El Madrid rozó la gesta imposible

En un alarde de fe, calidad, acierto y de grandeza, el Real Madrid se quedó a un tris de firmar la mayor gesta de su historia y de coronar su leyenda con una goleada que hubiera pasado a los anales del fútbol. Se puso 3-0 en diez minutos, tuvo al borde del K.O. a un dubitativo y tembloroso Zaragoza más de lo que en realidad pensaba hasta Florentino Pérez, pero le faltó la guinda, esa última diana tan difícil de conseguir.

Ignacio Tylko (Colpisa)

Viernes, 17 de julio 2020, 11:17

Real Madrid: Casillas, Cicinho, Woodgate, Sergio Ramos, Roberto Carlos, Gravesen (Diogo, min. 82), Beckham, Zidane, Baptista (Cassano, min. 82), Robinho y Ronaldo.

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Zaragoza: César, Ponzio, µlvaro, Gabi Milito, Toledo (Generelo, min. 81, àscar, Celades, Zapatero, Cani, Ewerthon (Sergio García, min. 86) y Diego Milito (Capi, min. 89).

µrbitro: González Vázquez (Col. Gallego). Se equivocó al anular por fuera de juego un gol a Ewerthon (min. 70). Mostró amarilla a Beckham, àscar, Toledo y Zapater.

Goles

1-0, min. 1. Tremendo zapatazo de Cicinho desde fuera del área.

2-0, min. 4. Robinho, a pase de Ronaldo.

3-0, min. 10. Ronaldo remata un centro de Beckham.

4-0, min. 60. Espectacular zurdazo de Roberto Carlos.

Incidencias: Se colgó el cartel de 'no hay billetes', pero no se llenó el Bernabéu. Sonó el himno tradicional del Real Madrid y no el del centenario, cuando ambos equipos saltaron al césped para disputar el choque de vuelta de semifinales de la Copa del Rey. El Zaragoza se clasificó para la final por un global de 6-5.

Dispuso de media hora por delante para certificar una remontada heróica con firma brasileña, pero ahí se le terminó la fuerza y se le nublaron las ideas. Exhausto, se le hizo un mundo cuesta arriba consumar la hazaña. Zidane y Ronaldo anduvieron muy cerca de batir a César cerca de la conclusión, pero al final el extraordinario esfuerzo de los merengues resultó baldío aunque halló el premio de la grada, que apoyó de lo lindo de cabo a rabo. El Zaragoza, con todo merecimiento si se atiende a ambos partidos pero no tras ver la imagen pueril, blanda y timorata que ofreció en Madrid, jugará su undécima final copera y buscará su séptimo galardón.

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Inaudito, impensable, imposible creerlo si no se ve. Ni el más optimista de los madridistas, ni tan siquiera el recordado Juanito, pudieron imaginarse jamás un arranque como el que aconteció en el coliseo merengue, con un ambiente y griterío que sólo rememoraban los más viejos del lugar.

Galaxia o ciencia ficción

En apenas diez minutos, tres goles. Así como suena, no es broma, ni ciencia ficción, quizá sí cosas de la galaxia. Los hombres de López Caro afirmaron en la víspera que con un 2-0 al descanso se conformaban y, de pronto, en un visto y no visto, se acercaron al sueño con todo el partido por delante. Los maños, que salieron dispuestos a tocar, a dejar pasar los minutos sin sufrir, se encontraron ya amenazadísimos, con la soga al cuello y un peligro de muerte casi inminente.

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Ocurrió que la campaña ensoñadora nacida del club y secundada por los medios, surtió efecto en los jugadores blancos, que salieron a por todas, enloquecidos, dispuestos a vengar la afrenta sufrida hace apenas una semana en La Romareda. Juego directo, presión arriba y ataque total. Las consignas de toda la vida cuando se habla de épica, de esos partidos que no responden a los cánones clásicos.

A los 57 segundos, Cicincho engancha un rechace sin parar y la clava por la escuadra desde fuera del área. El Bernabéu, ruge. Minuto 4: Ronaldo coge un balón en el área, ve a Robinho y este supera con habilidad a un asombrado César. El Bernabéu, canta. Minuto 10, Beckham centra, µlvaro imparte un curso de cómo no hay que marcar y Ronaldo no perdona. Chamartín, tiembla, igual que unos zaragocistas que no daban crédito a lo que veían.

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Otro partido

Sin duda, sustentado en su mito, en su historia, en la magia brasileña y la fuerza del llamado "templo sagrado", el Madrid ya había hecho lo más difícil: creer ya con fundamento y sembrar de dudas a Víctor Muñoz y los suyos. Sucedió entonces que el partido pasó a ser otro y se jugó a un ritmo lentísimo hasta el descanso. Cualquier guión quedaba roto y era como una vuelta a empezar.

Los madrileños pensaron que, visto lo visto, dos goles en 80 minutos serían coser y cantar y decidieron tomárselo con mucha más tranquilidad. Ya estaban convencidos que la eliminatoria se ganaría desde la defensa, sin asumir más riesgos que los estrictamente necesarios.

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El Zaragoza deambulaba ya como el púgil 'groggy' que sólo busca el rincón para salvarse de la avalancha de golpes que le destruyen. En una contra, Ewerthon soltó un cabezazo que desvió con el pie Casillas, atentísimo.

Comenzó la segunda mitad, con unos y otros dispuestos a sufrir un ataque de nervios, de ansiedad. Otra vez las cuentas de siempre. Que si marcar en el primer cuarto de hora, que si aguantar ese período, que si tal, que si cual... El caso es que Roberto Carlos, otra vez con la ayuda inestimable de una zaga inexistente, decidió que era su momento. A los 60', recibió en corto una falta, recorrió unos metros y `zas!, zurdazo lejos de César. `Más madera! Pero cuando remaba con todo a favor, al Madrid se le agotaron las fuerzas y se quedó en la orilla. `Bravo por sus jugadores! Cuando González Vázquez, que anuló un gol legal a Ewerthon, pitó el final, los maños respiraron más hondo que nunca. `Verlo para creerlo! El fútbol es mágico, la Copa grande.

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