Geografía del sobre

Ante el pelotón de micrófonos que le esperaba en su comparecencia judicial, Jordi Montull vino a recordar aquellos días en que debía saldar cuentas con el tesorero de turno. «Yo tenía el dinero en un sobre preparado, él venía, contaba el dinero, lo recogía y se lo llevaba», explicó. Al público en general parece molestarle, pero no demasiado, que se le expliquen este tipo de cosas. El receptor lo niega todo, como no podía ser de otra manera. Sin recibos, no hay crédito que valga. En los palacios de Barcelona se juzga estos días la alimentación de los gobernantes durante el último tercio de siglo. Los resultados no serán concluyentes, porque los sedimentos aún están frescos. Este tipo de cosas las explican mejor los arqueólogos, pero necesitan restos de vísceras, alguna dentadura y un poco más de tiempo. Ahora es el partido que pilota la independencia de Cataluña, pero el método acumula testimonios suficientes para situarlo como un soporte básico en la nutrición de varias generaciones. El mapa de la implantación no distingue siglas, colores ni edades. La geografía de los sobres describe comportamientos similares en pueblos grandes y pequeños, zonas muy pobladas y espacios protegidos, mar y monte. Alcanza por igual a pobladores fijos y transeúntes, a nómadas digitales y parados terminales. Barcelona, Madrid, Valencia o Sevilla, Toledo o Mallorca. Murcia o Alicante. El patrón tiene algunas variantes según la zona, pero elementos comunes. Cantidades discretas que caben en el bolsillo de la chaqueta mientras se lee tranquilamente el periódico en la guagua igual que en el metro, en el ferry o en el tranvía (por citar transportes públicos próximos al lector). Porcentajes mínimos, entre el 3 y el 4%, que se compensan en los costes de las obras. La ventaja de vivir en islas es que aquí, de ocurrir algo similar -Dios no lo quiera-, sería un hecho aislado, fácil de erradicar. Apenas un pequeño brote en Lanzarote.

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