Un mes en el cuarto oscuro
Las Palmas ha abandonado cualquier corriente estética. El debate de arte y ensayo bien podría ser sepultado por los pragmáticos, que aplaudirán con las orejas las victorias de fe y casta ante Guadalajara y Nástic, sin apreciar en lo mínimo el errático rumbo, sin brújulas ni coordenadas, al que se ha asido el fútbol del representativo el último mes.
El efecto devasta a Juan Manuel Rodríguez, no solo en el aficionado más purista; hay quien ayer en el Gran Canaria se manoseaba nervioso los cabellos y al salir del estadio escenificaba escatológicamente el dominio del rival sobre Las Palmas. No era una opinión cualquiera. Dejémoslo ahí.
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Ha pasado un mes, cinco partidos, desde la última vez que la Unión Deportiva ganó su autoridad desde el balón. Esa pieza redonda vulgar que en el fondo representa la esencia del fútbol. Fue ante el filial del Barcelona, y a partir de ahí Las Palmas echó a rodar sobre la travesía del desierto, que diría Carme Chacón.
Cada partido y sus circunstancias. Sus situaciones. Anudado a sus referentes, solo el talento individual de Jonathan Viera ha resuelto las dos únicas victorias del ciclo más reciente. Pero la brújula se perdió en Sabadell, donde un cabezazo de Juanpe cuando el partido estaba en su epílogo igualó la contienda ante un rival que llevaba meses sin ganar (10 partidos).
Si en su morada el equipo ha resuelto el asunto a base de talento, fuera siempre ha doblado la rodilla ante la superioridad del rival. En Alcorcón, con una escena contaminada por la farándula que rodeó a Jonathan Viera, el balón ni se tocó. En Alcoy, para qué recordarlo.
Y ante esa deriva, el talento de Viera como único salvaguarda. Pero a rachas, como el viento. Contra el Guadalajara no apareció hasta que percutió con diligencia la falta resolutiva. Ayer, un gol nada más empezar, y a la esquina a ver pasar el tiempo.
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