Vea la portada de CANARIAS7 de este lunes 8 de diciembre de 2025

En bote y a toda vela en Valsequillo

Viernes, 17 de julio 2020, 09:55

«¿Y cómo trajo eso? ¿Caminando?», le soltó uno de los críos a Carlos Santana, monitor de Vela Latina Canaria. «No, mi hijo, vino en grúa y desde Las Alcaravaneras». Normal. Al muchacho se le hizo raro cruzarse con un bote en medio de la plaza de Tifariti, en pleno Valsequillo. Pero aquello tenía su sentido. Lo trajeron para el 1º Encuentro de Deportes Autóctonos.

Publicidad

Y en un certamen así no podía faltar la Vela Latina, por más que Valsequillo esté en plena medianías, no linde con el mar y la orilla más cercana está a 12 o 13 kilómetros. Es un deporte canario y hay que reivindicarlo como tal, de ahí que el Ayuntamiento lo incluyese ayer entre las 10 estaciones que recorrieron, y disfrutaron, 350 alumnos de los 6 centros educativos del municipio. No faltaron ni las unitarias de El Rincón y San Roque.

Carlos y el bote que prestó ayer la Federación de Vela Latina compartieron protagonismo y espacio en la plaza de Tifariti con los garrotes de José Miguel Ventura y Juan Alemán, aficionados al Salto del Pastor y miembros de la Jurria Jaira, de Ingenio, que dejaron a los chiquillos los ojos como platos al ver con qué destreza salvaban la altura de un muro sin torcerse el tobillo.

«¿Han visto cómo cayó con suavidad? Ni se oyó, sólo se deslizó», les explicaba Juan, que llevaba un batijero a sus espaldas. «Esta práctica es única en el mundo, la utilizaban los pastores en las siete islas Canarias para desplazarse por los riscos», les enfatizaba. Y no es fácil, nada fácil. La última parte del taller incluía una sesión práctica y casi todos demostraron ser carne de llanura.

Más fácil lo tuvieron cuando les pusieron a saltar a la soga, a levantar arados (eso sí, de poco peso), a jugar a la bola canaria y a la pelota mano o a echarse una luchada. No les costó probar, pero muchos ni sabía que existían. Y si los conocían, era sólo de oídas, pero nunca les había dado por practicarlos. Un ejemplo claro es el del trompo, que hace 30 años era habitual en las calles y en los patios de los colegios y que ayer precisó de unos carteles didácticos en los que se les detallaba en qué consistía, como si se tratara de una pieza de museo.

Publicidad

No en vano, de los 350 chiquillos que pasaron por sus manos, el monitor calcula que sólo 10 o 15 sabían tirarlo, como Javier Ramírez, un fiera que aprendió solo, o Raúl Herrera, al que le enseñó su abuela, que estuvo al quite para que no se muera este juego. Para aquellos niños que no tienen esa suerte, al menos quedará este encuentro de deportes de la tierra.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Regístrate de forma gratuita

Publicidad