Entre la injusticia y la impotencia (0-1)
Es noticia que la UD pierda, y más en casa, donde no acostumbra a repartir mucho. Desde agosto no caía en el Gran Canaria, ya ha llovido. Lo de anoche, ceder en su campo, no forma parte de tendencias. Pero las formas sí preocupan. El equipo sigue lejos de lo que se espera. Y lleva tiempo así.
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Por justicia, cuestión siempre bajo sospecha en el fútbol, los tres puntos tendrían que haberse quedado aquí. Porque un recuento de las ocasiones arroja una clamorosa ventaja de la UD sobre el adversario, al que le bastó su único remate potable para llevarse el premio gordo. Frente a este elogio de la efectividad (un remate entre los palos, un gol, tres puntos), Las Palmas se estampó una y otra vez en su incapacidad arriba, en la ceguera que invadió a sus hombres para meter la pelota cuando lo más difícil estaba hecho. Se columpió en algunas carencias. Puede que muchas derivadas de la ausencia de Apoño, aunque fundamentar todo en la presencia del malagueño sería vender humo. Apoño es un jugador estimable, que equilibra y da temple. Pero hasta ahí. No es Valerón. Que nunca se haya perdido con él responde más a una casualidad que a un análisis riguroso de las circunstancias. Con Apoño en el campo la UD fue incapaz de ganarle a un Murcia con diez, sin ir más lejos. Vale el ejemplo para quienes quieran buscar fuera lo que no hubo dentro. Lobera presentó ayer un once más que respetable y ni él busca coartada en la baja del diez. La autocrítica ha de ir más lejos. El caso es que Las Palmas mantiene su juego a ráfagas, un rato bueno, dos peores y eso hasta le había alcanzado para tramitar al Mirandés o al Barcelona B. Llegó el Zaragoza y trajo un baño de realidad. Ante muchos rivales puede bastar el ralentí. Contra otros, desde luego que no. Y el de anoche no era baratija. Cierto que se generaron oportunidades hasta para golear. Pero también hubo oscilaciones en el ritmo, desconexiones que no se puede permitir la UD si es verdad que quiere mirar al frente con todas las de la ley. A la UD no le resultó fácil encontrar soluciones al partido que le planteó un Zaragoza bien anclado en Movilla, con el achique lejos de su área. Escaseaban los metros y las vigilancias sobre Valerón eran multiplicadas. Por ahí ganó protagonismo Masoud, al que Sergio Lobera centró en el enganche. El iraní supo hacerse hueco entre una selva de piernas para probar fortuna con todas sus extensiones. De cabeza, desde cerca, desde lejos, por arriba... Fue Masoud la lanzadera de Las Palmas, que no tuvo manera de meterle mano al adversario. El comportamiento del equipo fue intachable, siempre desde la combinación a la hora de atacar el encuentro. Sin acierto pero con tesón, en un ejercicio de decencia con la pelota, tratando de generar el hueco, como debe hacer las cosas un candidato.
El Zaragoza llevó el asunto al punto que quería. Con o sin balón, que todo transcurriera a distancia de Leo Franco. Y Javi Álamo al acecho para romper por la izquierda, como hizo alguna que otra vez para apuro de Castillo. El reloj corriendo, que para los muchachos de Herrera el empate no era mal trato. Con todo, al descanso se llegó con un puñado decoroso de ocasiones, alguna muy nítida, como un mano a mano de Chrisantus ante Franco, mal resuelto con un deficiente zurdazo, y otra aproximación rotunda de Masoud, solo ante el portero y con vaselina que se fue por poco. Si en posesión se negociaba un partido parejo, en intentos pesaba más, y de qué manera, el balance local.
La consigna era seguir igual, afinar el punto de mira hasta que alguna entrara. Y así arrancó la segunda mitad, con la UD por la labor, sin perderse en precipitaciones. La puntera de Franco evitó que Tana rompiera el 0-0. El canterano había encarado con un buen desmarque en posición de interior. Y más clara aún fue otra posibilidad, a renglón seguido, de Galán con la cabeza, a bocajarro. Era gol si pillaba puerta. Pero su testarazo fue tan potente como ciego. En esas andaba el Zaragoza, asediado por todas partes, con pinta de de desmoronarse, cuando cazó una jugada afortunada en mitad de la crecida local, para reventar los cerrojos. Apenas había asomado la cabeza, cosas del destino.
Una rosca a la medialuna de Barbosa y emergió por los aires, poderoso, Roger, al que habilitó Galán con un marcaje perezoso. Impecable su remate, directo a la red para sorpresa general. 0-1 inverosímil. La UD amagó con levantarse. Nueva ocasión para Masoud, esta vez más fácil, desde la frontal, limpio de defensas, con el balón listo para su latigazo. Se le fue por milímetros. Definitivamente no era el día. Y entonces sí, llegó el apagón.Hasta el final, todo lo que vino estuvo de sobra, con ataques en desorden y una sucesión de imprecisiones que elevaron al Zaragoza, en el esceneario deseado para amarrar los puntos.
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La UD pretendía llegar al derbi con mejor fachada, al calor de una buena racha que impresionara. No podrá ser. Lejos de dramatizar, huyendo del tremendismo del resultado, la solución la tiene. Con mirar para adentro será suficiente.
Ficha técnica:
0. UD Las Palmas: Barbosa; Ángel López, Galán, Deivid, Castillo; Vicente Gómez, Valerón; Nauzet Alemán (Aranda, min. 64), Masoud, Tana (Asdrúbal, min. 71); y Chrisantus.
1. Real Zaragoza: Leo Franco; David Cortés, Álvaro, Laguardia, Rico; Tarsi; Javi Álamo (Cidoncha, min. 61), Movilla (José Mari, min. 86), Barkero, Roger (Víctor, min. 79); y Henríquez.
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Gol: 0-1, min. 63: Roger.
Árbitro: Ricardo de Burgos Bengoetxea (Comité Vasco). Mostró tarjeta amarilla a los jugadores locales Galán, Masoud y Asdrúbal, y a los visitantes Henríquez y Cidoncha. Expulsó al entrenador del Zaragoza, Paco Herrera, por protestaren el minuto 93.
Incidencias: partido de la decimosexta jornada de la Liga Adelante disputado en el Estadio de Gran Canaria ante 11.440 espectadores. En los prolegómenos, el otrora futbolista local Federico Páez realizó el saque de honor y recibió la insignia de oro y brillantes del club isleño.
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