El regreso de la matraca a la Catedral
Muchos y diversos son los elementos que, con el paso de tiempo, se convierten en verdaderas señas de identidad de una población. Entre ellos, sin duda alguna, no se pueden eludir determinados sonidos y músicas que se convierten, al menos para épocas determinadas, en verdaderos elementos representativos del ser y sentir de una población. Si en Las Palmas de Gran Canaria se pudo hablar, como sonidos característico, de las bocinas de los buques, del que producía el paso del tranvía del Puerto por sus raíles, del cañón de las doce, de músicas populares como han podido las canciones Campanas de Vegueta, Tartanero o Somos costeros, sin relegar la siempre esperada en Nochebuena Misa Pastorella del maestro Valle, hoy no podemos olvidar que el sonido más característico y permanente a través de los siglos, desde casi su fundación hasta la actualidad, ha sido y es el de sus campanas, muy en especial las de la Catedral de Canarias, y con ellas el de su reloj y en Semana Santa y ocasiones muy singulares el de la popular matraca. Así, no es de extrañar que una canción de José María Millares, que tiene como eje a las campanas de Vegueta, casi sea un himno de la capital grancanaria por sentimiento generalizado, pues generación tras generación estas carrillones han marcado la vida cotidiana más personal de sus vecinos; el propio Domingo Doreste Fray Lesco recordaba como «cuando la torre del Norte lanza a los vientos los tres repiques rituales en las fiestas mayores, parece como que suena en los espíritus la hora de la huelga. En el salón de estudios de mi antiguo colegio el repique de la catedral producía automáticamente una huelga de brazos caídos, libros cerrados y espíritus ausentes», mientras por su parte el cronista García de Vegueta resaltaba que el Sábado de Gloria a «media mañana como una gran explosión- sonaban al unísono las campanas de la Catedral y de las iglesias, las bocinas de los coches y las sirenas de los barcos» Las campanas catedralicias están presentes en la vida veguetera desde comienzos del siglo XVI junto con otro elemento sonoro propio e incluso exclusivo de las catedrales se recuerda el enorme conflicto que se dio en 1719 cuando los frailes agustinos se atrevieron a instalar otra, aún mayor que la catedralicia, en la torre del convento de San Agustín- como es la denominada matraca, un instrumento musical de percusión de la familia de los idiófonos, que en su versión grande o de campanario están formadas por grandes tablas o cajas huecas de madera que son golpeadas consecutivamente por múltiples mazos de gran tamaño, movidos a su vez por una manivela, aunque existen también matracas pequeñas que pueden llevar tres, dos y un solo mazo para golpear la tabla, de uso frecuente en la antigüedad, hoy muchísimo menos, por las cofradías en sus salidas penitenciales. Al ruido continuado de la matraca se le denominaba matraqueo, lo que se convirtió también en una verdadera expresión popular isleña referente a guineo, obsesión, «me venía siempre con la misma matraquilla», aunque en la actualidad términos como matraca, matraquero/a se refieren a mundos más conflictivos como el de las drogas. En sí el término matraca parece que proviene del árabe hârraqa o hârraq, una nave grande de mercancías la carraca. Joan Corominas en su Diccionario Etimológico Castellano e Hispánico refiere que este término podría ser una «palabra onomatopéyica, basada en los crujidos de estos pesados barcos». Las matracas de campanario sustituían a las campanas y su misión era hacer callar a la multitud en momento señalados del año como en los días de penitencia y de dolor en Semana Santa. Algunas matracas de campanario aún se conservan, como la de la iglesia de San Pablo en Zaragoza, o la de San Bartolomé en Petrer, Alicante. Este domingo 25 de agosto, presentada tras la misa conventual de la mañana, la histórica y secular matraca de la Catedral de Canarias ha regresado de nuevo, tras el minucioso trabajo de restauración que se ha realizado por ese siempre dinámico y emprendedor activista de las tradiciones y costumbres de la historia granacanaria que es Jacobo González, coordinador por Santa Brígida de la Mesa de El Batán. Se muestra a al alcance de todos en la Catedral, aunque esperemos que pronto se pueda instalar de nuevo en su lugar de siempre en la torre Norte debajo de las campanas. Con ella volverán tradiciones e íntimos recuerdos, y cada tarde de Jueves Santo, como recoge José Miguel Alzola, de nuevo la matraca entrará en acción con su «sonsonete oído en toda Vegueta encogiendo los corazones» La matraca veguetera regresa en este mes de agosto y con ella una parte ineludible de los sonidos seculares de Las Palmas de Gran Canaria.
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