Las presas se secan

Jueves, 16 de julio 2020, 14:35

No llueve. Y el agua que queda en las presas, que ya es poca, no es eterna. El campo vive mirando al cielo. No hay alarmismo, pero sí cunde la preocupación. Un imaginario reloj de arena les marca el tic tac de las reservas hídricas. Los agricultores coinciden en calcular que solo les queda agua para resistir hasta el verano, o en el mejor de los casos, como en el de aquellos que se abastecen de la presa de Cuevas de las Niñas, hasta poco después de pasado el estío. Los únicos que afrontan 2016 con algo más de optimismo y tranquilidad son los regantes del barranco bajo de Ayagaures, en San Bartolomé de Tirajana. Adolfo Gil, presidente de la asociación de vecinos, y hasta hace poco, también de la comunidad de regantes de esta zona, prevé que el líquido almacenado en los embalses de Ayagaures y Gambuesa les dé para pasar todo este año sin mayores problemas. Lo cierto es que un simple recorrido por los grandes embalses de Gran Canaria, la mayoría ubicados en la mitad Sur de la Isla, basta para darse cuenta de que el agua vuelve a escasear. Salvo Gambuesa, con un 84% de líquido almacenado, casi un oasis hídrico en medio de la sequía, Vaquero y El Mulato, las demás están a menos de la mitad de sus capacidades. Hay presas, como la de Las Niñas, que ya llevan 5 años de restricciones (se riega, pero se pide mesura). Su último lleno lo tienen registrado en 2011. Y en Ayagaures Alto y en el Lomo de Los Palmitos, a los que el Cabildo les suministra apenas 5 horas de agua al mes, viven casi una moratoria agrícola. «Riegan lo justo para mantener la arboleda, pero se les recomienda que no cultiven hortalizas, porque demandan más agua», apunta Adolfo Gil. La presa que peor estado presenta, al menos a simple vista, es la de La Sorrueda, en Santa Lucía de Tirajana. El roque que se yergue en mitad de esta gigantesca balsa, que en condiciones normales asomaría como una isla en medio de la laguna, hoy se levanta solitario y rodeado de tierra por todo su perímetro. De los 34 metros de altura que tiene el muro que la cierra, que cuando está llena acumula 2 millones de metros cúbicos (hay registros que hablan de 3 millones), le quedan en torno a 10. Con todo, el acequiero de la heredad de aguas Acequia Alta de Sardina y Aldea Blanca, José Pérez, que es el que reparte las aguas de este embalse, advierte de que ahora está mejor que en 2015. «Estamos aguantando con aquellas lluvias de octubre». Se refiere a aquellas dos trombas que sembraron de daños la costa de Telde y algunos barrios de la capital, pero que, en cambio, hicieron suspirar de alivio a cientos de agricultores, también a estos de Santa Lucía. No en vano, hoy se puede decir que el campo grancanario, sobre todo el que se abastece del agua blanca de sus presas y embalses, sobrevive gracias a la resaca de aquellos dos palos de agua. Presas pequeñas como la de Salto del Perro, de la que riegan sus cultivos unos 130 comuneros, le deben medio año de sosiego a las nubes que descargaron aquella bendición. Y también les permite regar a buenos precios. Manuel Pérez, vecino de Barranquillo Andrés, en Mogán, con participaciones en la que algunos llaman también presa de San Antonio, cuenta que a ellos, como comuneros, les cuesta el agua a 3 euros la hora. Y que si la traen de Las Niñas, donde muchos de esos vecinos tienen igualmente agua en propiedad, les sale a 5 euros. Ahora bien, en el momento en que se queden sin agua en Salto del Perro y en Las Niñas, tendrán que tocar en la puerta del Cabildo, que es el que gestiona la presa de Chira, y deberán gastarse un poquito más, 15 euros la hora, que puede subir uno o dos euros más en función de la comunidad de regantes a la que pertenezca el agricultor, que será la que se la suministre. Así las cosas, lo que de verdad les quita el sueño a estos guardianes del campo es el futuro. No pinta bien. Si las nubes no descargan algo más, el 2016 se les hará muy largo.

Publicidad

Noticias relacionadas

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Regístrate de forma gratuita

Publicidad