Marrero y la guinda a su esfuerzo

Ignacio S. Acedo / David Ojeda

Viernes, 17 de julio 2020, 11:49

ntes de la repercusión universal que le ha otorgado el triunfo en la Copa de Maestros, David Marrero ha pasado por muchas etapas más opacas. Incluso llegó a desencantarse de un deporte al que llegó de la mano de su padre y que practica desde que tenía cinco años. Testimonios cercanos al campeón teldense rememoran el oro y el fango de su trayectoria.

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Cuando decidió volver a casa en 2010 estaba muy quemado, como decimos nosotros en el tenis. Había salido del ránking y quería dejar el individual. Hoy todo ha cambiado y disfruta cada día de este deporte», desvela su entrenador Dominic Conde, compañero de duras sesiones diarias y testigo directo en Londres del triunfo en la final de dobles junto a Fernando Verdasco. «Es la guinda a su esfuerzo», reconocen todos los que le han visto trabajar casi desde que agarró con firmeza el mango de su primera raqueta.

Fue con su padre con quien comenzó a jugar. La geografía emotiva de su carrera se escribe desde Telde (La Pardilla y el Islas Canarias, en Jinámar) hasta Tafira, donde llegó siendo un renacuajo para comenzar a aprender de la mano de una persona vital en su vida: Julián Fresno. «A esa edad ya localizas el talento. Y él lo tenía. Pero en el tenis hay muchos factores influyendo, nunca te puedes aventurar a creer que será una estrella en el futuro», concede el patrón de sus años de formación.

Lo ganó todo siendo un niño. Compañero de generación de ilustres como Magüi Serna o Aday Santana, hoy referencia del pádel internacional con residencia en Madrid. Cuando se fue acercando la mayoría de edad emprendió un viaje ambicioso. Barcelona y Alicante fueron lugares a los que acudió para intentar consolidarse como profesional. Todos lo que le aprecian afirman lo mismo: «Le faltaba algo de mentalidad. Tenía mucho talento, pero hace falta también físico y cabeza», subrayan.

Hay un momento para todos fundamental su vuelta a casa hace tres años. Volvió a Telde, junto a su familia, y se mentalizó de que no solo triunfaría por sus excelentes cualidades. También había que apretar los dientes. «Es feliz. Más que nunca. Está en casa, con su gente de toda la vida. Disfruta de las playas que le gustan, de los restaurantes que le gustan. Pero encima está entrenando más que nunca. Y Carlos Moyá lo tiene en su pensamiento para la Copa Davis», explican.

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