeta argentina. Es el balón que hay que saber controlar en la arena cuando ya deja de estar pareja, el eco del océano que parece que sigue la estela de ese balón o esa sensación de una cierta irrealidad que tiene que ver más con lo poético que con lo atlético, y con la magua más que con la pachorra».

Por su parte, Manuel Rodríguez Marrero, Tonono, director de Formación y Captación de la UD Las Palmas, señala que cree «que la cultura del lugar marca mucho el fútbol que su gente practica. Estamos igual más cerca del fútbol de América Latina que del europeo, y eso tiene mucho que ver con jugar en la calle. A pesar del cambio que se ha producido en las últimas décadas, nuestros barrios continúan siendo un criadero muy productivo de buenos futbolistas».

Como afirma el ecuatoriano Fernando Carrión el fútbol es hoy una de las prácticas de identificación colectiva más significativas, al ser un fenómeno que trasciende su condición de juego para convertirse en un hecho total: social, cultural, político y económico.

Es, además, un fenómeno que, como ocurre con la Unión Deportiva Las Palmas, suscita apoyos transversales, de jóvenes y de mayores, de diferentes estratos sociales, de muy diversas ideologías y creencias, y que en las últimas décadas ha visto como aumentaba de manera significativa la presencia de mujeres entre la afición; esta era casi insignificante en los años sesenta y setenta.

La UD tiene la enorme ventaja de tener tras de sí un enorme caudal de apoyo ciudadano que va más allá de los que van al estadio y de los que siguen sus partidos por la televisión. Hay una gran identificación con sus colores -azul y amarillo-, con su historia, con su relación con la ciudad, la isla y Canarias. Más allá, mucho más allá de las concretas personas que se encuentren al frente de la entidad. De sus aciertos y errores en lo deportivo y en gestos que trascienden del balón y sus, a veces, caprichosas circunstancias.