La imposible unidad del nacionalismo

Viernes, 17 de julio 2020, 00:38

Mientras el nacionalismo se refuerza en distintas regiones españolas y se situa en el marco político estatal con la clara intención de influir en las políticas de Estado, los nacionalistas canarios se empeñan en precipitar al vacio la experiencia acumulada a lo largo de más de veinte años. Los dos grandes partidos nacionalistas se dan la espalda, agudizan sus diferencias y se ignoran, además, toman caminos opuestos, uno hacia el conservadurismo moderado y el otro hacia el progresismo. La realidad es que Podemos ha irrumpido en la izquierda dando graves mordidas al nacionalismo, y que el empeño de esa nueva izquierda es constituirse en poder de Estado. Ante estas circunstancias, el nacionalismo canario se enfrenta, debilitado y dividido, en una pugna por ocupar ese espacio que se abre a nivel nacional, sin que exista ninguna posibilidad de entendimiento. Frente al resurgimiento del nacionalismo en el resto del Estado, Nueva Canarias considera más imperiosa la necesidad de alianzas que permitan gobiernos progresistas para hacer frente a las brechas de desigualdad, que además están abiertas a considerar algunos aspectos propios del nacionalismo, como el federalismo prometido por Pedro Sánchez o el referéndum de Pablo Iglesias. Da la impresión de que el partido de Román Rodríguez ha puesto en la balanza su ideología de izquierdas y su vinculación nacionalista, y, de forma coyuntural, pesa más la necesidad de entrar en la corriente progresista, de izquierdas, que trata de hacerse con las riendas del país, con Pedro Sánchez al frente. Es una reflexión y decisión que nace de la propia formación nacionalista, que es la que pide a los socialistas ir juntos en las elecciones y después profundizar en algún tipo de alianza más estable. De hecho, NC ya aprobó en sus órganos de gobierno, el diálogo con el PSC, mientras que el PSOE se lo toma con más calma, sobre todo porque han surgido voces en su seno sobre la utilidad de ese acuerdo después del «fracaso» electoral en las últimas elecciones generales, que, analizando los datos, no fue tan desastroso como lo presentan. Juntos lograron mantenerse, por separado hubiesen perdido ambos. Tampoco la militancia, y algunos dirigentes de NC, ven con agrado ese acuerdo, que los podría alejar del ideario nacionalista e insisten que el acuerdo es meramente «coyuntural», que no irá más allá de la exploración y de algunos acuerdos de Estado o electorales. Los órganos de gobierno de los nacionalistas de Román Rodríguez ya han trazado algunas líneas rojas en ese posible pacto de colaboración. Por lo pronto, han dejado claro que son «partidos y proyectos diferentes», que «no habrá nunca unidad orgánica» y que el objetivo es conformar mayorías progresistas, como las que se han dado en Telde, en Las Palmas de Gran Canaria o en el Cabildo Insular y la propia coalición electoral en las pasadas elecciones. Es una estrategia, y como tal coyuntural, que pretende incidir en la necesidad de una mayoría progresista en el país, desde donde NC pretende influir, con el PSOE de aliado, para alcanzar acuerdos que tengan en cuenta a Canarias. El debate está abierto, pero lo que queda meridianamente claro es que el nacionalismo de NC pretende transitar por las veredas de la nueva y disgregada mayoría en la izquierda, en la que se han introducido algunos elementos que pueden reforzar el nacionalismo. La fuerza de Podemos está en medio de este debate. Ambos partidos, NC y PSC, constatan que la nueva fuerza emergente hace mella en su electorado, y lo que es más grave, entre su militancia, dispuesta encontrar respuestas que las viejas formaciones ya no tienen. Pablo Iglesias ha logrado ilusionar a la izquierda, pero también ha tocado el nacionalismo, con la apertura al reconocimiento territorial, el cultivo del ideario a través de acuerdos, como los establecidos con los catalanes de Ada Colau, los valencianos, los gallegos o los vascos. Todo un atractivo para los cansados votantes, sobre todo