Miguel Blesa es un icono de la crisis. De la parte más negativa de años de derroche al calor de la burbuja inmobiliaria mientras unos y otros se engañaban. Porque lo que ocurrió en Caja Madrid antes y después del estallido financiero internacional de 2008 es de escándalo. Una desgraciada ópera bufa sobre los desmanes y excesos de una época que mejor olvidar porque, con lo que respecta a la justicia, muchos han salido de rositas. Blesa, el amigo de José María Aznar, paseaba ante las cámaras y reporteros gráficos camino de los tribunales aparentemente inmutable frente a la desesperación de esos pensionistas que habían perdido sus ahorros. Y siempre llamaba la atención en cuanto era capaz de parecer impasible ante tanta pena de los damnificados.
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Irte a dormir cada noche con la conciencia tranquila vale oro. Pocas cosas pueden ser igual o más importante que encontrarte con tu almohada y no deberle nada a nadie, ni en dinero ni en problemas causados a terceros. Creo que a Blesa, por difícil que parezca, le pudo la conciencia. Porque por mucho que conviertas tu itinerario moral en una huída hacia adelante, antes o después, te pesa y mucho. Y el expresidente de Caja Madrid tuvo que tener esa conciencia interior que sirve como voz de lo que está bien y de lo que está mal, aunque solo valga como justicia poética porque la otra (la de los tribunales de los hombres) parece que a los poderosos los vuelve intocables.
Las fotografías donde posa en cacerías haciendo jactancia de sus piezas es la propia de la de un ego, en el fondo atormentado, que necesita ser validado ante el resto. Como esas tarjetas black donde más de uno se gastó lo que quiso sin rendir cuentas mientras otros muchos eran desahuciados de sus casas por no poder hacer frente a la hipoteca. La crisis económica ha puesto sobre el tapete la falta de escrúpulos y de valores que se propicia cuando se endiosa el dinero. Y Blesa fue un esclavo del dinero, de las apariencias y de todo aquello que le permitiera engrandecerse ante los restantes empresarios y políticos.
Cuando dentro de un tiempo toque hacer balance histórico de esta etapa última de España, el nombre de Blesa estará más que presente. Y es que él y Rodrigo Rato han protagonizado los peores episodios de Caja Madrid, la mayor desfachatez de una retahíla de corrupción cuyas dimensiones aún desconocemos. Durante el crack de 1929 algunos optaron por quitarse la vida cuando vieron que sus supuestos imperios se desmoronaban de la noche a la mañana. Y la caída de Blesa ha sido, ciertamente, ilustrativa sobre cómo este país chapoteó en el desfalco.
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