Pedro Texaco recoge velas
Viernes, 17 de julio 2020, 10:31
A los 71 años ya me tocaba descansar y disfrutar de un poco de tiempo libre para hacer todo lo que no he podido», dice Pedro Pérez Abrante, conocido en todo el mundo como Pedro Texaco. Los recuerdos se le agolpan en la cabeza y le cuesta hablar en pasado. «Tengo todo empaquetado en cajas, guardadas en casa de un amigo. Al recoger me he encontrado con cosas que ni me acordaba que existían».
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Entre sus pertenencias puede presumir de tener hasta una foto con el príncipe Felipe. En esas cajas está toda su vida, y no es una exageración, porque después de casi 34 años al frente de la gasolinera del Muelle Deportivo es difícil jubilarse, sobre todo porque su labor no era tanto el trabajo que realizaba allí, sino más bien los servicios que prestaba de manera desinteresada a todo aquel que recalaba en este muelle deportivo, casi siempre con destino al Caribe.
Aunque lo intenta disimular, está un poco descolocado: «Todavía no sé lo que voy a hacer», reconoce, «aunque me imagino que seguiré viniendo por el muelle para ayudar en lo que pueda, porque en casa no me voy a quedar».
Su riqueza, además de estar guardada en esas cajas en forma de regalos o recuerdos, son las innumerables amistades que ha sembrado con su especial forma de ser: «A lo mejor este año hago la regata ARC, pero de invitado en un barco, nada de trabajar. Tengo varios barcos de amigos», pero lo cierto es que le tiene echado el ojo a un Swam (un astillero sueco), uno de los barcos con la línea más elegante del mundo.
Curiosa es también su manera de comunicarse todos estos años con los extranjeros sin saber idiomas. Todo lo solucionada con su famoso «no problem, compañero» y con una sonrisa en la boca que hacía que el interlocutor entendiera que Pedro lo iba a solucionar. «Con los años he aprendido algunas palabras, pero realmente no me ha hecho falta. La gente cuando se quiere entender, se entiende sin problemas».
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No se arrepiente de nada a pesar de reconocer que trabajó más para los navegantes que recalaban en el puerto que para él: «Nací para ayudar a la gente y si alguien se ha aprovechado de mí, no me importa. Yo seguiré siendo así». Cuando llegó al Muelle Deportivo a finales de los 70 no había agua ni luz y, ayudado por la Cruz Roja, atracaba los barcos. Se va dejando un muelle moderno en cuanto a instalaciones pero con un gran vacío: «Mucha gente me ha llamado, pidiéndome que me quede. Eso me llena de orgullo».
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