Equilibrio
La Carta Europea de Ordenación del Territorio lo dijo así en 1983: "Toda política de ordenación del territorio cualquiera que sea su nivel debe basarse en una participación activa del ciudadano". El documento tampoco es tan importante; el valor de la palabra de los ministros europeos ya caía por la bajadita. Entonces el actual presidente del Gobierno canario, Fernando Clavijo, no había terminado la EGB; aún no había cumplido los 12 años. Su vicepresidenta, Patricia Hernández, acababa de alcanzar la tierna edad de 3 años. No estaban obligados a estar pendientes de esas cosas, su biografía no tuvo necesidad de implicarlos en ciertos debates que marcaron a buena parte de la sociedad canaria en esa década. Y la Canarias que ahora usufructan era apenas un embrión; ideas de ese estilo (ordenación, territorio) llegaban tarde y cojas. Internet no existía y la inteligencia de muchos no brillaba en su actual esplendor por falta de redes sociales.
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Es fácil de entender que en sus horizontes, y en general para esa generación que nació después del Estatuto de Autonomía, ciertos asuntos se contemplan como batallitas de viejos, porque sus intereses y sus emociones crecieron alejándose de aquellas urgencias. Las urbanizaciones ya habían invadido el suelo agrícola, las ciudades se habían proletarizado. Lo que antes fue caos, crecimiento incontrolado, ya aparecía como el orden natural de las cosas. Ahora el suelo es urgente, y se presentan dos novedades juveniles; que sean otros los que decidan, y que los ecologistas dejen de dar el coñazo. Lo demás es negociable. Orden o desorden, parece ser la cuestión.
Claro que se puede, y se debe, revisar el uso del territorio. Es una obligación con las futuras generaciones; en ello va el equilibrio con la naturaleza, la vigencia del planeta. Pero si las prospecciones del petróleo inexistente se batieron en referéndum, ¿por qué el debate sobre el suelo no asume procesos similares de participación?
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