José Viera y Clavijo, el primer historiador de Canarias

Viernes, 17 de julio 2020, 11:40

Hace cien años Las Palmas de Gran Canaria, con el impulso fundamentalmente del Cabildo catedralicio y de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, conmemoró solemnemente el primer centenario de la muerte de uno de los personajes más insignes y trascendentes de la historia de Canarias, José Viera y Clavijo, cuyos restos mortales descansan para siempre desde aquella fecha en la Capilla de San José de la Catedral de Canarias. Sin duda alguna, en aquel centenario, como ahora ocurrirá con los importantes actos preparados para estos días por el Cabildo de Gran Canaria, el Cabildo Catedral, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y el Ayuntamiento capitalino para conmemorar el bicentenario de un personaje cuya obra y vida tiene enorme vigencia como ejemplo en los tiempos actuales, las primeras autoridades encabezaron las más señeras manifestaciones conmemorativas. De ellas quedan como rastros palpables la propia sepultura de Viera en la Catedral y la hermosa lápida en mármol, costeada por la Real Sociedad, que se colocó en la fachada de la casa en la Plaza de Santa Ana donde vivió en Gran Canaria el insigne polígrafo nacido en el Realejo Alto. En febrero de 1913 Las Palmas de Gran Canaria, al cumplirse los cien años de su fallecimiento, quiso dar cumplimiento definitivamente a la voluntad del propio Viera y Clavijo, manifestada en el testamento que había redactado en Telde el 30 de septiembre de 1811, en el que pedía que se le diera «sepultura en la capilla del nuevo crucero del templo catedral destinado al culto del patriarca San Josef, con inmediación a las gradas del altar, sellándola con una losa, que deberán poner mis herederos y este epitafio: Don Josef Viera y Clavijo, arcediano de Fuerteventura, Ecce nunc in pulvere dormit (he aquí, ahora duerme en el polvo)». Se cumplió su disposición con precisión y solemnidad y al hacerlo Las Palmas de Gran Canaria, sus instituciones, sus primeras autoridades, se convirtieron en los verdaderos herederos de este gran polígrafo y sacerdote que tantos parabienes dio y sigue dando a la isla. Herederos que, en este bicentenario, deben también saber estar a la altura, encabezando sus primeras autoridades los principales actos de reconocimiento a quien trajo con mucho las luces del progreso a esta capital y la sigue iluminando dos siglos después. Sin embargo, hasta aquel momento no reposó Viera y Clavijo completamente a gusto y a su voluntad, pues dos veces fue enterrado tras su fallecimiento, antes de llegar a su tercer enterramiento en la Catedral de Canarias. Tras fallecer, al amanecer del 21 de febrero de 1813, y tras las oportunas exequias, se le condujo solemnemente al cementerio de Vegueta, casi recién inaugurado y aún en obras, pues la legislación vigente prohibía su inhumación en la Capilla de San José, que él mismo, junto con Luján Pérez, autor de la hermosa imagen del Santo, y el canónigo José Borbujo, había costeado. Casi cincuenta años más tarde, el 19 de diciembre de 1860, dado el estado ruinoso y deplorable en que se encontraba su sepultura, el Cabildo eclesiástico ordena la exhumación de sus restos y su traslado al panteón de canónigos del mismo camposanto veguetero, donde quedó enterrado por segunda vez y hasta su traslado definitivo a la Catedral, que tuvo lugar en la tarde del 20 de febrero de 1913, en el marco de una solemne procesión por las calles de Vegueta, con la participación de todas las autoridades civiles, militares y religiosas, representaciones de instituciones socio culturales, escuelas de comercio y politécnica, colegios y bandas de música, en la que sus restos mortales, colocados en un cofre de maderas finas sobre unas andas con faldones de terciopelo negro galoneados en oro, fueron portados por dos canónigos, un concejal y un directivo de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, quedando depositados en un túmulo levantado ante el altar mayor de la Catedral hasta el día siguiente, cuando se verificaron solemnes exequias y se procedió a su inhumación la tercera en la Capilla de San José. A continuación una comitiva cívico-religiosa, precedida de la Banda Municipal y de la Banda del Regimiento se encaminó hacia la que fuera su casa en la Plaza de santa Ana hoy Archivo Histórico Provincial para descubrir la placa que aún recuerda aquel «Homenaje de la ciudad de Las Palmas al ilustre polígrafo don José de Viera y Clavijo primer historiador de Canarias. Vivió en esta casa y murió en ella el 21 de febrero de 1913», interpretando a continuación ambas bandas la marcha fúnebre compuesta para la ocasión por el maestro Santiago Tejera titulada Ecce nunc inpulvere dormit. La población, donde se produjeron numerosos actos culturales y conferencias con Viera y Clavijo como referencia principal, aparecía en aquellos días engalanada y presentaba un aspecto solemne y sus calles se veían invadidas de un público que se sumaba al más que justificado homenaje a uno de los canarios más eximios de toda la historia de las islas, cuyos restos, por su propia decisión, descansarán eternamente en Gran Canaria, en la Catedral de Canarias.

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