Pregón a Santa Ana en su fiesta patronal
Si Alfonso X, el rey Sabio, a Santa María elevó hermosas Cantigas en la Triana hispalense a Santa Ana levantó una espléndida Real Parroquia que, a lo largo de los siglos, ha sido también conocida como Catedral Chica de Sevilla por la importancia que tuvo en la vida de aquella ciudad hermana, donde se fraguó una honda devoción a la madre de María y abuela del Salvador, que llego a Gran Canaria el mismo 24 de junio de 1478 de manos del fundador de su capital, el capitán Juan Rejón, y del Deán Bermúdez y que aquí enraizó y creció fecunda labrada en las soberbias líneas de un espléndido templo catedralicio, que los propios Reyes Católicos mostraron ya su voluntad de construir en fecha tan temprana como la de 1484 cuando le exponen al Papa, a través de su embajador en Roma, que en esta isla «queremos fundar y edificar una Iglesia catedral» Juan Rejón dedicó inicialmente a Santa Ana el primer templo existente en el viejo Real de Las Tres Palmas, luego consagrado, y hasta hoy, a San Antonio Abad, quizá como muestra de su gran devoción, quizá en gratitud por aquel legendario acontecimiento que Viera y Clavijo, con la crónica de Abreu y Galindo en la mano, narra señalando como mujer al viejo mariscador que indica a los castellanos la conveniencia de acampar en el palmeral junto al Guiniguada, «Rejón, que sin ser escrupuloso, era devoto de Santa Ana se persuadió, o quiso persuadir a los otros, que la Madre de María Santísima, bajo la figura de aquella buena mujer, había descendido del cielo a dirigirle en el primer paso de su campaña; por tanto dio orden para que se edificase allí una Iglesia con la advocación de Santa Ana, cuyo Patronato se ha conservado siempre». Rumeu de Armas ya resaltó como entonces «el barranco fue cruzado a pie enjuto, hasta alcanzar lo que hoy es el barrio de Vegueta, en cuyo mismo corazón se detuvieron. () En jornadas sucesivas, pequeñas casas de tapial fueron surgiendo aquí y allá, y como centro de todas, la diminuta ermita de Santa Ana, erigida en catedral desde que se cimentó su primera piedra». Una devoción que se planta fecunda aquel 24 de junio de 1478 en aquel «hermoso valle de de gran cantidad de palmas i dragos, higueras i sauces, i agua que corría siempre a el mar de un arroio llamado Geniguada», tal como lo describió en su crónica Pedro Gómez Escudero, donde muy pronto cada 26 de julio se celebrará devotamente su festividad y tañía ya entonces en el esplendor de sus repiques la campana de Santa Ana, campanas a las que, siglos más tarde, ofrendó su música el venerable compositor francés y universal Camilo Saint-Saens y a las que inmortalizaron con sus versos Tomás Morales, «Volteó, lentamente, con ásperos chirridos, hirió el mazo de hierro los bordes musicales/ y cruzaron el aire los vibradores ruidos/ con un sonoro vuelo de alondras matinales», ó José María Millares, en el poema “Plaza de santa Ana” que dedicó a Néstor Álamo, «Plaza,/ plaza de arrullos, campanas y repiques,/ que eleva sus ojos a los cielos/ y los tiende sobre el mar» Ay, Madre de Vegueta, Señora Santa Ana, Patrona y protectora de esta Canaria que entre palmas levantó tu altar y a tu vera, con el concurso de tu celestial nieto en su gloriosa Vera Cruz, alzada junto a la misma mar, junto al Atlántico de inmensas sonoridades que llevan el canto de nuestro júbilo y el de tus campanas en tu fiesta cada 26 de julio, pudo crecer confiada y animosa siglo tras siglo entre escalofríos de amor, entre requiebros de sentimientos tempranos, entre cantos y sueños de grancanarios que te han tenido siempre como venerada abuela de esta familia isleña que cada día eleva sus ojos al frontón trasero de la Catedral de Canarias para contemplar la magnífica lápida con tu imagen que allí dejó el célebre imaginero Luján Pérez y ante ella musitar una oración, como saludo filial, que a esa altura ya casi está en los cielos. Lo que Santa Ana representaba y sugería para el ser y sentir de la capital grancanaria ya en el primer siglo de su historia queda patente en unos exaltados y jubilosos versos de Cairasco de Figueroa en los que deja constancia de cómo «Y sobre todas Gran Canaria puede / llamarse siempre bien afortunada,/ pues a Santa Ana el cielo le concede/ por titular patrona y abogada, », o cuando en el segundo puente levantado sobre el Guiniguada, en torno a 1579 por