jóvenes, que buscan fórmulas que resuelvan sus problemas, ahora y en el futuro, no encontrando en los viejos partidos las respuestas que necesitan, más bien los perciben como un problema que se suma a los propios de la supervivencia ciudadana y el futuro. La posición de Nueva Canarias no deja de ser una estrategia, pero que aleja cualquier acercamiento al resto del nacionalismo, especialmente con CC. La batalla por Gran Canaria está en el centro del conflicto, agudizado, en esta última etapa, a lo que suma el proceso de «insularización» y «derechización» en los programas de CC, que Nueva Canarias rechaza con rotundidad. El partido de Román Rodríguez da por zanjado cualquier diálogo, presente y futuro con la actual dirección de CC. «Es imposible desde las posiciones de Fernando Clavijo», lamenta un dirigente de NC, que entiende no se han tendido puentes entre las dos formaciones, sobre todo de cara a las elecciones autonómicas, la constitución del gobierno y las elecciones generales del 20D. Clavijo intervino en Gran Canaria para salvar el proyecto de CC, pero creo que apuró demasiado las diferencias, cerrando el diálogo y agudizando contradicciones, sin contemplar los escenarios inmediatos, como la necesidad de presentarse junto a NC a las elecciones generales. A partir de aquí CC puso contra las cuerdas a Román Rodríguez, al que no permitió ninguna «sugerencia», ni colaboración institucional. La campaña de CC convirtió a NC en el enemigo a combatir, pero salió mal. Román resistió y avanzó y CC se estancó en esta isla. Nueva Canaria tampoco es ajena a la responsabilidad, se advierte cierta «altanería» frente a los nacionalistas grancanarios, a los que desprecia y considera garantes de ATI. Tanto en el Cabildo, como en ayuntamientos, NC ha arrinconado a los nacionalistas de CC, pretendiendo su extinción. El gesto más llamativo fue no contar con Fernando Bañolas para gobernar el Cabildo, poniendo en boca de Podemos el veto. Así las cosas, irreconciliables en las posturas, CC también parece haber decidido su futuro inmediato al margen de la unidad nacionalista. El partido de Fernando Clavijo no está en su mejor momento, pero la línea estratégica parece estar marcada. Gravemente tocados por los resultados electorales, por la irrupción de Podemos y Ciudadanos, se ha iniciado el tanteo para reformular sus mensajes y su estructura, pero es un camino lento y no prioritario. Para Clavijo es vital conservar lo que tiene y no tentar al demonio con procesos abiertos que nunca sabes cómo acabarán. Orgánicamente CC quiere consolidar lo que tiene en cada una de las islas, tocando lo mínimo, las estridencias más importantes, pero sin abandonar el modelo de reparto ni avanzar en el de partido único que abanderó en estos últimos diez años. Es evidente también que las políticas previstas, sobre todo las económicas y territoriales, a pesar de estar el PSOE en el Gobierno, toman un cariz claramente de derechas. En esa línea de reconstrucción de CC, Gran Canaria, es el punto más débil en el mapa de Clavijo. No obtuvo los resultados esperados, ha perdido todo el poder local y solo le queda el hilo que lo une al poder regional en el Gobierno de Canarias, donde, por cierto, obtuvo una buena representación. Desde hace algún tiempo Clavijo viene hablando con distintas fuerzas minoritarias en Gran Canaria, con la intención de integrarlas, bajo alguna fórmula que permita ampliar el partido y el poder en distintas instituciones. Un diálogo complicado, pero que podría dar sus frutos y reconfigurar el partido desde los restos de organizaciones municipales e isleños que se sitúan, también, en el centro derecha o que carecen de ideología propia, más allá de las alianzas lobistas. De prosperar esos acuerdos, la línea quedaría definitivamente trazada en el futuro inmediato del nacionalismo, sin que la unidad, tantas veces frustrada, quedara tocada por muy largo tiempo y en una clara pugna por ocupar el espacio de poder en el Estado e influir en Canarias.

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