Monte Lentiscal, corriendo por las bodegas
Una primigenia guía de viajes, o de senderismo y paseos, por Gran Canaria, aparecida en los años centrales del siglo XIX señalaba como «a tres cuartos de legua de la Ciudad de las Palmas, caminando hacia el Oeste, por un camino llano y ancho, que puede andarse francamente en carruajes, se encuentra el pequeño y divertido pueblo de Tafira», lugar del que destaca «sus hermosas vistas, su cielo alegre y despejado, sus aguas frescas y saludables, sus sabrosos frutos, su agradable temperie», sin olvidar resaltar que «tiene buenas viñas». Toda una descripción que podemos aplicar a esa amplia comarca de Tafira, Los Hoyos, Monte Lentiscal, La Atalaya y parte de Santa Brígida donde este fin de semana tiene lugar una singular y atractiva experiencia deportiva, enogastronómica, cultural y turística, que podría sustentarse perfectamente en esta premonitoria descripción, adelantada en el siglo XIX, sobre esa amplia comarca insular para la que parecen hechos esos populares versos, que en buena medida se atribuyen a Víctor Doreste -será por su obra de teatro del mismo nombre-, de «Ven acá vino tintillo, hijo de la parra del Monte, tú que te quieres colar, y yo que te abro la puerta». Efectivamente, se abrirán las puertas de bodegas y senderos entre parrales a corredores y ciclistas que participan en una Ruta del Vino por esa amplia comarca, extendida entre dos municipios, Santa Brígida y Las Palmas de Gran Canaria; una experiencia que aúna fecundamente deporte, cultura, enogastronomía y paisaje como símbolos de identidad de un orbe isleño que con ello abre también un poco más sus puertas al progreso y al futuro. Tuve la suerte, el pasado fin de semana, de hacer el entrenamiento de la ruta de medio maratón, organizada por el Club satauteño B-Sporty, en compañía de un grupo de magníficos corredores, y con ellos pude redescubrir, mientras ascendíamos a lo alto de la Concepción, cuando nos adentrábamos por los callejones de La Atalaya, al descender por las laderas piconeras de Bandama con la vista clavada en los amplios dominios de los parrales ó al acercarnos a algunos de los singulares y acogedores entornos de las bodegas que se visitarán, a un orbe de paisajes cambiantes, donde la luz y la vegetación frondosa tienen mucho que decir, a un entorno amical, sereno, complaciente donde aún se respira mucho de todo aquello que ya adelantaba la guía del siglo XIX, y todo a tiro de piedra de nuestras casas. Y es que aquel esfuerzo deportivo pegado a una tierra, viviendo muy de cerca las señas y el rastro de antiguos usos y costumbres, nos hizo percibir en toda su dimensión y trascendencia el rostro más propio de una isla que aún tiene mucho que ofrecernos, tanto que, mientras corría por aquellas sendas donde resurge espléndida la vitivinicultura isleña, recordaba como Pablo Artiles, en sus Estampas de los pueblos de Gran Canaria ya decía como el «calor del volcán apagado, extendido por todo el subsuelo de la Vega, enciende las raíces que oculta el picón, y ennegrece los racimos henchidos, brillantes de negro azabache sobre el verde subido de las parras» Una jornada que aunará, para que todos tengan cabida en sus aficiones y posibilidades, unas rutas deportivas de 21 y 10 kilómetros, junto con otras para senderistas, a la par que a una ruta ciclista de 30 kilómetros se aunará a la presencia ya antigua y clásica de los caballos. Todo en el ámbito de unas jornadas culturales y festivas en Santa Brígida, punto de partida y llegada de estas actividades, a través de unos lugares para lo que ya en 1935, como recogió Domingo Doreste Fray Lesco en una de sus crónicas, el ayuntamiento tomó «un acuerdo excepcional y ejemplar, que merece ser conocido y ponderado. El de no permitir en determinado sitio construcciones que no guardaran ciertas condiciones estéticas y cierta adaptación al paisaje», una decisión y un esfuerzo que permitió que aún hoy, pese a todo lo que ha llovido urbanísticamente, podamos disfrutar de una comarca que es un orgullo y un símbolo de identidad para toda una isla. Vino y deporte es una oferta que se pone de moda. Recuerdo ahora en Lanzarote la ya afamada Carrera del Vino, otra media maratón que recorre parte de la zona de viñas y bodegas de La Geria, o la de Olite, que el pasado 12 de octubre celebró la tercera edición de las 10 millas Ruta del Vino de Navarra. Todos, o casi todos, sabemos que el consumo moderado de vino es beneficioso para el corazón, y una deportista como la olímpica española en Balonmano Montse Puché, en el marco de las jornadas de Fenavin, no dudó en destacar «el valor de cohesión que tiene una copa de vino después de una competición, es lo que los jugadores de rugbi llaman el tercer tiempo», y creo que eso es lo que también habrá aquí afortunadamente, buena práctica deportiva, con control y análisis para los inscritos en la prueba de competición, cata de vino y degustación de tapas típicas para los inscritos en la ruta gastronómica, y posterior convivencia de todos en la que se compartirá una jornada repleta y pletórica de vivencias, con la retina llena de hermosos paisajes y sugestivos rincones y el espíritu feliz por disfrutar de un tiempo de excelencias, donde se vuelve a unir satisfactoriamente vino y deporte y se abre una puerta grande en la oferta cultural, de ocio, turística y enograstronómica de Gran Canaria.
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