La gran cita con el jazz
Unas 30.000 personas por término medio acuden cada año a la cita estrella con el jazz en las Islas que, en estos 23 años ha contado con un presupuesto de algo más de 200.000 euros anuales, aunque hubo épocas en las que alcanzó los casi 600.000. Pese a ello, se trata de un encuentro musical sobre el que desde sus inicios, asegura su director, Miguel Ramírez, «pende la incertidumbre». «Ya no sé si es bueno o malo, pero me inclino a pensar que es lo primero. Cada año me enfrento al festival como si fuera el primer año», asegura Ramírez para quien en estos días se combina «la responsabilidad» del festival que comienza con «la ilusión» porque va a «trabajar para el siguiente». Aunque en realidad, añade, «nunca lo doy por hecho. Es más, en los últimos tres años, hemos tenido muchas dificultades y salir adelante ha sido un logro muy especial. No es bueno vivir con incertidumbre. Es mejor trabajar con medios, con recursos y tranquilidad. Pero, salvo excepciones una vez tuvimos un contrato con Heineken de cuatro años, cada vez que empezamos hay que pensar con qué vamos a contar, quién es el político que va a estar, qué informes tendré que presentar... La sensación es, en cuanto a esa parte, lo que he dicho, en cuando a la otra, creo que en 23 años hemos contribuido a fidelizar». Sin embargo, continúa Miguel Ramírez, en el fondo precisamente esa independencia le ha valido al Festival credibilidad y sostenibilidad.
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Distribución de recursos En general, asegura Ramírez, «hay una muy mala distribución de los recursos para la cultura. Creo que, a pesar de los recortes, hay mucho dinero para pocos y poco dinero para muchos y el Festival de Jazz está en el poco para muchos. Lo bueno, sin embargo, es que hemos sabido sumar. Este Festival no es de nadie. Probablemente si dependiera de una entidad hubiera desaparecido, pero una de sus grandes ventajas es que casi siempre la aportación de patrocinio privado ha estado y está por encima del 50%». Una partida, añade el promotor cultural, a la que hay que sumar que en el presupuesto «siempre hay una estimación de ingresos por taquilla» y, «dependiendo de eso el margen de beneficio es mayor o menor». Aún así, concluye, «yo nunca he perdido dinero con el Festival de Jazz. Ha habido años que hemos ganado relativamente poco, en otros, nos hemos sentido satisfechos. Queremos ganar lo razonable, entre un 10 y un 15% según el presupuesto». Ramírez explicó que la aceptación popular del Festival de Jazz se basa en lo que llama la «fórmula de las cuatro parejas: gratuito y de pago; espacios abiertos y cerrados; artistas emergentes y consagrados y músicos internacionales y nacionales y locales». La idea, continúa, es que «siempre hay un espacio para que el aficionado se siente a escuchar música, pero el Festival también tiene un componente importante de punto de encuentro donde la gente se ve todos los veranos. Por otro lado, hubo una época en la que, para que los músicos isleños tocaran en el Festival, hacía falta un determinado nivel. Y a lo largo del tiempo se ha visto con la cantidad de discos que se han presentado. Pero en los últimos años los grupos que presentan discos son chicos que descubrieron esta música en este Festival de la mano de sus padres y eso es una satisfacción». En resumen, relata Ramírez, «el Festival ha consolidado público y, a una parte lo ha formado porque después van a otras citas de jazz, y ha hecho músicos. De la mano del festival muchos jóvenes se han ido a estudiar fuera, ha contribuido a que la gente se forme mejor». A diferencia de otros, el Festival de Jazz no es «música para nuevos ricos o un encuentro hecho a base de talonario», sino un encuentro en el que cuenta, y mucho, la venta de entradas. «Hasta ahora la gente se fía de nuestras propuestas y acude. En general hemos tenido en torno al 80% de ocupación. Yo creo que está muy bien. Este año notamos que la crisis he hecho daño, pero confío en que nos mantendremos en la media».
Por «una bronca» Cuando se le pide recordar el origen del Festival de Jazz a su promotor, Miguel Ramírez, asegura sin ambages que nació como consecuencia «de una putada que nos hicieron». Ramírez recuerda que había una especie de encuentro musical de jazz que primero organizó la extinta Caja de Canarias y, más tarde, Socaem, a principios de los 80. «Contrataron a nuestro grupo [Ramírez es músico] y tocamos en el Festival de Música porque le montamos una bronca a Rafael Nebot y, para consolarnos, nos dieron una gira en Tenerife, donde hicimos cuatro bolos. A los dos o tres años, yo había empezado a hacer pequeños festivales en Agaete, en Gáldar... Y nos enteramos de que habían quitado al cuarteto de Morgan, que estaba programado, para meter a un amigo. Yo hice el concierto Por un Sáhara libre en el Estadio Insular, y políticamente aquello funcionó. Gonzalo Angulo [ex consejero de Cultura] me dijo que si sería capaz de ir a su despacho a hablar y me preguntó qué me gustaría hacer y yo dije: Un festival de jazz, porque llevaba dos años sin programarse. Entonces pensé que debía llegar a mucha gente, que no debía ser del Cabildo o del Ayuntamiento, ... debíamos ir poco a poco... Ahora tengo 50 años. En aquel momento pensé que si el festival cumplía 10 años era probable que se quedara [para siempre]. Han pasado 23 y sé que no es así».
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