Izquierda
En esta reconstrucción democrática de esteticistas, en la que los nuevos partidos proclaman la necesidad de desprenderse de las mochilas ideológicas, hay un vacío a la izquierda de las ideas. Antes, aquellos irredentos de pasión comunista que se alejaban del progresismo burgués del socialismo, encontraban un espacio donde vanguardizar sus ideas en los pequeños semilleros de Izquierda Unida. Verdadera tercera fuerza de un tiempo en el que Julio Anguita los llevaba a lomos de su caballo.
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En estas autonómicas esa opción ha desaparecido. Completamente arrinconados, incluso en el escenario archipielágico, por esas máscaras sin rostros que son Podemos y Ciudadanos. Izquierda Unida -que partirá con la marca electoral Canarias Decide- solo ha podido ocupar espacio mediático por la expulsión, a pesar de la soberana decisión asamblearia, de los miembros que apostaron por ir en la fórmula instrumental Las Palmas de Gran Canaria Puede, claramente dominada por Podemos.
Ahí queda ese estigma de la izquierda. Aquello de «y para ganar nos volvemos a dividir». Desde la mítica depuración comunista de 1947, a la expulsión de Semprún y Claudín en los sesenta por disentir con Carrillo.
La gente progresista de verdad, la que va más allá de la gabardina marrón cortada al milímetro de Pedro Sánchez, necesita de ese espacio que les dé cabida. Opciones como Izquierda Unida, desde su organización territorial, que imponen muchos puntos coherentes y necesarios en su argumentario electoral. Pero hay demasiadas lamparones sobre el traje. Todavía demasiadas referencias que empiezan a oler a ropa guardada hace tiempo. El póster del Che igual debe ser descolgado de la pared, actualizar los iconos, y, sobre todo, no manchar una retórica eficiente con soflamas apolilladas.
Pero lo fundamental es el respeto a su propio credo. La colectivización entendida literalmente, no diluida en la guerra de guerrillas.
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