El difícil arte de seducir
Lobera alumbró la temporada con un plan diferente, pero nadie le osa reprochar que poco quede de aquellas intenciones. Es más, su mayor virtud ha sido la de adaptarse a las circunstancias, rebatiendo sus orígenes. Rompió su molde primigenio adaptándolo a razón de la materia prima de la que disponía.
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Matices, defiende el entrenador al justificar su renuncia al fútbol que pregonaba, pero esta Unión Deportiva nada se parece a aquel equipo de cadencia hipnótica y fútbol barroco que ganó al Racing en Santander. Que casi le cuesta el puesto después.
Reforzado por los resultados, once partidos sin perder, Las Palmas confirma el éxito de su nueva ideología con una goleada que trasciende a una inercia concreta. El equipo de Lobera gana con la autoridad de la suficiencia del que cree en sus virtudes por encima de las del oponente. Y aunque el Huesca reduzca los méritos de la goleada por nomenclatura, se debe diseminar el partido para enumerar los méritos de la victoria. La confirmación de su candidatura en los albores del invierno.
Las Palmas ya no es el equipo pusilánime, fácilmente impresionable, de los orígenes. Parece indemne a las embestidas del oponente y no tiembla ante los asedios en su área. Se ha liberado de los complejos que minaban su sistema defensivo. Deivid ha vuelto a los orígenes bajo la doctrina militar de Murillo, relegando al capitán García al lateral. Dani Castellano, al otro lado, se ha reconvertido hasta hacer prescindible la incorporación del internacional Atouba.
Tampoco necesita la posesión del balón, como exigía Lobera, para tener bajo control los partidos. Impone los tiempos con la versión de Nauzet más solidaria y la seriedad táctica de Hernán o Javi Castellano. Amuralla a Barbosa y se dosifica para rentabilizar su arsenal ofensivo en el momento oportuno. A veces Guerrero, otras Thievy, Vitolo o Chrisantus. También Momo. No le importa ceder terreno e intercambiar golpes, convencido de la efectividad de su verticalidad. Ayer volvió a explotar el contragolpe sin ruborizarse y, con el viento a favor, se abalanzó sobre el contrario con el instinto de un depredador. Las Palmas al fin seduce con paso militar en una categoría que desprecia las delicadezas que pretendía instaurar de inicio su entrenador.
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