Los invisibles para Lobera

Viernes, 17 de julio 2020, 11:46

No son pocas las veces en las que Sergio Lobera alude al ‘bendito problema’. Así se expresa el técnico cuando puede disponer de todos los futbolistas de su plantilla y, por la reglamentación, se ve obligado a prescindir de jugadores que, en muchos equipos de la categoría, serían titulares.

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La situación de ver a algunos fichajes en la grada y a ilustres calentando banquillo no pilla de sorpresa a la dirección deportiva del club, en la que hay miembros que detectan overbooking en determinadas demarcaciones. «Castillo, Atouba, Dani Castellano... Ni el Barcelona tiene tres laterales izquierdos», desliza un ejecutivo para ilustrar el exceso de cupo que se registra en esta UD. No es una crítica ácida porque la confección del grupo ha sido consensuada y persigue la máxima competencia entre todos sus miembros. Y sí refleja una realidad paradójica. En verano, ni de lejos, se preveía alcanzar la cifra de diez altas. Las prioridades eran, con la guinda de Valerón, suplir decentemente las vacantes dejadas por Vitolo, Thievy y Murillo. Pero, al margen de los recambios esperados, Miguel Ángel Ramírez no estimó esfuerzos e, incluso, hasta pasado el plazo del 31 de agosto, se unieron más más nombres al proyecto. Al final, la lista de novedades, incluyendo a Tana y Asdrúbal como meritorios consolidados, alcanzó la decena. A saber: Ángel López, Galán, Aythami Artiles, Castillo, Apoño, Masoud, Máyor, Aranda, Délev y Valerón, más los dos alumnos más aventajados del filial. La consecuencia de que ahora todos estén aptos, con la excepción de Aranda, es fácilmente deducible y acarrea daños colaterales.

Galán, Delev o Máyor, tres de los nuevos, ya ni entran en convocatorias, y el técnico ha elegido otras opciones por delante de Nauzet y Momo, jugadores de indudable rango. Tampoco hay muchas noticias de los hermanos Castellano, paralizadas sus renovaciones y también el minutaje en competición. Aythami Álvarez, definitivamente, tuvo que haber buscado una salida en verano a la luz de lo que le espera. Y Atouba, Hernán o Tato, recién salidos de la enfermería, no van a tener fácil acomodo en un once que va como un cañón.

«Para mí no hay intocables», asegura Lobera cada vez que le requieren por los roles. Los números y tendencias compulsan sus intenciones. Salvo Barbosa, todos han tenido peto, con ejemplos tan significativos como David García, Valerón o Deivid. Pero al igual que a estas alturas de la campaña ya ha definido, por encima de sus rotaciones, un núcleo fijo de futbolistas predilectos, en el otro extremo también se diferencia un elenco que, salvo giro radical en los acontecimientos, apenas va a tener bola. «Las jerarquías son inevitables en el fútbol. Y más cuando se habla de un proyecto de esta naturaleza, enfocado, al ascenso, al éxito, en el que tener un once estable es fundamental», razonan desde la entidad. Y, del mismo modo, se justifica el rol discreto en algunos casos y residual en otros de dorsales llamados, en principio, a otra cosa. «Lo importante es que el entrenador tenga para elegir y, como él mismo reconoce, hacer las convocatorias ya le genere dilemas. Es la mejor señal de la competencia y recursos del plantel. Lo preocupante sería lo contrario», añade la misma fuente, que sitúa «entre las tres mejores de la categoría» la plantilla que se ha confeccionado en Pío XII.

Lobera está encantado con los recursos que gestiona y ha transmitido a sus superiores que el clima interno es inmejorable. Entiende y hasta aplaude que alguno de sus hombres se irrite por perder el sitio o no jugar porque lo interpreta como el signo inequívoco de lo que busca: todos en tensión, sin autocomplacencias.

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