Ian O’Leary y su búsqueda del buen karma
Ian O’Leary, pese a su ascendente irlandés, es de Woodlands Hills, en el californiano Valle de San Fernando. Dicen que es el lugar más caluroso de Los Ángeles, y que en verano el mercurio está atrapado por los 40 grados centígrados. Con ese aspecto de surfero, su querencia por la Cícer, un lugar desde el que se muestra al mundo siempre con su mujer y su hijo en las redes sociales, aparenta ser un tipo de sangre caliente como los que salen en las novelas de Don Winslow. Sin embargo, lleva unos meses como apagado. Espiritualmente fundido.
Publicidad
Ante el Estudiantes fue el protagonista. Ni fue el que más anotó ni el que mejor valoró. Pero hay otra suma, la coyuntural, que escenifica su gran partido. Anotó diez puntos en una ráfaga de cuatro minutos. Todos ellos en el segundo cuarto. Cuando llegó su primera canasta el partido estaba ajustado (27-24), cuando sumó su segundo triple consecutivo y su décimo punto, el Gran Canaria ya había partido en dos el encuentro (44-28).
El encuentro nunca regresó de ese trámite. Al descanso el Gran Canaria había metido demasiado plomo en el cuerpo del Estudiantes, Tampoco se dejó ver mucho más un O’Leary que, además de sus diez puntos, añadió a su particular actuación cuatro rebotes, dos asistencias y dos tapones.
O’Leary necesita calor. Autoestima. A su llegada de Valladolid todo fueron buenas noticias: comenzó la temporada con una nota alta, acorde a las expectativas que había generado. Luego su nivel se acomodó a una curva irregular, y daba una imagen a ratos tristes a ratos tensa sobre la pista.
Publicidad
Contra el Estudiantes incluso hubo algún gesto cómplice de Pedro Martínez. Una anomalía.
O’Leary anda persiguiendo que cambie su karma. Toparse de lleno con la felicidad que deseaba encontrar en Gran Canaria después de un año de contratos mancillados y pagos adeudados en un Valladolid que se desangra. Un día como el de ayer bien le va a ayudar a ello.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión