¡Risco arriba!

La designación del templo prehispánico de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria como única candidatura española a la lista de Patrimonio Mundial en 2018 es un reconocimiento sin parangón a la arqueología canaria, un patrimonio hasta hace bien poco maltratado y olvidado; incluso hoy son demasiados los yacimientos que padecen el desinterés y el más sonrojante abandono.

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Así pues, que este hito sirva para poner en su justo valor, que es muchísimo, el legado que nos dejaron los antiguos habitantes de estas islas atlánticas y que, aún hoy, nos siguen enseñando. El ejemplo de Risco Caído y todo el proceso seguido hasta su nominación definitiva es una lección que debiera trasladarse a otras disciplinas y comportamientos.

La sensibilidad y apoyo a nuestros reputados arqueólogos, la implicación de un sinfín de estamentos, la cooperación interinstitucional, la aceptación del proyecto y su mantenimiento en el tiempo sin distingos ideológicos ni miserias partidistas, conviene recordar que la propuesta atesora años y ha sido asumida por distintas corporaciones de diferente color, es un ejemplo de como debieran hacerse, y no se hacen en la mayoría de los casos, las cosas en el día a día.

Eso sí, siendo grandiosa la designación de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria para pujar al reconocimiento de Patrimonio de la Humanidad, conviene advertir que la arqueología es mucho más que estos espectaculares yacimientos y que son miles los restos que salpican todas las islas, valedores culturales de una entidad incuantificable, que merecen una decidida acción de preservación, independientemente de su monumentalidad; no en vano, son muchos los técnicos que ha calificado a Canarias, por su alto interés arqueológico, como la Guatemala del Atlántico. Así pues, que el éxito no nos ciegue y redunde en la toma de conciencia de lo que es el patrimonio arqueológico.

Es de justicia reconocer que en los últimos años se han tomado iniciativas, sobre todo en Gran Canaria, que han ayudado a visibilizar y poner en relevancia la arqueología canaria. El parque de la Cueva Pintada de Gáldar es un ejemplo, como son los del Maipes en Agaete, Arteara en San Bartolomé de Tirajana, Lomo los Gatos en Mogán o Las Fortalezas en Santa Lucía; pero no hay que olvidar que algunos de estos, pese a las actuaciones iniciales encomiables, hoy languidecen, malviven o están amenazados de cierre por errores que no se han sabido o querido corregir.

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A Risco Caído y las Montañas Sagradas de la cumbre grancanaria hay que sumar también los enjaulados, singular forma de protección, túmulos de La Guancha y El Agujero en Gáldar, el poblado de Tufia y el observatorio de Cuatro Puertas en Telde, los letreros de Balos en Agüimes, el asentamiento de Caserones en La Aldea, el Cenobio de Valerón en Guía, el emplazamiento de Guayedra y la cueva del Moro en Agaete o las okupadas Cuevas de Los Canarios en La Isleta, por citar algunos, para los que ni siquiera hay una señalética que nos guié hasta ellos.

Lo dicho, que Risco Caído sirva para rescatar el ingente patrimonio arqueológico que atesoramos, atendiendo a la máxima griega: «Progresar es conservar».

@VIcenteLlorca

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