El lío territorial
El conflicto territorial no se va a solucionar. Mi generación cuando llegue a tener nietos seguirá con la monserga de Cataluña y el País Vasco. Podrá de aquí a entonces redoblarse la crudeza de la problemática. O, simplemente, seguir como está; es decir, mal. Pero no podrá arreglarse. Y la reciente encuesta sobre el 25S en el País Vasco dibuja un Parlamento donde ya el PP y el PSOE son prácticamente irrelevantes. Como mucho, una muleta parlamentaria para un Gobierno del PNV. Pero ya está. El auge de Podemos en Euskadi, más el experimentado en Cataluña, de certificarse supondría que sociológicamente populares y socialistas no serán percibidos como legítimos interlocutores para los nacionalistas. Por supuesto, a estos últimos no les hará gracia entenderse con Podemos. Por lo que todo apunta a que el dichoso conflicto territorial se agrandará.
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Y, cómo no, entonces te acuerdas del discurso de José Ortega y Gasset a cuenta de la aprobación del primer Estatuto de Autonomía para Cataluña durante la Segunda República. El texto, lo pueden encontrar fácilmente en Internet, no tiene desperdicio y viene a decir que solo resta sobrellevar el problema pues nunca (y lo decía en la década de los años treinta) encontrará enmienda alguna que satisfaga a todos. No sé qué pensaría hoy en día Ortega y Gasset al alimón del proceso soberanista que poco tiene que ver con el nacionalismo moderado tendente a pactar. Aunque también en su momento la Segunda República tuvo problemas con los afanes independentistas. Pero creo que Ortega y Gasset vendría a reafirmarse en lo que dijo y, de paso, con razón, caer en la melancolía.
Con todo, lo que funciona ante eso que suele denominarse como Madrid (el poder central) es montar la jarana. Porque las comunidades autónomas por lo general no logran equiparar sus demandas a las de País Vasco y Cataluña que siempre han sujetado a La Moncloa con independencia del color político de turno. De hecho, todas las cesiones de cada presidente del Gobierno para apaciguar a los dos nacionalismos catalogados de históricos no han detenido sus respectivos procesos. Incluso, paradójicamente, el catalán ha adquirido mayor importancia que el vasco tras las décadas intensas vividas por último. Una narrativa que se trastoca (a peor) si el 25S el arco parlamentario vasco se fragmenta aún más y dificulta construir arreglos territoriales que, por otra parte, no creo que actualmente estén al alcance ni de unos ni de otros. Por eso dudo de esa tesis basada en que pasado el 25S se podrá reconducir la gobernabilidad nacional. Aunque, las cosas como son, a estas alturas ya nadie entiende nada sobre el último año en este país.
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