¿Hacen huelga los chinos?
Viernes, 17 de julio 2020, 10:15
La huelga me atrapó en una lanzadera ferroviaria que une, sin chófer, París con el aeropuerto de Orly. Air France canceló sus vuelos con Canarias por la exclusión de las aerolineas extranjeras en los servicios mínimos, una medida antieuropea para ese Zapatero que viaja de cumbre en cumbre como Felipe II contemplando un reino que se desvanece. París no hizo caso ayer a la huelga espanola porque los analistas sospechan de un pacto oculto entre el Gobierno y los sindicatos. Los medios especializados, como 'Echos', la obviaron y TF1, BBC News o Euronews, ni siquieran se asomaron en la víspera. Para 'L'Equipe' sólo interesa Barcelona y Real Madrid y para el resto de los parisinos, el sol, las tapas y las fiestas playeras. Esta huelga es una pérdida de tiempo y de dinero que acrecienta el descredito de unos sindicatos que retroceden a la Edad de Piedra, ajenos e indolentes a la alta temporalidad (30 por ciento), a la elevada bolsa de desempleo (otro tercio) y, sobre todo, a la deficitaria productividad, de la que UGT y CCOO huyen como gallinas del zorro, porque entonces se descubriría el fracaso de su razón de ser. La productividad nacional hoy es la misma de Suecia pero en 1975, los trabajadores siguen escasamente formados, la inversión en bienes y equipos es de las más limitadas de la UE y, lo que es peor, no hay signos de cambios ahora que sufrimos una crisis sistémica tan preocupante como la de 1929. Las centrales sindicales saben que su tiempo se acaba con los nuevos conceptos de globalizacion y productividad que llegan de Asia y de paises emergentes como Brasil. Ayer mismo, cuando volví a París tras se reubicado en un nuevo vuelo y abonar de mi bolsillo la noche de hotel, endulcé mi enfado en una chocolatería histórica de la ciudad de las luces (La madre de familia), fundada en 1761, 18 años antes de que triunfara la Revolución Francesa. El establecimiento está próximo a Republique, núcleo de las batallas sociales del París más idealista, pero ni siquiera el símbolo revolucionario de todos los parisinos es capaz de detener la ofensiva economicista del siglo XXI. La chocolatería no ha perdido su sabor, ni el aroma de sus escaparates. En ella trabajan dos muchachas magrebíes y un cuarentón francés peinado impecablemente con la raya a la derecha. Sólo hay una diferencia sustancial que acredita que París tambien se funde con el devenir oriental, el negocio es ahora regentado por una acomodada inversora china que supervisa el pago de la cuenta. En París sólo hay que tomar el tramo de Republique hasta Pompidou para confirmar lo mismo que pasa en Mesa y López hasta Guanarteme: los chinos no hacen huelga, no conocen el concepto de descanso y sólo ahora, con las clases medias mas aliviadas, disfrutan de vacaciones y de algun café en la esquina de los bares de la calle del Temple, cerca del Museo Picasso. Es una realidad ajena a UGT, CC OO y el resto de sindicatos inmersos en una lucha de clases obsoleta y desmadejada, de la que sólo escaparan cuando se extingan.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión