Una divertida demostración de 'savoir-faire'
Con esta película, a Woody Allen le ha pasado como a esos artistas famosísimos que se pasan toda su carrera pintando el mismo cuadro.
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No está mal que esto suceda porque la obra resultante suele gustar, aunque pierda el efecto sorpresa porque nos recuerda a algo que ya hemos visto.
En su última obra, Irrational Man, el neoyorquino se plagia a sí mismo y lo hace maravillosamente. Toma ingredientes de Match Point, Scoop, Misterioso asesinato en Manhattan y Delitos y faltas y le insufla un contenido moral y filosófico abordado con altas dosis de ironía. A estos elementos le sumamos un asesinato y ¡voilà!, ya tenemos otra película divertida e ingeniosa con la que disfrutar.
Irrational Man toma como protagonista a un profesor de filosofía interpretado por un brillante Joaquin Phoenix. De su mano, Allen nos interna por los procelosos mundos de la ética y el relativismo advirtiéndonos de que «gran parte de la filosofía es una paja mental».
De hecho, el profesor se presenta como un héroe romántico, atenazado por la certeza de que el mundo de las ideas y el real están separados por un abismo tan profundo como su depresión. Por puro azar, el desmoralizado profesor encuentra un objetivo que le dará sentido a su vida. Pero, por desgracia, la diferencia entre lo ideal y lo real seguirá siendo su problema.
Allen exhibe con naturalidad su dominio del ritmo, el guión y la imagen en una película que, bajo una pátina intrascendente, trata del sentido de la vida, los vacíos existenciales, el utilitarismo en las relaciones amorosas o la muerte en vida. Total que, como el que no quiere la cosa, nos demuestra que es un genio. Nada nuevo bajo el sol.
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