El existencialismo y la espiritualidad en un Schiele más allá del erotismo

La soledad, el materialismo y la alienación del hombre moderno son los grandes temas que destaca el museo Albertina de Viena en una nueva gran exposición sobre Egon Schiele, en la que se analiza desde una perspectiva más existencialista y expresionista la sexualidad y el erotismo de su obra. "Tenemos que desprendernos de una versión erótica", asegura Klaus Albrecht Schröder, director del museo, sobre esta muestra, que se abre mañana al público y podrá visitarse hasta el 18 de junio. Preparándose para el centenario de la muerte de Schiele (1890-1918) el año que viene, el museo vuelve a colgar muchas piezas que llevaban desde la última gran exposición, en 2005, sin exponerse y que se presentan ahora bajo un enfoque más existencialista que erótico. "Schiele reduce el ser humano al ser humano", resume Schröder sobre un pintor al que no duda en considerar un exponente esencial del movimiento expresionista. Un total de 160 piezas, principalmente dibujos, bocetos y gouaches, conforman este recorrido cronológico por la vida y obra de Schiele, centrada en el periodo entre 1910 y su muerte en 1918. En ese camino, el pintor rompe primero con las convenciones de sus profesores de la Academia de Artes Plásticas de Viena y luego con el ideal de belleza del movimiento Secession, de su maestro y mentor, Gustav Klimt, para adoptar una estética de la "fealdad". Su interés por las cuestiones existenciales se refleja en piezas como "Madre del artista dormida", de 1911, en el que la posición de la firma del artista da al cuadro un formato vertical que cambia completamente su significado. Así, lo que debería ser una figura tumbada, se transforma en un cuerpo que gravita en un espacio indefinido de desubicada existencia. Esa alterada presentación de la realidad se muestra en otras piezas, como "El Chelista" (1910), en la que, representado tocando un chelo invisible, el músico es privado del instrumento que le da razón de ser. "Pareja sentada", una acuarela de 1915 en la que Schiele aparece abrazado a su esposa, Edith Harms, trasciende la aparente complicidad de la pareja para transmitir la idea de que, después de todo, hombre y mujer están separados por un abismo insalvable y que el ser humano está sólo. Esos temores existenciales se transformaron en un pánico real para el pintor en 1912, cuando fue acusado de secuestro por el padre de una menor fugada de casa, a la que Schiele y su entonces pareja y modelo, Wally Neuzil, trataron de llevarla a la abuela de la niña. La acusación resultó infundada pero la costumbre de Schiele de usar a menores como modelos, incluso para desnudos, acabó con él en la cárcel por permitir que los niños hubieran tenido contacto con "desnudos eróticos". Las tres semanas que estuvo en prisión, marcadas por el miedo y la angustia, aparecen reflejadas en una serie de dibujos en las que, al contrario que en la mayoría de su obra, el espacio adquiere consistencia y se refleja de forma realista. Sobre ese recurso a muchachas menores en desnudos, e incluso en escenas de abierta sexualidad, el director del Albertina rechaza que se traten de fantasías de un pederasta, sino que pide ver en esos cuerpos aislados en posiciones forzadas un significado más espiritual y simbólico. De 1913 es la serie inspirada en Francisco de Asís, cuya renuncia a los bienes materiales es usada por Schiele para denunciar el lujo de la alta sociedad vienesa de la época. "Liberación" (1913), quizás el más claro ejemplo de esa serie, muestra un cuerpo demacrado, casi flotando, despojándose de una camisa en un acto de renuncia de lo material y de entrega a los pobres. Las obras de Schiele están acompañadas en la muestra por fotografías de época para situar al visitante en las enormes desigualdades sociales de esos tiempos, que no aparecen reflejadas en la obra del pintor. "Está interesado en cuestiones existenciales, no es un cronista de la historia", resume Schöder, que recuerda que incluso la Primera Guerra Mundial pasó sin dejar huella por la obra de Schiele.

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