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Retrato de situación

Antonio Papell

Lunes, 20 de julio 2020, 10:28

La soberanía popular, bien orientada y probablemente harta de tener que discernir entre un panorama político muy poblado, contradictorio y confuso, ha optado en estas elecciones por la simplificación. 322 de los 350 escaños del Congreso pertenecen a los dos grandes partidos estatales, por lo que, dada la sangría experimentada por algunas de las minorías, la estructura de la primera cámara parlamentaria quedará reducida a cuatro grupos -PSOE, PP, vascos del PNV y catalanes de CiU- más el mixto, en el que se ubicarán los tres parlamentarios de ERC, los dos de Izquierda Unida, BNG y Coalición Canaria, el de Nafarroa Bai y Rosa Díez. Obviamente, los debates serán por lo tanto mucho más ágiles y breves, para satisfacción de quienes por oficio o por afición hemos de asistir a los principales hitos de la retórica parlamentaria, que en ocasiones han sido farragosos y agotadores en el pasado. Previsiblemente, con estos resultados, José Bono tiene asegurada la presidencia del Congreso si Rodríguez Zapatero consigue vencer las reticencias del PSC: como es sabido, Miquel Iceta ha llegado a proponer por su cuenta y riesgo la candidatura de Duran Lleida, original idea que, aunque chirriante, podría ser la solución más audaz a diversos dilemas.

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En este marco, los dos grandes partidos tienen ahora la palabra, aunque para cometidos bien diferentes. El PSOE de Rodríguez Zapatero -quien el sábado obtendrá plenos poderes del Comité Federal para negociar con quien crea oportuno- habrá de conseguir apoyos para la investidura -el líder socialista necesita siete votos ajenos para ser elegido en primera votación- y deberá decidir cómo se asegura la estabilidad parlamentaria para el cuatrienio. Son varias y diversas las opciones puesto que tanto el PNV como CiU reúnen suficientes diputados para garantizársela, y aun podría reunir apoyos bastantes en el Grupo Mixto.

En principio, de la propia intervención de Rodríguez Zapatero el lunes, al término de la reunión de la Ejecutiva, pareció desprenderse que su inclinación es hacia un entendimiento con el PNV, si se consigue superar un obstáculo hoy por hoy insalvable como es la pertinaz amenaza de Ibarretxe de intentar celebrar un referéndum de autodeterminación en octubre. Puesto que los resultados del PNV han sido simplemente catastróficos, lo que ha de entenderse necesariamente como una desautorización de tan exótica iniciativa, la retirada de la consulta sería una salida airosa para el ‘lehendakari’, que permitiría al presidente del PNV, Iñigo Urkullu, pactar con el Gobierno socialista. Sin embargo, y de momento, los nacionalistas vascos ya han anunciado su imperturbable decisión de seguir adelante con el disparate, lo que ciega cualquier posibilidad de aproximación.

La opción de CiU sería mucho más compleja a corto plazo, aunque probablemente pueda madurar con vistas al futuro. En efecto, de momento resultaría difícil de entender que la principal fuerza de oposición en Cataluña, donde el PSC de Montilla y de Rodríguez Zapatero ha cosechado realmente su victoria del 9-M, fuera la que diese estabilidad al PSOE en Madrid, por más que los líderes convergentes hayan tenido mucho cuidado en deslindar ambas cuestiones. De cualquier modo, el hundimiento de Esquerra Republicana de Cataluña, que ha perdido más de la mitad de sus votos y cinco de sus escaños en Madrid, abre paso a otros equilibrios futuros en Cataluña que irían facilitando la cooperación de CiU con las mayorías estatales, como ya ocurrió tanto en tiempos de González como de Aznar. En cualquier caso, algunas malas experiencias anteriores han vuelto cautelosa a CiU, por lo que, por utilizar una expresión de Pujol acuñada para la ocasión, cualquier prestación de los ‘convergentes’ al gobierno de Madrid querrá cobrarse por adelantado.

El PP, por su parte, ha resuelto en cuarenta y ocho horas su dilema sobre la continuidad o no de Rajoy. Aunque no tiene razón el candidato recién derrotado al compararse con Aznar y con González -ambos partieron prácticamente de la nada y fueron construyendo visiblemente una opción alternativa que terminó triunfando, en tanto Rajoy partió de una mayoría absoluta para llegar a su posición actual-, los buenos resultados obtenidos por el PP el 9-M justifican plenamente la pretensión de continuidad del presidente del partido.

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Del congreso de junio saldrá, pues, el equipo que acompañará a Rajoy durante la legislatura, hasta probar fortuna en las elecciones del 2012. Con anterioridad, Rajoy deberá designar a un portavoz parlamentario, lo que ya dará una pista de cuáles serán los nuevos derroteros. De la composición de este círculo presidencial que rodee al líder del centro-derecha se podrá constatar si Rajoy lleva o no adelante su apuesta por la independencia del conglomerado mediático radical que le ha marcado la agenda durante la legislatura anterior, lo ha distanciado del centro, lo ha puesto en ridículo en más de una ocasión y, en cuanto ha perdido las elecciones, lo ha arrojado materialmente al cubo de la basura.

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