Nicolás García, vecino de La Isleta
Al final de la calle Faro, asomando ya a Las Coloradas, hablamos de La Isleta, se domicilia uno de los deportistas canarios instalados ya en la historia. Plata en los Juegos Olímpicos de Londres, Nicolás García recupera en su casa la atmósfera familiar que le reactiva.
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El martes colapsó Gando a su llegada de Madrid con la plata reluciente al cuello. Desde entonces no ha parado de ser convocado para todo tipo de homenajes y protocolos. Le reconocen por la calle, ha firmado autógrafos, arde su cuenta de facebook y el teléfono, casi mejor en silencio porque las llamadas son sucesivas. En las distancias cortas, cara a cara, mientras desayuna y comienza el día, Nicolás García confirma las referencias: si en su rol deportivo ya no necesita presentaciones, como hijo de Ibrahim y Christine es ejemplar. Educado y cortés hasta el extremo, verse en un podio olímpico no cambia sus perspectivas. «Crecí en Guanarteme, tengo los mismos amigos de siempre cuando vuelvo, me gusta estar con mi familia, bucear, disfrutar de mi tierra. Sé de dónde vengo. Esto de la fama no me va mucho, aunque hay que aceptarlo para tratar a todo el mundo lo mejor posible. Eso para mí es lo más importante, corresponder todo este cariño», desliza Nicolás, quien asegura que todavía está «flipando» por tanta reverencia.
«Lo educamos, como a sus hermanos Eric y Hugo, desde la humildad, el sacrificio y la importancia del trabajo. Nico es el mismo. Todo lo que ha ganado es fruto de su esfuerzo, de haber salido a competir con un pie en carne viva o, tal y como se dio en Londres, un menisco hecho polvo», apunta su padre, quien recuerda, con melancolía, cómo le introdujo en el taekwondo. «Él y sus hermanos no paraban. Con cuatro años Christine y yo tuvimos que buscarle una solución. Al lado de casa había un gimnasio. ¿Taekwondo? Pues para adelante. A los trece años ya se había sacado el cinturón negro. Y hasta ahora». Christine dice estar «muy orgullosa» de su crecimiento integral. Reconocimiento emocionado de una madre que «no pasa ni una», como confiesa, irónico, Nico.
«Me ha costado llegar pero las satisfacciones compensan todos los esfuerzos. El tener que irme a vivir a Madrid lejos de los míos, el quitarme horas de todo para poder seguir con la carrera de Arquitectura, que no es fácil de compatibilizar con los entrenamientos... Pero sí, repetiría todo lo que me ha pasado. Con 24 años creo que me quedan muchas cosas todavía por vivir y espero que por disfrutar, aunque, por lo que me han inculcado mis padres, hermanos y entrenadores, cada día hay que luchar y exigirse. Si te abandonas o te conformas, no vas a ningún lado», argumenta.
Además, insiste en su pretensión de seguir expandiendo horizontes. «Me encantan los retos y veo que es la mejor manera de crecer como deportista y también como persona, como ciudadano. Por eso no quiero parar aquí, por eso siempre miro al futuro. Más que por mí, por el taekwondo, que es lo que me lo ha dado todo. Ojalá que la gente se enganche, que de Canarias salgan muchos de los gimnasios», anhela Nico. Plata olímpica, tipo formidable.
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