La UD siempre vuelve
Efectivamente, será una eliminatoria larga, con desenlace pospuesto para la vuelta, aunque la UD ha dado primero y acudirá a Gijón custodiando una renta bien trabajada. Anoche hubo una mejora en todos sus protagonistas, activados para mantenerse en una pelea todavía sin descabello.
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Hay partido en El Molinón. Y a poco que se reproduzca lo que se vio ayer, el asunto pinta bien. Porque el Sporting no lució la mandíbula que le anunciaban y Las Palmas, a golpe de orgullo, recuperó su versión más gremial y sacrificada. Aparcado los debates estéticos, estas eliminatorias se ganan, no se juegan, debe contabilizar a favor de la UD su mayor despliegue físico y mentalidad a la hora de atacar el reto. El grupo dejó atrás sus miedos y complejos y optó por un comportamiento decidido, lo que le permitió gobernar el encuentro con margen, amenazar con la sentencia y, ya es noticia, proteger a Barbosa, que salió muchas semanas después sin recibir daño alguno en su portería. Si había suspiros por no encajar, eso de añadirle al objetivo un gol a favor cubre cualquier expectativa. Y así sale Las Palmas de este primer cruce. Opciones intactas y un mensaje inequívoco: en Gijón, donde hace unos meses metió tres, pueden ir preparándose. Porque la UD ha abandonado el diván y está de vuelta.
Josico renunció de entrada al 4-4-2 que había anunciado como dogma táctico. No se atrevió a un doble pivote con Valerón y borró del once a Chrisantus para calzar al Flaco. Los cambios también afectaron a la retaguardia, restituido el orden natural en los laterales con la entrada de Castillo y hubo permuta Deivid-David García. Tercer partido y tercera alineación diferente, con nueva simetría en beneficio de una mayor consistencia entre líneas. Le funcionó a Josico el plan porque resultó una UD obrera, muy metida en el papel de pelearlo todo y no regalar ni un metro al Sporting. Del equipo asturiano nada se supo en el arranque, demasiado blando ante el paso al frente de Las Palmas y al que se le vieron demasiadas carencias. De repente, el favorito se fracturaba sin que le encimaran. Porque la UD, que al minuto de juego ya había chutado, lo que constituye un enorme progreso para los tiempos recientes, convirtió el encuentro en una cuestión de paciencia. Achicó con nervio atrás a la espera de que llegara la suya, de que Valerón filtrara algún pase o atinara Nauzet, acelerado pero muy presente. Y sí, cayó el gol, aunque lo pariera un error monumental entre Cuéllar y Bernardo. El portero eligió mala dirección en su despeje y el central, con Aranda al acecho, quiso bajar el balón. Una temeridad de cuidado y que tuvo el castigo conveniente, porque no hizo otra cosa que prolongar para el delantero, que ante el portero, hizo lo que debía. De la nada, oro molido y caído del cielo.
A partir de ese instante, las fuerzas se centraron proteger la renta frente a un Sporting contemplativo, que nunca entró en el partido y cuya inapetencia indignó a Abelardo, roto en la banda por la desesperación ante lo que estaba viendo. Hizo bien Las Palmas en aplicarle pausa al encuentro cuando ya mandaba en el marcador. Ahí llegaron sus progresos más notables. Líneas juntas, liderazgo en quien fuera preciso, piernas sueltas para correr con y sin el balón. Creérselo siempre. Así alcanzó el descanso, sin que le tosieran y con el dominio de la situación de norte a sur.
No era normal lo de un rival al que le precedía buena fama y, tras el intermedio, al menos tuvo a bien estirarse. Algún saque de esquina, intenciones siempre difusas pero con cierta intención fueron sus señales de vida. La UD se notó en apuros para abrocharse cuando las camisetas rojiblancas comenzaron a poblar más allá de la línea divisoria. Pero todo duró un rato. Claro que Barbosa tuvo que ganarse el jornal de nuevo con una salida a pies de Scepovic después de que sirvieran un centro afilado desde la derecha. El atacante serbio, más de veinte goles le avalan, se anticipó a todos y conectó su bota al esférico. No contaba con un portero que todo lo abarca y que empequeñeció los ángulos.
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De lo que pudo haber sido a lo que no fue y retorno a lo anterior, oxigenado el equipo con el nervio de Vicente y el alboroto que siempre pone Asdrúbal. Sin referencia arriba durante todo el encuentro, la apuesta vino por las diagonales desde las bandas. Desde los costados, tenía que ser, nacieron contras que de milagro no terminaron en la red. Buena señal, la de seguir mirando hacia arriba, la de persistir en el empeño y no caer en la usura.
Así se puede soñar con conquistar Gijón en unos días. Rearmada, con una condición anímica ahora disparada, este cruce comienza a conjugarse en clave propia. La UD ganó, lo mereció e hizo más que el Sporting. Quizás no todo sea un golpe aislado. Puede que el hambre sea mayor. Y éste es un diferencial decisivo en estas latitudes.
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Ficha técnica:
1. UD Las Palmas: Barbosa; Ángel López, Deivid, Aythami Artiles, Xabi Castillo; Javi Castellano, Apoño; Nauzet Alemán, Valerón (Vicente Gómez, min. 71), Momo (Asdrúbal, min. 77); y Aranda (Chrisantus, min. 89).
0. Real Sporting de Gijón: Cuéllar; Lora, Luis Hernández, Bernardo, Álex Menéndez (Iván Hernández, min. 10); Carmona, Sergio Álvarez, Cristian Bustos, Isma López (Jony, min. 62); Scepovic (Guerrero, min. 79) y Lekic.
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Gol: 1-0, min. 21: Aranda.
Árbitro: Daniel Ocón Arráiz (Comité Riojano). Mostró tarjeta amarilla a los jugadores locales Nauzet Alemán (min. 33) y Xabi Castillo (min. 45), y a los visitantes Bernardo (min. 23), Carmona (min. 59) y Sergio Álvarez (min. 86).
Incidencias: partido de ida de la primera eliminatoria de ascenso a la Liga BBVA, disputado en el Estadio de Gran Canaria ante 12.440 espectadores.
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