Factores
Si la línea a seguir tras las elecciones generales la van a marcar los partidos canarios, Mariano Rajoy debiera estar preocupado. El PP lo sabe por experiencia regional; no es tan difícil que el partido ganador en minoría se quede en la cuneta. En Canarias, la política es una cuestión de aritmética, mientras en España es más bien un estado de ánimo.
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Le ocurrió en 2007 al PSOE, cuando se quedó en la calle con los 26 flamantes escaños de Juan Fernando Lopez Aguilar. También el PP escarmentó en 2011, con 50.000 votos más que la segunda fuerza más votada y sin sillones de gobierno. Incluso en el actual Parlamento canario; también en las autonómicas de 2015 el PP fue el más votado en todo el Archipiélago, aunque apenas obtuvo 12 escaños y sin llaves que prestar. Para formar parte de un gobierno en Canarias, lo primero es aprender a contar.
En Madrid, la única cuenta que le asegura a Rajoy una precaria mayoría matemática de 176 escaños tendría que incluir no sólo a Coalición Canaria, que vuela ahora a Madrid a disfrutar de los peores resultados de su historia. Para sumar, además del improbable visto bueno de Ciudadanos y PNV, aún se necesita del concurso de Nueva Canarias, a la que el nacionalismo tinerfeño le reclama un salto en vacío al barco salvador de la derecha. Lo sorprendente del caso fue la duda inicial del diputado Quevedo; de un representante tan viajado se esperaba algo más de certeza en medio de la confusión.
La depresión de las izquierdas impide a estas horas una alternativa cuantificable. La fractura del PSOE arrastra al pesimismo de Podemos; ambos lloran su ingenuidad con más de 8,5 millones de votos masticando mutuos recelos. En ambos escenarios, a izquierda y derecha, se queda sin despejar la incógnita catalana, el único factor capaz de resolver la ecuación. Curiosamente silenciado estos días.
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