¿Y ahora qué?
No tengo constancia del día que conocí a Pedro Pérez Abrante, para todos Pedro Texaco (es curioso, pero su verdadero nombre lo descubrí hace muy pocos años). Desde que tengo uso de razón lo recuerdo en la estación Texaco del Muelle Deportivo. Tampoco recuerdo ningún día que haya ido a la punta del muelle y que Pedro no estuviera allí. Ahora que lo pienso, daba por sentado que él siempre estaba allí. Y no andaba muy desencaminada, porque Pedro pasaba más horas en la gasolinera y en su oficina que en su propia casa. Como yo, muchas personas no se habían planteado la posibilidad de que Pedro se jubilara, que desapareciera algún día del Muelle Deportivo. Y como yo, son muchos los que se preguntan: «¿y ahora qué?». Porque la gasolinera seguirá funcionando y el Muelle Deportivo mantendrá su frenético ritmo de entrada y salida de barcos, pero nadie cubrirá el vacío que Pedro deja, los innumerables servicios que prestaba de manera desinteresada y la inagotable fuente de información que suponía para todos. Y lo digo por experiencia propia. Cada vez que necesitaba localizar a alguien relacionado con el muelle y los barcos, Pedro tenía una contestación o sabía de qué manera podía encontrarlo. Cuando se acercaba la regata ARC, prefería acudir a él antes que al gabinete de prensa porque conocía mejor que nadie lo que pasaba entre pantalanes. Pedro respiraba al ritmo de la vida del muelle y no había nada ni nadie que se le escapara. Y siempre con una sonrisa en la boca. Solo una vez al año levantaba el teléfono para pedirme un favor, si se le puede llamar así, que le hiciéramos un hueco en las páginas del periódico a la regata de dinghies que durante 30 años organizó. Y ahora que lo pienso, me gustaba esa llamada. Por eso me pregunto: ¿y ahora quién me va a llamar?
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