el gobernador Martín de Benavides, se colocó una imagen de Santa Ana, junto a la de San Pedro Mártir Patrón de la Isla, y una lápida que rezaba «Alégrate, Canaria, pues te hallas/ de tales patronos defendida/», sin olvidar disposiciones como la que dio en 1533 el propio emperador Carlos que, impuesto de la solemnidad que esta festividad tenía en la capital insular, ordenaba a los curas párrocos de Gran Canaria que acudieran a la Catedral revestidos y con los feligreses que desearan acompañarles, algo que ya muy avanzado el siglo XVIII continuaba siendo costumbre anual; precedida cada comitiva de sus cruces parroquiales y estandartes más representativos, todos participaban de la procesión que, terminada la función solemne de la jornada patronal, recorría las calles en el entorno de la Catedral entre repiques, que duraban todo el trayecto cuando el Sr. Obispo concurría también al procesionar. Ha querido la voluntad y el hondo afecto por sus tradiciones de los grancanarios, de su autoridad religiosa, que la Festividad de Santa Ana recupere poco a poco el esplendor que merece tanto la patrona de la capital, como todo lo que significó para esta población en sus primeros siglos de existencia. Desde 2008 de nuevo podemos congratularnos de asistir en el veguetero atardecer estival a su Misa Solemne en la Catedral de Canarias y a la procesión que con su imagen se hace por el contorno amplio y abierto de la plaza mayor que lleva su nombre, que, como ya señaló en sus crónicas Luis García de Vegueta, si la «historia está en todas partes. También aquí, en este viaje de rincón a rincón por la plaza de Santa Ana». La procesión suele hacerse con la imagen que preside el retablo de la Capilla del Santísimo obra de Lorenzo de Campos, y no con la imagen titular de la Patrona que se encuentra en el altar mayor catedralicio, realizada por José de Armas Medina en 1944, colocada el 18 de mayo de 1945 para sustituir la primitiva imagen desaparecida, aunque lo hizo en una ocasión en el año 2011, tras ser revisada por expertos restauradores. Una imagen del artista agaetense que en los años de su presentación, en Gran Canaria y en Madrid, ya mereció que se la describiera hecha de «un noble barroquismo en los paños, guarda la sobria majestad de una ancianidad gloriosa con el sello sereno de la santidad. Todo en el rostro cansado de Santa Ana es serenidad, placidez, maternal sosiego, transparencia espiritual. Sentada sobre un supuesto banco los paños bien tratados cubren todo asiento- recoge en el regazo señorial de la falda, el rollo bíblico medio desenvuelto, mientras que con la otra mano va indicando los sagrados textos a la hija», algo que nos hace recordar que el 26 de julio es también el Día de los Abuelos, de los que Santa Ana es Patrona y su más gloriosa representante. También ha sido un hito en esta recuperación de la festividad solemne de la Patrona de la Catedral y de Las Palmas de Gran Canaria el Himno a Santa Ana que en 2008 estrenó Lothar Siemens Hernández, «Señora Santa Ana, portal de la Aurora, y de Gran Canaria nuestra protector», una hermosísima composición para cuya realización se imbuyó del mismo espíritu de aquellos Maestros de Capilla que dejaron en la Catedral de Canarias un verdadero tesoro musicológico, un himno con estrofas de versos hexasílabos en los que el canto a la Patrona se adereza con el milagro que, con su aparición a los fundadores, propició la fundación de la capital grancanaria en su histórico emplazamiento, «Cuando vuelven sus miradas la Señora ya no está, que era la noble Santa Ana, según reveló el deán. Y en el medio de las palmas nacería la Ciudad, y a Santa Ana dedicaron una hermosa Catedral», un himno para ser cantado por todos y que así se hace ya cada año, cuando acompañados por las notas del majestuoso órgano catedralicio todos exclaman: Santa Ana «eres de María la madre amorosa y de Jesucristo abuela gloriosa». 26 de julio, desde el siglo XV Santa Ana entre palmas y campanas, entre rumores de historia y aires alegres que convocan tiempos venideros; 26 de julio Las Palmas de Gran Canaria en su grandiosa Catedral, con su Alcalde y su Deán al frente, canta las glorias de un patronazgo que jubiloso repica para todos a la plaza, a los riscos, al mar, al corazón de nuestras más antiguas tradiciones grancanarias.
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